LA REVOLUCIÓN

LA REVOLUCIÓN

Voz Oficial del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo

 

Para la crítica científica.

No aportarán luz quienes buscan la paz en medio de las tinieblas.
Constancio Vigil, 1915

 

Revoluciones han existido en diferentes etapas del progreso de la humanidad y de sus relaciones sociales hasta el día de hoy, cabe decir que todas tienen sus características propias. Las revoluciones burguesas han sido de carácter transformador, porque han dejado atrás la Edad Media, han trascendido políticamente a otro estadio, se han gestado tomando en cuenta la base material de miseria insoportable en la que se hallaba la mayoría del pueblo y las clases oprimidas. Sin embargo, cuando se trata de un suceso que se ha agotado en la toma del poder político por la clase burguesa, esta clase, anteriormente revolucionaria, se convierte en conservadora y pretende crear una nueva versión de la historia en la que a la clase trabajadora le es vetada la oportunidad de trabajar en la gran tarea de continuar la transformación de la sociedad y superar las condiciones de explotación y de pobreza en la que se debaten a diario millones de obreros en el mundo.

El gran éxito del capital es que hoy día ya no se puede hablar del proletariado como se trataba hace más de ciento cincuenta años, porque esta clase, la nuestra, aunque vivía en pobreza material, era aún, en cierto grado, una condición que les permitía ser dignos y conscientes de las ataduras impuestas por el capital y que les empujaba cada vez más a luchar por la emancipación de, por y con la clase. En el siglo XIX tenía una importancia muy clara para el proletariado asumirse comunista, porque era el fantasma que aterraba a los burgueses y era, en consecuencia, una aversión a la vez que deseo  de esta sociedad capitalista moderna y su poder establecido. Pero, pronto hubo una división que fue madurando hasta entrado el siglo XX que hizo a una parte del proletariado aceptar lo radical del programa político del comunismo y estos son los revolucionarios; aunque también existió otra parte que, al percatarse de esa radicalidad que implicaba la negación de este sistema que niega la dignidad de la clase trabajadora por medios incluso violentos, se empeñó en rechazar la radicalidad para sustituirla por un realismo político que propone transformar gradualmente el sistema, confiando en la soberanía de las instituciones estatales del capitalismo, así surgieron los reformistas.

Si en el siglo XX empezaron a notarse esas escisiones, en la actualidad, en pleno siglo XXI, ya se observan características muy marcadas, aunque poco conocidas, debido a que la mayoría de las luchas que se ejercen cotidianamente en contra del capital tienen como base la fragmentación por identidades colectivas lejanas a la clase, que promueven un eclecticismo interclasista alrededor de las identidades, ya sea de género o étnico o un largo etcétera, que no les permite actuar en unidad contra el capital, mucho menos ser sinceros en cuanto a sus aspiraciones, porque siempre guardan sus reservas en cuanto a la revolución socialista. Por lo tanto, no se les lee, ni se les escucha proclamar la verdad de su lucha, sin entrar en ambigüedades.

La Guatemala de ahora se encuentra dividida entre los dueños de los medios de producción y una inmensidad de seres miserables que no son capaces y a los que es imposible llamar proletarios, debido a que la lucha no ha sido solamente por la propiedad privada de los mismos, sino que ha logrado el capital enajenar la conciencia de clase y dispersar la resistencia en pequeñas, microrresistencias, desentendidas unas de otras y todas ellas también de la clase explotada. Es decir que la lucha se convierte en una incapacidad de comprensión en la que todas las personas hablan un idioma diferente, como ocurrió en Babel, según dice la narración bíblica.

Ya no existe una clase que pueda convertirse en ese fantasma que ejerza un eficaz hostigamiento a los capitalistas, porque la resistencia de las clases se ha metamorfoseado en otras expresiones que no llegan a ser resistencia y que vagan dispersas, luchando de forma quijotesca contra molinos de viento, sin reconocer, aunque se les explique y se les enseñe de forma solidaria y con toda la modestia que nos caracteriza, a nuestro verdadero enemigo de facto.

Nuestra propuesta ante la aparente imposibilidad de formar un sujeto revolucionario y transformador es la de crear, con la máxima urgencia de la necesidad de la revolución guatemalteca contemporánea –una revolución que, dicho sea de paso, llevará en sí el legado de la Comuna de París, de la Revolución mexicana, de la Revolución proletaria de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y de la Revolución de Octubre de 1944–, los Comités de Autodefensa a todo lo largo y ancho del país. Es en ellos donde se empezará a crear un verdadero contrapoder que vuelva a sintetizar a los explotados y excluidos en una misma conciencia de clase que determinará, con base en la camaradería y el estudio científico, el futuro de la sociedad a la que aspira nuestra revolución y que la rige un carácter filosófico y práctico socialista, que lograremos en el mejor de los casos por la vía pacífica y, si no queda otra alternativa a la catástrofe, con el uso de medios violentos, para los que también debemos prepararnos.

Las condiciones objetivas están determinadas, es trabajo entonces de nuestras estructuras y de los comités que se vayan sumando, aportar nuestra fuerza creadora para elevar el nivel filosófico, político y científico de nuestra clase, para que con ella podamos encontrar la conciencia verdadera que nos impulse a transformar esta realidad atroz.

Nuestra es la verdad y es total porque se encuentra en la transparencia de nuestras aspiraciones clasistas, ya que nuestra consigna es y será siempre: por Guatemala, la revolución y el socialismo

Por: Miguel Tintero

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