CHILE. NEGACIONISMO Y REVISIONISMO HISTÓRICOS. EXPRESIÓN DE LA IDEOLOGÍA DOMINANTE.

CHILE. NEGACIONISMO Y REVISIONISMO HISTÓRICOS. EXPRESIÓN DE LA IDEOLOGÍA DOMINANTE.

Dos de los elementos fundamentales de la ideología dominante es la falsificación histórica como adaptación de esta falsa interpretación histórica a la ideología dominante. Esta falsificación histórica la componente el negacionismo y el revisionismo históricos.

El negacionismo consiste en negar las múltiples masacres y genocidios por parte de la clase dominante, utilizando para ello a su brazo armado, presentándolo como quiebres del orden públicos, revueltas de desalmados o subversivos y justificando esas masacres como el derecho legítimo del Estado para la recuperación del orden constitucional, entendiendo por el derecho del Estado como el derecho de la clase dominante.

Este negacionismo tiene también como objetivo legitimar el uso asesino del Estado contra el pueblo y la clase trabajadora y de paso deslegitimar la real legítima defensa y ejercicio de la violencia por parte de los pueblos y de la clase trabajadora. Así, el brazo armado mercenario de la burguesía-oligarquía se preparan y arman no para la defensa de la nación ante una agresión externa sino para agredir los alzamientos internos. En otras palabras, no se preparan para la guerra externa sino para la guerra interna.

El negacionismo tiene como objetivo ocultar que el actual Estado se ha construido sobre masacres y genocidios contra los trabajadores y pueblos y que cada una de las constituciones, o períodos constitucionales, se han escrito sobre esa sangre derramada y aprobadas con el fusil en la nuca. Con ese ejercicio de la violencia de clase que se ha expresado históricamente desde la violencia del Estado se ha construido la tan reivindicada la república y/o el Estado actual que es la nación política y jurídicamente organizada. República, Estado y Nación son todas representación política-ideológicas y orgánicas representativas de la clase dominante, por lo tanto, como lo han definido en nada representan los intereses populares.

El negacionismo también tiene como objetivo presentar al conjunto de la sociedad y a las futuras generaciones que tanto victimarios y víctimas se encuentran en el mismo nivel, en el mismo rango produciéndose una especie de empate moral entre ambos haciéndolos corresponsables de los “quiebres institucionales” y de la violencia desatada en los diferentes períodos. Para ellos presentan tanto a victimarios como hermanos, como “chilenos” y no como personas o individuos que pertenecen a clases sociales antagónicas e irreconciliables con intereses contrapuestos también antagónicos e irreconciliables.

El revisionismo, también histórico, tiene como objetivo someter a la interpretación histórica oficial a la readaptación como reescribirla cuantas veces sea necesario con la finalidad de adaptar esta nueva revisión o interpretación histórica a las nuevas circunstancias, a las nuevas crisis del capitalismo y a las nuevas expresiones de la lucha de clases pero por sobre todo esa readaptación y revisión histórica tiene como finalidad que esa revisión sirva a los nuevos intereses y objetivos de la clase dominante y a la nueva etapa en que entra el capitalismo.

En ambos casos, negacionismo y revisionismo histórico, son expresiones de la readecuación de la ideología dominante a las nuevas coyunturas y a los nuevos objetivos estratégicos.

Ambos elementos centrales del discurso oficial dominante apuntan tanto a imponer una verdad oficial, pero por sobre todo para desarmar una interpretación alternativa popular y revolucionaria, o desde abajo, sobre la historia y sobre la lucha de clases actual. Esa ofensiva reaccionaria, revisionista y negacionista, apunta hacia los sectores vacilantes y conciliadores que han pasado a ser los elementos “progresista” en la defensa del proyecto de poder de la clase dominante.

El desarme ideológico se presentó en Chile tanto con la incorporación temprana de los antiguos partidos obreros en la defensa de la constitución y derecho burgués, 1925, compartiendo con los sectores dominantes al interior de la burguesía la misma concepción del Estado (Estado Empresario y su intención para la industrialización ambos elementos centrales compartidos tanto por esos partidos obreros como por los partidos burgueses donde la hegemonía la tuvieron siempre estos últimos).

