ENTREVISTA. (2º PARTE) UNIÓN DE LUCHA PROLETARIA, ULP, RESTITUCIÓN, IDEOLOGÍA Y REVOLUCIÓN
Comentario Previo
La presente entrevista a los compañeros de la Unión de Lucha Proletaria, ULP, México, estará dividida en cuatro entregas separadas debido a lo extenso de las respuestas.
La forma que se realizaron las respuestas constituye un muy buen aporte tanto para el debate como para el aprendizaje y estudio por cualquier colectivo que inicie el camino de la construcción y lucha revolucionaria por cuanto los problemas que aquí se señalan bien pueden ser comunes sin importar el país en que se desarrolle esa construcción y lucha. La inicidencia del reformismo/revisionismo y el combate contra éste es cardinal.
II El movimiento revolucionario mexicano
El pueblo mexicano tiene una larga tradición de lucha armada partiendo por la misma Revolución Mexicana. Durante la década de los 60s aparecieron muchas organizaciones y dirigentes que impulsaron la lucha armada donde Lucio Cabañas fue uno de ellos. ¿Qué evaluación hacen de ese período combatiente? ¿Qué rescatan de ello? ¿Se consideran de alguna forma sus continuadores?
Efectivamente, la tradición de lucha armada se ha experimentado en México no sólo desde la Revolución Mexicana, sino aún antes; y ésta no ha sido una experiencia privativa de la historia de México, sino que ha sido implementada mundialmente por los pueblos oprimidos contra el yugo opresor imperialista. Experiencias centro y suramericanas han sido casi permanentes en la historia contemporánea, todas ellas con resultados exiguos en sus intentos emancipatorios.
Pero en el caso mexicano, en la década de los años sesenta la insurgencia guerrillera se manifestó activamente por todo el país. En aquel contexto, el control corporativo con el que el Estado afianzaba la dominación sobre el movimiento obrero y campesino aplastaba cualquier surgimiento de lucha u organización revolucionaria, acusando a sus representantes de “agitadores”, “subversivos” y “traidores a la patria”; o sea, el discurso de linchamiento, reproducido por los medios de comunicación hasta la ignominia, que preparaba a la “opinión pública” para justificar la más cruenta represión a la que fueron sometidos.
Con estas características de dominación y sometimiento popular, se levantaron militarmente diversas organizaciones guerrilleras con el objetivo de construir el socialismo en México –según sus propios planteamientos programáticos–, inspirados por el triunfo de la Revolución Cubana menos de una década antes. El primero de estos grupos armados en aparecer fue el Grupo Popular Guerrillero (GPG), conformado por jóvenes que participaban en el Partido Popular Socialista, de origen lombardista, y en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. El GPG decide atacar militarmente el Cuartel Madera del Ejército mexicano, situado en la ciudad del mismo nombre en el estado de Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965 como respuesta al despojo de tierras y al hostigamiento al que eran sometidos los campesinos de la región a manos de los ganaderos apoyados por el entonces gobernador Práxedes Giner Durán. La acción guerrillera fue repelida y derrotada por las fuerzas castrenses pero, indudablemente, la acción dio nacimiento al movimiento armado socialista contemporáneo en México y planteando la utilización de la guerra de guerrillas como la forma de lucha principal del pueblo (14)
Pocos años después, posterior a las duras represiones contra el movimiento estudiantil en los años 1968 y 1971, muchos activistas políticos de izquierda vieron cancelados todos los canales de participación política legal. Muchos de ellos abandonan las universidades para formar grupos guerrilleros. A finales de los años sesenta y durante toda la década de los años setenta en México, hubo una amplia proliferación de grupos guerrilleros que luchaban por el socialismo. Entre estos grupos destacan: El Grupo Popular “Arturo Gámiz”, continuidad histórica del GPG; el Partido de los Pobres, organización dirigida por Lucio Cabañas que reivindicaba la lucha armada, la destrucción del “sistema capitalista”, la “abolición de la propiedad privada” y la “socialización de la empresas industriales y comerciales” (15) la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, organización que tenía como objetivos el “derrocamiento del gobierno de terratenientes y capitalista pro-imperialistas” y la “instauración de un gobierno popular” (16) el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR); los Comandos Armados del Pueblo; el Frente Urbano Zapatista; los Lacandones; los Guajiros; los Procesos; el Frente Estudiantil Revolucionario (FER); el Grupo 23 de Septiembre (G23); las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo; las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN); el Partido Revolucionario Obrero Clandestino “Unión del Pueblo” (PROCUP) y la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), entre muchas otras. Estas tres últimas organizaciones mencionadas tendrán una influencia determinante en el desarrollo de la denominada “lucha armada por el socialismo en México”, pues las FLN y el PROCUP serán antecedentes históricos de los hoy existentes Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y Ejército Popular Revolucionario (EPR).
