CHILE. BORIC DEBE RENUNCIAR Y CON ÉL TODA LA CLASE POLÍTICA.
Los últimos acontecimientos políticos en Chile ha llevado a despejar el escenario político o ha ayudado a hacerlo más evidente.
Como ha ocurrido siempre, y en en especial desde el retorno a la democracia burguesa, el conjunto de la clase política donde esta se encuentra representada al interior del parlamento, se ha unificado cada vez más en defensa de la totalidad del sistema y con ello en defensa de los intereses oligárquicos. En esa defensa corporativa las diferencias ilusorias entre «izquierda» y «derecha» son eliminadas dejando ver que en realidad aquella supuesta contradicción entre gobierno y oposición es un mero espejismo donde una oposición real al sistema capitalista no existe al interior del parlamento sino que esos dos bloques ficticios constituyen en verdad un sólo bloque de contención a las demandas populares y de los trabajadores. En tal sentido definir al parlamento burgués como la «casa del pueblo» constituye el mayor de los insultos al pueblo, a los trabajadores.
El discurso belicista-represivo impuesto por el conjunto de la clase política (gobierno y «oposición», o mejor dicho por el Bloque en el Poder) donde se prestan a desarrollar una ofensiva contra el narcotráfico y la delincuencia ha sido aprovechada por el conjunto del bloque para aumentar y perfeccionar la legislación represiva dando mayores recursos y facultades legales a la policía militarizada de carabineros a pesar que los crímenes contra la humanidad cometidos apenas hace tres años, 2019, durante el estallido social han quedado todos en la más plena impunidad.
Si Piñera se paseó por la comisarías teniendo como telón de fondo a los comandos y fuerzas especiales, si ese empresario-presidente se montó en los carros policiales para realizar patrullajes mediáticos y si este sujeto horripilante avanzó en el endurecimiento de la legislación represiva declarándole también la guerra al pueblo movilizado, Gabriel Boric el nuevo perro faldero del Bloque en el Poder hace prácticamente lo mismo. El primero desde la derecha pinochetista y el segundo desde el progresismo pero ambos unidos en defensa del orden público, el estado de derecho, de la institucionalidad, de la democracia etc todos conceptos que de una u otra forma sirven para denominar los intereses de quienes realmente tienen el poder a saber la clase dominante, el 1% de la población.
Si el pueblo movilizado exigía la renuncia de Piñera por desarrollar una política de gatillo fácil, represiva y belicista, y si Boric ha asumido ese discurso y política como propia, ¿por qué no exigir también la renuncia de Boric y de paso del conjunto de la clase política?
El pueblo debe ser leal con aquellos dirigentes políticos y gobernantes que representan sus intereses pero esencialmente con aquellos que se aprestan avanzar contra viento y marea en función de realizar aquellos cambios estructurales demandados por la mayoría proletaria siempre con la idea de terminar, en el mejor de los casos, o arrinconar al máximo, en el peor de los casos, al capitalismo y al poder de los capitalistas. Pero el pueblo y los trabajadores no deben lealtad ninguna con aquellos que desde una retórica populista «abrazan» las demandas populares para luego desarrollar el programa de la oligarquía cual es hacer más eficiente la explotación y represión capitalista.
Este aumento represivo-belicista no tiene como finalidad el combate al narcotráfico sino que tiene como objetivo el aceitar la maquinaria represiva con la finalidad de anticiparse al próximo descontento social que tendrá el tremendo rechazo que provocará en la mayoría de la población el proceso de redacción de la nueva constitución que como siempre se realizará de espaldas al pueblo y entre cuatro paredes. En ese proceso oscuro, decadente, carente de todo atractivo épico y completamente autoritario concurren desde los partidos fascistas UDI y Republicanos hasta el nuevo progresismo de Boric, Frente Amplio, y el Partido Comunista, todas fuerzas con representación parlamentaria y todos en defensa de la democracia y el estado de derecho.
¡Que se vayan todos! Es la consigna más legítima que se puede alzar. ¡Ya basta de gobiernos represivos que sólo piensan en la violencia desde el estado como la única forma de enfrentar los problemas sociales o mejor dicho las consecuencias sociales de la permanente y prolongada crisis capitalista!
Los anuncios de una ley de gatillo fácil, la prima hermana de la clase política, vale decir, la burocracia sindical y social, ha estado ausente del debate. Ni una palabra han dicho para defender la nueva ola represiva y nuevos asesinatos que vendrán como consecuencia de esta nueva legislación represiva y contrainsurgente. Se han sacado o terminado de sacarse la careta para mostrarse serviles a sus reales patrones y defensores también de la misma democracia burguesa y estado que los explota y que tiene al conjunto de los trabajadores en la precariedad misma.
Como era de suponer, los mismos sectores y movimientos sociales anti sistémicos salieron a la calle por el centro de Santiago para protestar contra esta ola de odio. Sin embargo, y siendo altamente positiva dicha protesta, sigue siendo aislada y minoritaria. Se debe avanzar rápidamente para generar con urgencia una coordinadora anti represiva y contra la violencia del estado donde esta vaya más allá de los referentes propios de los colectivos de izquierda revolucionaria y que pueda adquirir la amplitud necesaria que permita frenar la represión y violencia del estado, denunciar que Chile vive bajo una dictadura, donde la tortura y el terrorismo policial es amparado por el conjunto de la clase política y donde existen también presos políticos. Los derechos humanos en Chile no se respetan y son letra muerta.