CHILE. ¿CUÁL DESARROLLO CAPITALISTA?

El “momento” constituyente como les gusta denominar a los siúticos el proceso de redacción de una nueva constitución ha desatado las contradicciones históricas al interior de las fuerzas políticas y corrientes de pensamiento burgués.

En la actual coyuntura política las fuerzas burguesas-progresistas levantan en el plebiscito de salida la opción APRUEBO y para relacionarla con las reformas estructurales que en teoría implementaría el gobierno de Boric, algunos hablan de APRUEBO PARA GOBERNAR.

En la otra vereda las fuerzas burguesas-reaccionarias levantan en el plebiscito de la salida la opción RECHAZO y para suavizar su postura ante un pueblo que desea cambios profundos, y ahora, algunos hablan de NO APRUEBO.

Ambas opciones, según las encuestas que pudieran estar manipuladas, se presentan como empatadas en el mismo momento en que el gobierno de Boric no supera el 32% de apoyo según las mismas. El debate político se ha centrado en las siguientes posibilidades:

  1. Que la opción apruebo de la nueva constitución gane por estrecho margen ante lo cual según los expertos no gozaría de una mayoría contundente, lo cual la haría poco “unitaria” del conjunto “nacional” lo cual la llevaría a reformas inmediatas.
  2. Que gane la opción rechazo ante lo cual la actual constitución de Pinochet-Lagos quedaría vigente y ante lo cual se abren los siguientes escenarios posibles:
  3. Que el actual parlamento reforme la actual constitución de Pinochet-Lagos,
  4. Que el actual parlamento reviva el proyecto constitucional elaborado en las últimas semanas del gobierno de Bachelet,
  5. Que se reviva la antigua constitución de 1925 para introducirle reformas
  6. Que el actual parlamento redacte una nueva constitución.

Sea cual sea la opción lo único claro es que lo que resulte debe ser aprobado por un plebiscito.

Ante este escenario incierto, senadores y parlamentarios de la ex Concertación encabezados por la Democracia Cristiana, y con apoyo de la derecha, han propuesto una reforma constitucional a la actual constitución vigente de aprobar el quorum de 3/7 para reformar la constitución enterrando el quorum de los 2/3 que la hace imposible. Esto con la finalidad que en el plebiscito del 4 de septiembre se produzca un callejón sin salida ante la posibilidad que gane el rechazo.

El progresismo no lo tiene fácil más aún si se toma en cuenta la recesión que se viene instalando, la inflación que no para sumado, alza de delitos comunes, etc. sumado también a un gobierno que deja mucho que desear desde la perspectiva de la administración y de la iniciativa política nula.

Pero lo anterior es el debate político final de este “momento” constitucional. Lo de fondo es la concepción de capitalismo, de Estado y de democracia burguesa que se quiere instalar de aquí para 50 años más y es en este sentido que cobra interés el pasado histórico de Chile.

¿Estado federal o Estado unitario?

Fue posterior a la independencia de Chile que el debate se instaló en el tipo de Estado que se debía tener. La clase mercantil de Santiago buscaba un gobierno centralista donde ella tuviera el mayor poder reservando a las regiones de la época un rol secundario esto tanto en la administración política como de los recursos económicos.

Fue bajo el gobierno del general Ramón Freire (1823-1826). En 1826 se dictaron las Leyes Federalistas lo que se conoce como la constitución de 1826 la cual entregaba mayor poder a las regiones y establecía un gobierno federal quitándole poder a la clase mercantil de Santiago derrotando así su proyecto centralista.

La conspiración de las fuerzas mercantilistas de Santiago logra al final derrotar al general Ramón Freire y en 1833 se imponer una Estado unitario, centralista y autoritario bajo la mano de Diego Portales forma de Estado que dura hasta el día de hoy.

El proyecto constitucional que hoy se discute, y que se encuentra en proceso de revisión, impulsa un federalismo no explícito, le entrega mayores poderes a las regiones mediante la eliminación del senado y su reemplazo por la cámara de las regiones que junto a la cámara de diputados conformarían el nuevo parlamento o poder legislativo. Este impulso regionalista también debería tener su correlato en mayores atribuciones de las regiones en la administración y uso de recursos económicos. Esto rechaza la derecha junto a las autonomías de las comunidades.