El caso de la LC23S es paradigmático en la lucha guerrillera mexicana pues se constituyó como una organización superior, cualitativa y cuantitativamente, resultado de la fusión de las organizaciones armadas MAR, G23, los Enfermos, los Macías, el FER, los Lacandones, los Guajiros y los Procesos en 1973. Su nombre alude a la Liga de los Comunistas, constituida por Marx y Engels en 1848 y la acción guerrillera del GPG en Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965. El carácter socialista de su organización se manifestó durante más de 50 números de su periódico clandestino, Madera, que contribuyó a la unidad de los revolucionarios de esa época, e igualmente actuó como un organizador colectivo del proletariado mexicano. La edición y distribución del periódico clandestino Madera fue particularmente dirigida a la formación ideológica y organizativa de la clase obrera, lo que constituyó una de las tareas fundamentales de miles de militantes revolucionarios. Esto explica porqué el Estado se centró en atacar frontal y brutalmente esta actividad mientras cimentaba su política de exterminio contra la Liga.
Es así que podemos observar, de manera muy general y limitada, que las tareas y actividades impulsadas por estas organizaciones armadas que lucharon por el socialismo son de importancia extraordinaria en la historia de la lucha de clases en México. Las acciones de organización, concientización y combate al Estado realizadas por decenas de organizaciones armadas resultaron determinantes en la generación y multiplicación de las condiciones subjetivas para una verdadera transformación revolucionaria. Ciertamente todas fueron derrotadas sin haber alcanzado los objetivos programáticos que se plantearon desde sus orígenes; y su influencia político-ideológica ha sido muy variada en el subsecuente desarrollo de la lucha de clases. Sin embargo, hacer una evaluación de esta trascendental época de lucha nos obliga a observarla y analizarla científicamente a la luz del balance crítico pues, como hemos afirmado con anterioridad, sólo sometiendo este periodo a la reflexión crítica podremos extraer conclusiones cualitativamente superiores para entender cabalmente su nacimiento, auge y derrota, pues hoy más que nunca estamos obligados a estudiar y aprender estos hechos y proyectarlos críticamente con la finalidad de establecer las condiciones y los requisitos de la recomposición, tanto desde el punto de vista estratégico como táctico, de aquel movimiento señero. Esta es aún una tarea pendiente en nuestra organización.
Sin embargo, nuestras reflexiones preliminares sobre el tema en comento, nos permiten avizorar que gran parte de estas organizaciones revolucionarias apostaron al camino insurreccionalista. Desde nuestra perspectiva la línea militar que desarrollaron iniciaba con la instrumentación de acciones armadas individuales que, de acuerdo con su práctica, terminarían vinculando a las masas a una amplia insurrección. O sea, se nos presentan como grupos guerrilleros que desde su acción armada impulsarán el espontaneísmo insurreccional de las masas, situación que lamentablemente no se concretaba en movimiento revolucionario organizado ni se vinculaba orgánicamente al Partido. Así, los resultados fueron elocuentes: grupos armados ahogados en sangre por la brutal acción de las fuerzas represivas del Estado, tanto las militares como las paramilitares. Represión y hostigamiento sistemáticos a militantes de organizaciones sociales –clandestinas o legales– que en su momento significaron una preocupación prioritaria para el Estado; exterminio de movimientos guerrilleros y organizaciones de lucha clandestina; millares de personas desaparecidas y asesinadas por motivos políticos. Incluso, se dio la aparición de diferentes grupos guerrilleros sin entender su dinámica y sin injerencia real o cualitativa en la sociedad, situación que decantó en su inapreciable desaparición. En casos extremos, se llegó a la lucha fratricida entre revolucionarios y a la degradación política y depauperación social de algunas otros grupos. Desde luego que estas apreciaciones son una hipótesis que deberá ser confrontada dentro del Balance del Ciclo de Octubre, condición necesaria para la reconstitución ideológica y política del comunismo.
En este orden de ideas, en la Unión de Lucha Proletaria no nos consideramos continuadores ni de estas organizaciones ni de la línea militar que desarrollaron. Para nuestra organización, el triunfo de la Revolución Proletaria sólo puede basarse en el cumplimiento de las condiciones de la Guerra Popular. De acuerdo con lo desarrollado por Mao Tse-Tung –quien sintetizó científicamente las leyes de la forma militar de la lucha de clases del proletariado que resumió como Guerra Popular Prolongada y que hoy forman parte del cuerpo doctrinal del marxismo– el despliegue de la Guerra Popular transita por tres fases: 1) defensiva estratégica, 2) equilibrio estratégico y 3) ofensiva estratégica; en ellas queda excluida la insurrección, independientemente que ésta pueda incluirse en algún momento de la Guerra Popular.