El desarme ideológico tuvo también como consecuencia la imposición de construir una sociedad socialista respetando la legalidad burguesa, el Estado burgués y su constitución en lo que se llamó la Vía Pacífica al Socialismo cuyo centro fue siempre la conciliación de clases. Asumió esta visión su expresión de eurocomunista, de socialdemocracia, y posteriormente de renovación socialista. Asume hoy en una izquierda progresista antineoliberal pero no anticapitalista. Asumiendo también esta nueva izquierda un discurso soberanista pero no contraria al capitalismo transnacional o imperialista, es decir, asumen un discurso no soberanista.

El negacionismo y revisionismo históricos y el golpe de estado.

 Se ha impuesto la visión que los sucesos ocurridos durante le período 1970-1973 y el desenlace que tuvo fue un quiebre entre “chilenos”, o en el mejor de los casos entre “civiles y militares”. Nada más falso. Con ello se intenta negar la realidad, cual es, el desenlace y fin que tuvo ese período fue la aplicación de la violencia de clase, de la clase dominante contra un movimiento que se vino construyendo desde 1925 en adelante desde abajo y que tuvo como antecedentes numerosas masacres y matanzas.

El golpe de estado fue la aplicación de la política militar burguesa, el desarrollo de su vía armada para resolver la agudización cuasi extrema de la lucha de clases. Esta vía armada burguesa fue la forma de negarle a los trabajadores la posibilidad de conquistar sus demandas históricas donde la construcción de una sociedad de nuevo tipo, socialista, fuera el norte. Fue la forma que tuvo la burguesía de negarle el derecho a la clase explotada a la rebelión y a la revolución. El golpe de estado fue la forma que tuvo la clase dominante de frenar el desarrollo de una política militar proletaria-revolucionaria que le pudiera hacer frente a sus ambiciones de clase. El golpe de estado no fue un quiebre democrático ni entre chilenos sino fue un choque agudo entre las clases históricamente antagónicas e irreconciliables.

La transición hacia la democracia, la negociación entre las oposiciones a la dictadura y con la dictadura misma, se tradujo en un pacto por “CHILE”, es decir, se equiparó a los victimarios con las víctimas, a burgueses y proletarios a sabiendas que eso era solamente en el discurso por cuanto en los hechos lo que se impuso fue el proyecto y programa de la burguesía y de la oligarquía nacida precisamente durante la dictadura y desarrollada durante los 17 años que duró.  En ese negacionismo y revisionismo históricos entraron también los antiguos partidos obreros (comunistas y socialistas) y las nuevas expresiones de la izquierda reformista nacidas durante la Unidad Popular como fueron la Izquierda Cristiana y las diferentes expresiones del Mapu (burgués). Así se selló la transición hacia la democracia neoliberal dejando todo intacto. Intacto los intereses de la clase dominante y lo obrado durante la dictadura.

Para lograr aquello se negó que la dictadura no era solamente militar, sino que era la representante de la clase dominante, de la oligarquía que había decidido refundar Chile a sus propios intereses para el nuevo mundo globalizado imperialista que nacía. Para ello había que barrer con todo tanto con el movimiento obrero y popular como con la antigua concepción de Estado que la misma burguesía había construido, 1925.

Una vez terminada, formalmente, la dictadura, 1990, el negacionismo y revisionismo histórico se impusieron en la verdad histórica de lo sucedido durante 1970 hasta 1990. Esa verdad oficial histórico se llamó Informe Rettig o Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. En ella se produce la socialización de los costos y daños, tanto los alzados contra el gobierno de la Unidad Popular como los adherentes a Allende, tanto la dictadura militar como los opositores a esta, son igualmente corresponsables de los sucedido y por lo tanto lo que cabe es la reconciliación nacional, dar vuelta la página e imponer la impunidad y avanzar en la nueva etapa neoliberal ahora llamado economía social de mercado y bajo una democracia de seguridad nacional bajo la misma constitución política y orden jurídico construido y heredado de la dictadura. Sobre esa falsedad histórica se impuso la transición y sobre ese discurso se procedió a reprimir al nuevo movimiento social que nacía como oposición a los efectos del neoliberalismo noventero. Esa represión estatal y terrorista ha repetido hasta el cansancio que la violencia en un contexto democrático no se justifica. Cabe hacer claridad que la democracia a la cual defienden todos los partidos parlamentarizados es aquella nacida bajo la dictadura militar y que se ha desarrollado bajo la constitución de 1980 y el orden jurídico-político-social que ha emanado desde ella.