Desde 1833 hasta hoy, Chile ha sido un Estado Unitario centralista que ha transitado entre un régimen presidencialista, parlamentario y al parecer ahora transitaría a un régimen semi parlamentarista.

Pero hay otro elemento que entra en disputa.

Desde la década del 30 del siglo XX, el desarrollo del Estado es definido como “Estado de Compromiso”. Esto quería decir que el Estado tenía un rol interventor en el desarrollo nacional (hacia adentro) y que se reflejó en la constitución de 1925 y en su reforma de 1940 y 1970. Todos los gobiernos desde 1925 hasta 1973, más allá de su orientación política, transitaron bajo esa lógica del Estado de Compromiso. Era una suerte de Estado de Bienestar.

El golpe de Estado de 1973, en su carácter refundacional, sepultó ese Estado de Compromiso, y el sector minoritario de la derecha neoliberal y pro liberalización total de la economía sepultó ese Estado de Compromiso e impuso el Estado Subsidiario o neoliberal y para ello redactó e impuso la constitución de 1980 que rige a Chile hasta hoy. Esta constitución se asemeja en mucho a la constitución autoritaria y portaliana de 1833. Son primas-hermanas.

Al igual que sucediera en 1833, esa constitución y visión política no hubiese sido posible sin un régimen autoritario, sin la dictadura de Diego Portales de la misma forma que el neoliberalismo y la constitución de 1980 no hubiesen sido posibles sin la dictadura y genocidio llevado a cabo desde 1973 bajo la dictadura de Pinochet.

La actual propuesta de constitución que emana de la Convención Constitucional, propone un Estado Social de Derecho lo cual implica una mayor intervención del Estado tanto en la economía, en la generación de nuevas empresas y en la protección de los derechos sociales, es decir, sería un retorno al antiguo Estado de Compromiso con sus particularidades que otorga en actual período político, pero bajo esas mismas lógicas.

Son estos elementos políticos-constitucionales los que entretienen a la clase política burguesa. Pero hay un problema más de fondo que hace que las opciones Apruebo y Rechazo sean prácticamente lo mismo o en el peor o mejor de los casos, según se la visión, sean muy parecidas.

Más allá de los elementos político-administrativos antes mencionados, lo concreto en que todas esas formas de Estado (unitarios, federalistas, de compromiso, subsidiario, social de derecho, centralista, regionalista) todos ellos se dan bajo una economía capitalista y dentro de los marcos de un Estado y democracia burguesa. Y ninguna de las fuerzas políticas que se cobijan bajo la opción Apruebo y Rechazo ponen en duda o buscan superar o enterrar el capitalismo ni tampoco el Estado burgués y su democracia.

En los más de 200 años de vida, Chile ha transitado todos los modelos de gobierno y de Estado que la clase dominante ha permitido y que el desarrollo de la lucha de clases y como forma de resolución de las contradicciones dentro del bloque de poder dominante ha permitido sin embargo la clase proletaria, salvo derechos mínimos obtenidos en cada época, ha vivido siempre en condiciones miserables de explotación mientras la clase empresarial, en todos esos experimentos administrativos-constitucionales ha continuado incrementando sus ganancias. Nada ha cambiado para los proletarios y todo ha seguido igual y mejor para los patrones.

Con lo anterior, debería quedar relativamente claro que el plebiscito del 4 de septiembre y la discusión constitucional actual en nada constituye un elemento central para la clase trabajadora ya que en nada cambiará su realidad. Para los intereses de la clase trabajadora tanto la opción Apruebo y Rechazo no son ninguna de ellas una opción válida para sus intereses de clase explotada. La incorporación de la negociación ramal, la reducción de la jornada laboral a 40 horas y otras son sólo conquistas marginales que no alteran, por ejemplo, la brutal concentración de la riqueza y del poder, en nada echarán por tierra los numerosos tratados de libre comercio que saquean nuestras riquezas. En nada cambiará el carácter contrainsurgente que ha tenido el Estado desde 1973 hasta hoy ya que la nueva constitución, a pesar de descentralizarse en la administración del poder político, mantiene el monopolio de la fuerza en las fuerzas armadas, y por ende, en el Estado.