Nosotros sostenemos que la única línea militar proletaria es la Guerra Popular. Desde nuestra perspectiva, la revolución proletaria tiene un carácter popular y prolongado. Esto es, el proceso que permite a las fuerzas populares crecer paulatinamente en cantidad y calidad transformando, con ello, su debilidad en fortaleza y vulnerando la fortaleza del enemigo hasta convertirla en debilidad. En este proceso de crecimiento de las fuerzas populares tendrá un papel definitivo la organización y formación de un nuevo poder en las bases sociales de apoyo –al que denominamos Poder Rojo– trastocando paulatinamente, con la movilización de las masas, las relaciones sociales en dichas bases sociales de apoyo.
Sin embargo, el desarrollo de la Guerra Popular y la construcción de Poder Rojo sólo es posible a través de la intervención indispensable del proletariado como fuerza armada de clase dirigida total y omnímodamente por el Partido Comunista, con la finalidad de desarrollar una guerra de todo el pueblo contra el enemigo opresor burgués, su Estado y sus aparatos represivos. Y esto es fundamental comprenderlo: si consideramos que el Partido Comunista es el resultado de la fusión de la vanguardia con el movimiento de masas (una vez finalizada su constitución o reconstitución, desde luego) –lo que implica un proceso de construcción consciente que parte de la vanguardia, pero no se limita o reduce a ella–, y no un partido como unidad de la vanguardia en una sola organización (o sea, como partido de vanguardia que “aspira” a dirigir los movimientos de masas, pero independiente y orgánicamente separado de estos), entonces debemos tener clara la tarea de construcción en la cual el Partido Comunista es, al mismo tiempo, organización de la vanguardia y también organización del movimiento de masas. O para decirlo de otro modo, la vanguardia no presupone el movimiento de masas, frecuentemente espontáneo, como dado; sino que en el desarrollo de la lucha de clases, esta vanguardia genera movimiento consciente a través de sus vínculos de todo tipo con las masas. En este sentido, los camaradas del MAI plantean este asunto con toda precisión: «La táctica de construcción del movimiento revolucionario de masas (…) reposa en el principio organizativo de desarrollar formas propias como lo principal y penetrar todo tipo de organizaciones, es decir, descansa en el principio de que se construye desde arriba, de que la iniciativa de la vanguardia a la hora de organizar a las masas es lo principal, mientras que participar en las organizaciones creadas espontáneamente por las masas o por otras clases es complemento (17). En suma, a partir de estos planteamientos, podemos afirmar categóricamente que es la vanguardia quien deberá generar movimiento a través de su línea de masas; las organizaciones de masas sólo son revolucionarias si son organizaciones del Partido Comunista, y para ello debemos comprender cabalmente que el Partido no es la organización de revolucionarios, sino movimiento revolucionario organizado.
Entonces, observando así las cosas, es claro que existe una relación dialéctica entre el Partido Comunista y la Guerra Popular, y ésta tiene que ver con la relación de la vanguardia con las masas para la construcción de la política revolucionaria más allá de las condiciones de crisis general que vive el capitalismo en su fase imperialista pues la crisis política debe ser provocada por la lucha consciente del proletariado. En este sentido, la tarea es clara: los comunistas deben hacer política revolucionaria independientemente de la coyuntura que se les presente. Es aquí donde lo decisivo es el factor subjetivo –poner la ideología al mando– para la revolución proletaria, mediante la cual la lucha del proletariado revolucionario se convierte en el factor político fundamental de la lucha de clases, lo que combinado con la maduración de los factores objetivos desarrollan movimiento revolucionario –conducido por el Partido Comunista– donde lo fundamental es la construcción de lo nuevo y la destrucción de lo viejo.
Así es como la dialéctica entre Partido Comunista y Guerra Popular se nos revela con toda claridad: la relación entre la crisis del modo de producción y la destrucción de tal modo de producción queda manifiesta en la ligazón indivisible entre Partido Comunista–Guerra Popular: el Partido crea las condiciones para la crisis política del Estado capitalista y para la organización armada de las masas, la solución a esa crisis se da a través de la Guerra Popular. Es en la estrecha relación dialéctica existente en la relación Partido Comunista–Guerra Popular donde se encuentra situada la unidad de todo el proceso revolucionario, expresando con toda coherencia la correlación y continuidad de los cuatro problemas cardinales de la revolución: desarrollo del factor ideológico–constitución o reconstitución del Partido Comunista–Guerra Popular–bases de apoyo. Con esto podemos apreciar con toda claridad que el movimiento no va de la resistencia a la revolución, sino que todo el tiempo es revolución, de principio a fin.