Los 30 años de transición se sustentó en el negacionsimo y revisionismo histórico donde las fuerzas políticas golpistas-fascistas pasaron a ser fuerzas democráticas reconocidas y definidas así por el progresismo. Donde el régimen “pinochetistas” pasó a ser defendido por todos los partidos cada vez que el pueblo utilizó violencia popular o aguda. Todos saltaron a defender la “democracia”. El negacionismo y revisionismo históricos fue el que plagó de elogios al modelo económico, junto a sus 11 Pilares, y a la democracia de los consensos.

Patricio Fernández y los 50 años del golpe de estado.

Las opiniones vertidas por Patricio Fernández, en su calidad de coordinador del comité gubernamental conmemorativo de los 50 años del golpe de estado, en cuanto a que “apoyar el golpe de estado es algo comprensible” trajo de vuelta el debate sobre los orígenes del golpe, pero también sobre el negacionismo y el revisionismo histórico.

Las organizaciones de derechos humanos, con justa razón, exigieron su renuncia consiguiendo dicho objetivo. Desde dentro del gobierno, se expresaron dos posiciones ante las opiniones de Fernández. Por un lado, aquellos que desde el gobierno plantean que es necesario tener una visión común consensuada sobre el pasado para que Chile pueda avanzar hacia el futuro, y por otro lado, aquellos que simplemente no están de acuerdo con Fernández.

Pero la verdad es que más allá de las diferencias sobre las opiniones de Fernández, lo cierto es que ambos sectores gobiernistas han bailado al son del sistema heredado de la dictadura, se acomodaron a este con increíble rapidez y con muy poca o escasa resistencia como también en muchos casos se enriquecieron.

Entonces, ¿cuál es el sentido que un sector del progresismo pretenda levantarse como aquellos que combaten el negacionismo si ellos mismos son producto de su propio negacionismo y acomodo al sistema neoliberal?

Lo hacen porque para el progresismo la diferencia entre ellos y la derecha fascista se da únicamente en el plano moral. Su diferencia o diferencias son morales no se encuentran en el orden político, económico, en su concepción de Estado, de sociedad. Tampoco en su visión sobre las fuerzas armadas, sobre el respeto al orden público y en su defensa a la actual concepción de democracia. Su diferencia no está en cómo combatir los movimientos anticapitalistas o antisistémicos. Para llegar a ese compromiso y confluencia el progresismo hiso suyo el negacionismo y revisionismo históricos proveniente desde la derecha fascista, hizo los renuncios ideológicos tempranamente y no tiene problema alguno de continuar con su renovación reaccionaria ideológica manteniendo el sello moral como su sello distintivo. (como si se pudiera disasociar la moral de la política o ser un radical defensor de una moral íntegra y ser un hijo de puta en las otras esferas. El hijo de puta lo es en todos los planos y todo el día).

Por lo tanto, toda esta alaraca proveniente de las autoridades progresistas no es más que humo más aún si es el mismísimo Boric el que le da credenciales de demócrata y de defensor de los derechos humanos al mismísimo Fernández. Cuidado: que los negacionistas y revisionistas históricos no te vengan con discursos morales, con superioridades morales que no tienen, que nunca han tenido y que nunca tendrán.

PD.: el negacionismo y revisionismo histórico al ser parte de la ideología dominante son también primas-hermanas del revisionismo y reformismo ideológico mismo reformismo y revisionismo combatido por Marx hasta nuestros días por quienes que se definen como revolucionarios.

 

 

 

 

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