Las mínimas diferencias esenciales y fundamentales entre la actual constitución y la nueva podrían ser uno de los elementos para que una gran parte de la población se mantenga incrédula de este “momento” constitucional ya que en el ambiente pudiera operar el sentimiento y convencimiento que nada cambiará sustancialmente. Los altos grados de desafección por parte del pueblo es el fundamento para que la clase política haya hecho OBLIGATORIO el concurrir a votar el día 4 de septiembre, plebiscito de salida.

Otro de los elementos que pudiera actuar es que también bajo un gobierno que se dice progresista, de izquierda ya se encuentran dos zonas de Chile bajo el Estado de Excepción, bajo el patrullaje militar:

(Macrozona Sur: “La Macrozona Sur es un término geográfico político chileno para referirse a una zona comprendida en sentido estricto a las regiones político-administrativas donde se encuentra ubicada en la actualidad la región histórica de la Araucanía: la Región de la Araucanía y la provincia de Arauco en la Región del Biobío; sumado a las regiones de Los Ríos y Los Lagos. Asimismo, tiene directa relación, aunque más ampliada o acotada (dependiendo la situación en la que se emplee), a la región natural denominada Zona Sur”.

Y Macrozona Norte que se compone: provincias de Arica y Parinacota, excluyendo el radio urbano de la ciudad de Arica; en la provincia del Tamarugal, en la Región de Tarapacá; y en la provincia de El Loa, en la Región de Antofagasta, excluyendo el radio urbano de la ciudad de Calama”.

Chile tiene 16 regiones. “Las regiones chilenas se subdividen, a efectos del gobierno y administración, en provincias y estas a su vez, para efectos de la administración local en comunas”.)

Es decir, la respuesta a problemas políticos se responde desde el poder mediante el uso de la fuerza militar.

Dado que el escenario político está marcado por la disputa dentro del proyecto burgués, como ha sido en gran parte de la historia de Chile sino en toda ella, lo que queda también claro es que se encuentra ausente la construcción de una Oposición de Izquierda al proyecto burgués sin importar sus variantes o nombres de fantasías y de los gobiernos de turno todos administradores del capitalismo como también se encuentra aún más ausente la construcción de una Alternativa Revolucionaria que tenga como objetivo hacer la revolución.

La no existencia  de esa oposición y de esa alternativa hace que el proletariado sea presa fácil del discurso, programa, ideología y partidos burgueses. Hace que sea la clase trabajadora la que termina al final bailando al son de la música que los dueños del poder ponen.

Es precisamente la ausencia de esa oposición y de esa alternativa lo que ha permitido siempre que la clase dominante engorde por segundo, aumente sus ganancias, consolide su poder y que sea capaz de sortear las “convulsiones” sociales como el estallido social del 2019 a su favor y por ende imponga en medio de esas convulsiones una nueva salida burguesa ante la crisis, salida que se refleja hoy en el “momento” constituyente.

La burguesía ha sido tan hábil que al golpe de Estado lo llamó “quiebre institucional”, “quiebre de la democracia”. Llamó a la consolidación del capitalismo neoliberal como “transición a la democracia” y ahora llama “momento constitucional” a una nueva crisis del capitalismo como lo han sido todas las anteriores. Y es bajo y desde esa conceptualización en torno a las cuales los trabajadores discuten sin comprender que de lo que se trata es de las crisis sucesivas del capitalismo donde ellos tienen un rol fundamental de resolver esa crisis a su favor y no a favor de los patrones.

Sea cual sea el resultado del plebiscito, lo concreto es que el capitalismo tendrá otra oportunidad para su desarrollo, para su perpetuación mientras el pueblo y los trabajadores tendrán otra oportunidad para ilusionarse con un mejor futuro que no llegará.  

Estaremos en presencia de un gatopardismo constitucional, burgués y capitalista. 

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