El carácter popular de la guerra lanzada y dirigida por el Partido y su fuerza armada de clase, descansa fundamentalmente en el establecimiento de Poderes Rojos, o sea, bases sociales de apoyo fundadas en la movilización de la población creando poder de nuevo tipo e integrando los recursos de la región al sostenimiento de la guerra. Así, el crecimiento paulatino de estos poderes rojos y su avance y consolidación depende del desarrollo de la Guerra Popular, pues será ésta la que garantice su conservación en detrimento de la podrida institucionalización burguesa, que debe ser destruida desde sus cimientos por la fuerza armada de clase dirigida por el Partido: «El principio básico de la guerra –sostiene Mao Tse-Tung– es conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo».
En la actualidad, en México, existen numerosas organizaciones revolucionaria armada que van desde la guerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, hasta el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario, PDPR-EPR. ¿Cómo se ubican ante esta realidad? ¿En qué está la lucha armada mexicana? ¿Existen las condiciones objetivas y subjetivas para su desarrollo?
Bueno, consideramos que esta pregunta está íntimamente ligada con la anterior. Esto es, que tanto el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) como el Partido Democrático Popular Revolucionario – Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) son parte, aunque han trascendido en el tiempo hasta nuestros días, de esa oleada de lucha guerrillera que surgió entre los años sesenta y setenta del siglo pasado. Y aunque estas organizaciones son parte del contexto actual, ambas tienen un papel y un impacto distinto. El origen del EZLN se remonta a las FLN y el del PDPR-EPR al PROCUP y al PDLP.
Históricamente, cada grupo guerrillero ha surgido como una fuerza política y social particular, con expectativas y lineamientos políticos diferentes así como con programas y posturas político-ideológicas también distintas. Por ello no pueden ser analizados de manera homogénea, aunque compartan el contexto histórico y la lucha armada.
En la actualidad, y desde su emergencia pública en 1994, el EZLN busca, a través de la realización de mesas de diálogo nacional, dar paso a una reforma del Estado en materia de derechos y cultura indígena. En 1996 culminó una etapa de este diálogo con el Estado con la firma de los denominados Acuerdos de San Andrés que no fueron cumplidos ni respetados a pesar del carácter reformista del acuerdo. Por ello, en el año 2001 los zapatistas continuarían insistiendo al Estado que respetara los acuerdos y aprobara desde el Congreso una Iniciativa de reforma indígena que representara el espíritu de los Acuerdos de San Andrés. Realizaron una multitudinaria marcha desde Chiapas hasta la Ciudad de México que denominaron “Marcha del color de la tierra” con la finalidad de lograr la aprobación de la reforma que anhelaban. El Estado respondió rechazando una vez más los Acuerdos y realizando una reforma Constitucional que violentaba las demandas zapatistas; además apretó en la represión contra las bases zapatistas desatando la violencia paramilitar en Acteal, lo que dejó a decenas de indígenas mayas masacrados.
El zapatismo entonces, sin posibilidad alguna de responder militarmente a la cruenta represión, decidió centrar sus esfuerzos en profundizar la construcción de Municipios Autónomos que habían surgido a la vida política desde 1994. En 2003, articularon una forma de organización regional a partir de dichos Municipios Autónomos que denominaron Juntas de Buen Gobierno y es esa construcción de autonomía lo que les ha mantenido activos.
Como se puede apreciar, el EZLN, a pesar de su nombre, no es una organización político-militar; las armas que exhiben en sus presentaciones públicas no representan poder alguno, son más bien parte de una representación simbólica. A pesar de la brutal represión a la que han sido sometidas sus bases de apoyo –incluso hasta la aniquilación–, desde su presentación pública jamás han desarrollado acciones militares de autodefensa armada. Así que, desde nuestro punto de vista, el EZLN primero no representa alguna propuesta de línea militar más allá de la exhibición de armas; no es una estructura político-militar que busque la conquista del poder (ellos hablan de “construir poder desde abajo y a la izquierda”) ni tampoco aspiran a la destrucción del Estado burgués, sino más bien que éste les cumpla los acuerdos violentados. No aspiran representar al proletariado pues en su línea política no existe un análisis de clase sino que se centra en una lucha sectorial, la indígena, cuestión que los coloca como un movimiento reformista que lucha por demandas reivindicativas de un sector en particular. Sin embargo, el movimiento mayense-zapatista ha logrado aglutinar en torno suyo a una buena porción de la sociedad organizada y ha tenido un impacto en la lucha de clases pues con su discurso libertario se ha logrado allegar importantes segmentos del movimiento social.
