CHILE: EL NUEVO DESPERTAR DEL GIGANTE POPULAR
Nota Previa:
Aplicando la Ley de Murphy a la Clase Política Civil
Acuerdo Nacional por la Paz (noviembre, 2019): Si algo te ha salido bien, preocúpate, ya se echará a peder.
Ante las jornadas de protesta popular: Si algo se ha echado a perder, preocúpate, ya va a empeorar.
Una nueva jornada de lucha popular se ha expresado en Chile al conmemorarse el segundo aniversario del Estallido Social (18 de octubre, 2019). Fueron cientos las actividades de todo tipo que a lo largo y ancho del país trajeron el pasado reciente al presente donde las demandas populares nuevamente desbordaron el “seguro” pacto interburgués nacido de espaldas al pueblo (Acuerdo Nacional, noviembre del 2019) y que diera origen a la actual Convención Constituyente que se debate entre generar una efectiva constitución totalmente diferente a la actual o una constitución gatopardista.
Lo seguro es que nuevamente el pueblo (o ciudadanía) habló ejerciendo su soberanía como lo sabe hacer y donde lo debe hacer siempre: en la calle y no en las urnas que son verdaderas camisas de fuerza. La deliberación se transformó en consignas, marchas, gritos, enfrentamientos con las fuerzas terroristas-represivas y también en el ejercicio de la legítima y validada violencia popular.
Nuevamente, la condena a la violencia vino por parte del “conjunto de la clase política” que siente amenazada su zona de confort y que llama a respetar las formas dentro de la democracia (como si en Chile hubiera democracia). Pero nada dicen estos politicastros sobre los días previos de esta conmemoración donde las ciudades y avenidas principales fueron militarizadas y donde en le Región Metropolitana fueron desplegados más de 5000 efectivos terroristas-policiales para resguardar “el orden público y el imperio de la ley”. Todos los candaditos coinciden.
En segundo plano, debido a lo anterior, queda la medida contrainsugente de declarar Estado de Emergencia en la Araucanía, enviar más de 1000 efectivos militares fuertemente armados a patrullar las carreteras para proteger a las forestales, al latifundio, y al capital transnacional en una clara Neopacificación de la Araucanía. Como tampoco nada dicen que a dos años del estallido social no se ha hecho justicia sobre los crímenes contra la humanidad, el terrorismo de Estado siguiendo Piñera en el gobierno por obra y gracia de la misma clase política civil que hoy se presenta como la solución a todos nuestros padecimientos.
También el contexto está marcado por los graves y profundos, como variados, casos de corrupción del Cartel Piñera-Morel, de los nuevos casos de corrupción que afectan al brazo armado de la burguesía y de nuevos casos de abusos de poder. La política militarizada y mercenaria de Carabineros de Chile ejerce nuevamente en esta jornada de indignación popular su rol de guardia pretoriana de los intereses oligárquicos haciendo nuevamente el trabajo sucio, a decir, genocidio.
Pero, ¿contra quién lucha el pueblo / ciudadanía en lo inmediato?
Todo indica que en lo inmediato lucha contra la clase política y por ende contra el régimen, modelo y sistema social que se ha impuesto como forma de dominación de una minoría por sobre la mayoría.
Pero, ¿cómo se entiende aquello de “clase política”?
Según el historiador Gabriel Salazar (“El Ejército de Chile y la Soberanía Popular”, 2019) dice:
“La comunidad ciudadana de Chile (llamada, en abstracto, “nación”), al organizarse, como sociedad moderna, debió delegar su soberanía, fraccionadamente, en dos tipos de representantes a) civiles, los “políticos”, y b) armados, los “militares”.
Y más adelante señala:
“En la sociedad moderna chilena, la soberanía implica la existencia de un mandante y un mandatado. O, más precisamente, un solo mandante: el pueblo, y don mandatados principales: uno armado (el militar) y otro civil (el político)….ambos mandatados han evolucionado históricamente en el sentido de remarcar cuatro tendencias principales: 1) a profesionalizar sus funciones, 2) a automatizar sus decisiones, 3) a autoreproducir sus existencia gremial y en definitiva, 4) a usurpar y monopolizar (por partida doble) la soberanía del pueblo”.
Pero, si existe un mandatado civil y un mandatado militar, ¿estamos en frente de una “clase política civil” y una “clase política militar”? ¿Cuál es la relación entre ambas? Y nuevamente, Salazar nos ilustra:
“la clase política militar de acuerdo a sus “funciones transcendentes”, interviene, derriba (con asco) a la clase política civil de turno, luego transan entre sí para alcanzar la amada “normalización”, y redactan para el pueblo, de común acuerdo, una nueva Constitución. Y pronuncian un nuevo Estado”.
A la vez señala Salazar que “la clase política civil, en definitiva, no gobierna efectivamente para el pueblo sino, sobre todo: a) para sí misma, b) para el gran capital mercantil-financiero internacional, c) tropezando una y otra vez con el trío de constituciones ilegítimas; y, en todo caso, d) usurpando la soberanía ciudadana ha conducido al país, con maniática regularidad, a procesos críticos profundos que, cada 25 o 30 años, rematan en nudo políticos sin salida, acumulando así, de ciclo en ciclo, célula a célula, tejidos necrosados de gangrena política. La misma que va colmando la paciencia cívica y la obediencia legal ciudadana”. Cualquier semejanza con la realidad y con el presente indignante no es mera causalidad.
Si a esto se agrega que las fuerzas armadas se declaran “obedientes al poder civil”, entendiendo por “poder civil” a la clase política civil y no entendiendo por “poder civil” al pueblo o ciudadanía, y donde tenemos que la clase política civil no se declara “obediente” al pueblo, sino que a sí misma, entonces no sólo la usurpación de soberanía está completa sino que estamos ante un desastre de proporciones lo cual explica la furia que se ha desatado nuevamente y que la clase política civil condena transversalmente.
El partido del orden, en todas sus corrientes, representantes y expresiones se apresuran en llamar a la calma y a la restauración de la normalidad y de la convivencia nacional, porque saben que la “paz burguesa” es lo único que les asegura un efectivo desarrollo del capitalismo /neoliberalismo donde las inversiones extranjeras (capital transnacional) exigen estabilidad democrática, certezas y seguridad, de lo contrario no habrá inversiones cuestión fundamental para los intereses oligárquicos.
Debido a lo anterior, no es sorprendente que la Embajada yanqui en Chile haya emitido una alerta señalando que ocurrían “actos terroristas” en esta jornada (el ladrón detrás de juez). Claro está esta no es una advertencia al ciudadano común y corriente sino es un llamado de alerta al conjunto de la clase política civil constatando con ello su incapacidad de domar definitivamente al gigante popular que está despertando y por ahora sólo se ha lavado la cara, estirado y dado sus primeros golpes después de la represión-cuarentena pandémica. Para nuevamente apaciguar a este gigante ya se escuchan voces desde el Ministerio de Salud, que ante el “alza de contagios” no dudarían, de mantenerse, de retrotraer la situación y volver con las restricciones y acuartelamiento-cuarentena. Una buena fórmula para que el corrupto-asesino pueda terminar su mandato y para que la clase política civil pueda dar rienda suelta a la “fiesta de la democracia”, a saber, las elecciones.
Por último, esta nueva jornada de protesta es un claro mensaje no sólo al gobierno, al congreso, al empresariado, al poder, sino también a la Convención Constitucional en cuanto a que “no se atrevan a dejar todo tal cual ni menos a realizar reformas a medias o tibias. Si eso sucede ¡afírmense los pantalones y las faldas! Más claro echarle agua.
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