A pesar de mostrar sus formaciones militares y sus armas, el EZLN es una organización que rechaza abiertamente la lucha armada. Por ejemplo, en 1996, cuando surgió públicamente el EPR muchas organizaciones de la denominada “izquierda social” lo vieron con sospecha y desconfianza. El EZLN de inmediato se deslindó del EPR en voz del Subcomandante Marcos quien cuestionó la vía armada diciendo que ésta es «un método contradictorio y una estructura antidemocrática en todo»; asimismo, expresó que el EPR «tendrá que demostrar, como lo hizo el EZLN, la legitimidad de sus demandas y de su movimiento, el cual tendrán que demostrar si realmente es auténtico o no” (18). La voz del neozapatismo tuvo un fuerte eco en la izquierda mexicana lo que restó legitimidad a la autenticidad de la nueva guerrilla y de sus objetivos. El Estado aprovechó esta situación para aislar con cierto éxito a los eperristas.
El PDPR-EPR es un caso muy distinto al de los neozapatistas. Su origen se remonta a principio de los años setenta –aunque ellos mismos sostienen que fue en 1964– cuando surge la célula fundadora de la organización guerrillera denominada Unión del Pueblo y que en el futuro daría origen al Partido Revolucionario Obrero Clandestino “Unión del Pueblo” (PROCUP), que es una de las organizaciones históricas que conformarán el PDPR-EPR. El PROCUP se destacó por una concepción marxista-leninista de la revolución, adoptó el lineamiento político de Guerra Popular Prolongada (GPP) y se caracterizó por una fuerte disciplina en la vida clandestina y en el trabajo militar.
Por otra parte, el Partido de los Pobres (PDLP) tuvo una importante participación política en el estado de Guerrero. Liderado por Lucio Cabañas, el PDLP enfrentó exitosamente la ofensiva militar del gobierno mexicano. Durante siete años de lucha, el PDLP enfrentó 16 campañas militares del ejército mexicano que dejaron más de 500 desaparecidos que hasta hoy son reclamados: «Al golpear nuestra base social y ser golpeada también nuestra deficiente estructura en los pueblos –relató el PDLP–, la guerrilla quedó aislada de su base política” (19). Resultado de este aislamiento, el 2 de diciembre de 1972 es asesinado Lucio Cabañas por el Ejército mexicano en el contexto de la liberación del gobernador electo de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, secuestrado por el PDLP durante siete meses. Con la muerte de Cabañas el PDLP entró en un proceso de dispersión; un año después intentó la reestructuración que logró desde la clandestinidad en 1976. En 1979 el PDLP establece contacto con el PROCUP quien le comparte el lineamiento de GPP que el PDLP adoptará. En abril de 1990 anuncian la fusión de sus dos partidos dando paso a la conformación del PROCUP-PDLP.
Ya como PROCUP-PDLP la organización realiza varias actividades políticas principalmente en Guerrero, Oaxaca y la Ciudad de México que consistieron en campañas de propaganda armada y actos de hostigamiento militar. Para 1994, con el surgimiento del EZLN, el PROCUP-PDLP realizó varias acciones político-militares en apoyo a los insurrectos chiapanecos, (20), acciones que en 1996 reivindicaría el PDPR-EPR como propias. (21).
El 28 de junio de 1996 el EPR hace su presentación pública en el vado de Aguas Blancas durante el primer aniversario de la masacre perpetrada en ese lugar contra campesinos organizados en la Organización Campesina de la Sierra del Sur, asesinados por las fuerzas policíacas del sureño estado de Guerrero. Su presentación la hace con un documento titulado Manifiesto de Aguas Blancas donde destaca que esta organización se plantea luchar:
«a) Por el derrocamiento del gobierno antipopular, antidemocrático, demagógico e ilegítimo al servicio del gran capital nacional y extranjero;
- b) Por restituir la soberanía popular y los derechos fundamentales del hombre;
- c) Por la solución a las demandas y necesidades inmediatas del pueblo, realizando los cambios económicos, políticos y sociales que se requieren;
- d) Por relaciones justas con la comunidad internacional, y
- e) Por el castigo a los culpables de la opresión política cometidos contra el pueblo. (22)
Para ello hacen «un llamado a todo el pueblo y a todas las organizaciones democráticas, sindicales, políticas, progresistas, armadas revolucionarias, a los luchadores sociales y personalidades progresistas y democráticas, a unificar todas las formas de lucha en la lucha democrática revolucionaria». Es este documento el que da un primer panorama por lo que el EPR luchará en lo futuro. Dos meses después, se realizará la presentación pública del PDPR, la estructura partidista que da dirección política e ideológica al EPR. Esta presentación se hará en una región serrana de México, de allí que lleve por nombre Manifiesto de la Sierra Madre Oriental que, a su vez, es el Programa político de la organización que plantea como puntos medulares los siguientes:
«(…) el PDPR propone el siguiente programa, que contiene los siguientes objetivos:
1) Objetivos Generales:
- Por un nuevo gobierno, que represente los intereses del pueblo y tenga como objetivo fundamental la satisfacción de sus necesidades. (…) gobierno provisional [donde] estarán representadas todas las fuerzas democráticas revolucionarias del país [y] tendrá como tarea fundamental convocar y garantizar la realización de una Asamblea Constituyente.
- Por una nueva Constitución;
- Por la construcción de la República Democrática Popular, (…) democrática representativa y popular;
- Por un reordenamiento económico, (…) eliminar la desigualdad regional y elevar el nivel de vida de los grupos sociales más desprotegidos. (23).
Nada de revolución proletaria, nada de toma de poder, nada de Guerra Popular Prolongada; sólo un programa de corte reformista que abiertamente buscaba la anuencia del Estado burgués –y no su destrucción como afirmaban anteriormente– a través de paliativos economicistas más propios del oportunismo conciliador que de la perspectiva revolucionaria comunista. Era claro que los planteamientos político-ideológicos del PROCUP-PDLP habían cambiado junto con su nombre. No conformes con esta regresión programática hacia el reformismo, dos años después dieron un viraje revisionista más cínico cuando deciden impulsar una “campaña insurgente por una nueva Constitución” (24) la cual no tuvo eco alguno en los sectores organizados de la sociedad.
Este proceso reformista que pretendía impulsar daría como resultado su subordinación ideológica al movimiento zapatista y le haría enfrentarse a un proceso de fragmentación interna del cual surgieron otras organizaciones aún más revisionistas que la estructura original. Este proceso de continuas escisiones del PDPR-EPR dio origen a una multitud de organizaciones sin ningún impacto cualitativo en la lucha de clases, carentes de un auténtico proyecto revolucionario. Hoy día no parece continuar en actividad alguna de ellas, por lo menos no públicamente. Hay organizaciones que parecen haber dejado de existir desde hace más de una década.
La única que continúa activa es el grupo que terminó detentando el nombre PDPR-EPR. Públicamente su actividad actualmente se circunscribe a emitir comunicados y un periódico electrónico llamado El Insurgente donde se discuten tópicos de carácter nacional e internacional muchas veces desde posiciones abiertamente revisionistas.
Las organizaciones que actualmente se autorrefieren “político-militares” no parecen tener una incidencia clara en el proceso de lucha de clases, al menos no públicamente. Sin embargo, a partir del año 2000, el PDPR-EPR afirma que ha retomado una línea política marxista-leninista basada en la Guerra Popular Prolongada, rechazando las posiciones oportunistas y revisionistas que dominaron en la organización a finales del siglo XX.
Para comprender esta nueva conversión político-ideológica, es necesario elaborar un análisis más profundo de los lineamientos político-ideológicos y programáticos del PDPR-EPR para conocer a cabalidad su significación en la lucha de clases actual.
Después de la fragmentación experimentada por el PDPR-EPR, la organización decidió realizar su Primer Congreso Nacional en el año 2000, situación extraña para una organización que se jacta ser “en esencia un Partido Comunista”, que se rige por el principio leninista del Centralismo Democrático y que según ellos se conformaron en 1964, no realizar Congreso alguno en 36 años de existencia; esto no es congruente con esos principios leninistas que dicen seguir. De cualquier forma, el PDPR-EPR afirma haber concluido su Primer Congreso Nacional a principios del 2001 (25).
En torno a su Congreso, el PDPR-EPR afirma haber realizado
«(…) una crítica reflexiva, aceptando un conjunto de errores y concluyendo con una actitud fraterna, crítica y democrática. Con la voluntad de las bases y la real representación democrática partidista, dieron el respaldo con su voto a los resolutivos generales del congreso, resolviendo retomar metodología y línea política con variantes y adecuaciones que la realidad del nuevo milenio nos exige”. (26)
En este punto es necesario comprender la referencia que hacen sobre “retomar metodología y línea política”. El surgimiento del EZLN trajo consigo una renovación en las formas antimarxistas de hacer “política revolucionaria” que tuvo un impacto no sólo a nivel nacional, sino internacional. Dos líneas pueden resumir este antimarxismo inveterado: la renuncia consciente a conquistar el poder mediante la violencia organizada de las masas y la posterior destrucción del Estado burgués y, en su lugar, la “construcción del poder desde abajo” a través de “las nuevas formas de hacer política”; ambas líneas opuestas a los planteamientos estratégicos de los clásicos del marxismo-leninismo. A pesar de su carácter antimarxista, estos “innovadores” planteamientos sumergieron a las más diversas organizaciones del movimiento social mexicano –incluso muchas autodefinidas comunistas o revolucionarias– en profundas reflexiones sobre su praxis concreta a la luz de la ideología mayense-zapatista. Dentro de estas organizaciones se encontraba el PROCUP-PDLP, quien antes de la emergencia del EZLN decía estructurarse con base al Centralismo Democrático leninista y profesar la “Línea Política de Guerra Popular Prolongada”, además de plantearse como objetivos estratégicos “la revolución proletaria para la toma del poder” y la “instauración de la Dictadura del Proletariado”.
Sin embargo, a pesar de la aparente solidez de sus planteamientos político-ideológicos, la aparición el EZLN empujó al PROCUP-PDLP a manifestarse políticamente. La solidaridad lanzada por la Unión del Pueblo en favor de los zapatistas se mostró desde los primeros días de enero y constó de una declaración político militar y seis acciones militares (27). Pero no sólo eso, no pasó mucho tiempo para que la influencia del EZLN impactara en términos político-ideológicos al PROCUP-PDLP:
«(…) la emergencia del EZLN el 1 de enero de 1994 vino a catalizar o a acelerar definitivamente el análisis y la discusión (…) la necesidad de acelerar nuestros planes estratégicos, definidos desde 1987, consistentes en reanudar el hostigamiento militar contra las fuerzas del enemigo. Al avanzar en esta dirección fuimos profundizando, al mismo tiempo, en el proceso de reflexión, consulta y discusión interna. De modo que, como PROCUP-PDLP, dimos respuesta a una de las primeras consultas del EZLN, difundiendo por primera vez la propuesta programática de Nuevo Gobierno, Nueva Constitución, Reordenamiento económico y Auténtica República. Asimismo, avanzamos en el proceso de formalización y oficialización de nuestro ejército, al cual, por vía democrática, dimos por nombre: Ejército Popular Revolucionario (EPR). La masacre de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995, vino a constituir un nuevo catalizador de este proceso” (28)
Esa discusión parece haber sido concluida a mediados de 1995 cuando el PROCUP-PDLP presentó una renovación en su línea política y en sus objetivos programáticos asimilando de manera completa los planteamientos zapatistas:
«(…) hacemos un llamado a las organizaciones sociales, políticas, religiosas, estudiantiles, populares, sindicales, a personalidades democráticas y progresistas y organizaciones armadas, a transitar todos, por una vía revolucionaria, en la que se desarrollen, combinen y generalicen todas las formas de lucha: la económica, la política, la ideológica, la legal, la clandestina, la democrática, la revolucionaria, la electoral, la parlamentaria, las movilizaciones, la acción política de masas y la lucha armada revolucionaria, con la consecuencia y responsabilidad que nos permita arribar desde la forma de lucha elegida a la transformación DEMOCRÁTICA REVOLUCIONARIA de nuestra sociedad, mediante las siguientes Reformas Generales Institucionales: 1. Un nuevo Gobierno. 2. Una nueva Constitución. 3. Un nuevo reordenamiento económico. 4. La Auténtica República”. (29)
La nueva propuesta programática del PROCUP-PDLP se elaboraba en consonancia con la dirección hegemónica revisionista que imponía el EZLN en el movimiento revolucionario nacional. Con este cambio programático, el PROCUP-PDLP se enfrentaba a una refundación integral:
«(…) como PROCUP-PDLP, dimos respuesta a una delas primeras consultas del EZLN, difundiendo por primera vez la propuesta programática de Nuevo Gobierno, Nueva Constitución, Reordenamiento económico y Auténtica República. Asimismo, avanzamos en el proceso de formalización y oficialización de nuestro ejército, al cual, por vía democrática, dimos por nombre: Ejército Popular Revolucionario (EPR). La masacre de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995, vino a constituir un nuevo catalizador de este proceso. Elaboramos el proyecto de una nueva Constitución, rescatando el componente popular y revolucionario que le dio origen a la Constitución de 1917; asimismo, elaboramos un proyecto de declaración de guerra que nunca dimos a conocer, pues arribamos a la conclusión de que era necesario mantenernos en el marco de la autodefensa y de la propaganda armad revolucionaria, redactando así el Manifiesto de Aguas Blancas, dado a conocer justo en el primer aniversario luctuoso de la masacre en el Vado que le dio su nombre, así como el Manifiesto de la Sierra Madre Oriental, donde dimos a conocer la existencia del PDPR. Sin embargo, la modalidad del accionar del 28 de agosto no se ajustó finalmente con la concepción de autodefensa; sobreestimamos nuestras fuerzas y nos dejamos llevar por la inercia de una concepción militar que no se correspondía con nuestro grado de desarrollo ni con la realidad que pretendíamos transformar. Entre junio y agosto de 1996 se llevó a cabo el proceso que puso término al PROCUP-PDLP y dio lugar al PDPR. Se trataba de ajustar el proyecto partidario a las modificaciones programáticas y estratégicas a las que habíamos dado lugar; asimismo, se trataba de hacer un reconocimiento a los diferentes núcleos, colectivos y proyectos revolucionarios que mediante la cooptación nutrieron e hicieron crecer al PROCUP-PDLP (…) se trataba de asumir autocríticamente y poner distancia con respecto de la política sectaria que asumimos al seno de la izquierda en todo el periódico histórico anterior; pero, sobre todo, se trataba de poner distancia con respecto de la “leyenda negra” acuñada por el estado en un intento de éste por aislarnos e impedir nuestro crecimiento. Regresando al 28 de junio y 28 de agosto de 1996, consideramos que estas dos fechas marcan la culminación y al mismo tiempo el inicio de una nueva etapa de nuestro desarrollo como agrupamiento revolucionario” (30)
En síntesis, el antiguo PROCUP-PDLP terminó poniéndose a la cola del revisionismo impulsando los elementos más reaccionarios de una política de abierto corte burgués dentro del movimiento popular.
De lo anterior se desprende que el PDPR-EPR, durante su Primer Congreso Nacional, se refiera a “retomar metodología y línea política” pues en los resultados de este Congreso se puede apreciar nítidamente que retornan a lo que ellos consideran “concepciones de corte marxista-leninista”:
«El PDPR-EPR:
- Ratifica su lineamiento de Guerra Popular Prolongada para lograr los objetivos históricos del proletariado (…)
- Declara que nuestra lucha fundamental es contra el capitalismo (…)
- Es la continuidad histórica del Partido Revolucionario Obrero Clandestino “Unión del Pueblo” (…)
- Ratifica como concepción del mundo el marxismo-leninismo y el principio leninista de organización: el centralismo democrático.
- En esencia es un Partido Comunista. (…)
- Ratifica el principio del Internacionalismo Proletario (…)
- Es parte de la resistencia comunista internacional (…)
- Reafirma el carácter político militar de nuestro partido (…)” (31)
Los resolutivos del Congreso Nacional establecen un paso importante en la recuperación de los planteamientos marxistas en función de la lucha revolucionaria. Nos queda la impresión que en este periodo el PDPR-EPR entra en un proceso de lucha ideológica en su interior, expulsando aparentemente las perspectivas ajenas a los planteamientos marxistas-leninistas, de las que ya hemos hablado anteriormente, y se perfila a una reformulación ideológica de sus planteamientos inmediatamente anteriores. Sin embargo, este proceso no parece haberlos puesto en el camino de una verdadera reconstitución ideológica. Si bien se retoman elementos doctrinarios del comunismo en sus resolutivos de Congreso, en el despliegue de su programa político asoman una serie de tergiversaciones que pretenden hacer pasar por marxismo-leninismo.
Por ejemplo, en la exposición de motivos que sustenta su programa político, el PDPR-EPR dice textualmente:
«(…) para contribuir a lograr las transformaciones políticas, económicas y sociales que el país requiere, el Partido Democrático Popular Revolucionario PDPR, hace la siguiente propuesta.
(…) Ante la violación sistemática y cotidiana de la Constitución Política por el gobierno, reformada a espaldas del pueblo y aplicada en beneficio de los explotadores; (…)
(…) Ante la inexistencia de un Estado de derecho y la creciente opresión política en la que el gobierno antipopular mantiene al pueblo mexicano, manifestada en la falta de libertades políticas, en la violación de los derechos humanos, en la falta de respeto a la voluntad política del pueblo a quien mantiene al margen de la participación y la toma de decisiones en la vida política del país;
(…) Ante la falta de impulso y apoyo de parte del gobierno a la actividad cultural, artística y deportiva”. (32)
Hemos sustraído estos pocos, pero elocuentes, puntos de una enorme lista de agravios que el Estado burgués ha cometido contra “el pueblo trabajador” y que el PDPR-EPR enumera. Y nos referimos a ellos porque evidencian la impronta que el revisionismo deja en los planteamientos de esta organización.
Un primer elemento es la reivindicación que hacen de la Constitución Política mexicana. Violada o no la Constitución Política es un asunto irrelevante para un comunista. La Constitución Política mexicana no es otra cosa que la forma en que la burguesía organiza su poder mediante el derecho positivo. Si es violentada o no, eso no cambia de fondo absolutamente nada para el proletariado. Esta ley de la cual el PDPR-EPR se convierte en defensor, está basada íntegramente en la propiedad privada sobre los medios de producción y ha sido el elemento edificador y normativo de la dominación de la burguesía sobre el proletariado. Una traba legaloide para mantener prensado en estrechos márgenes el despliegue revolucionario del proletariado; ni más ni menos de eso se vuelve defensor el PDPR-EPR, de la consagración de la explotación del hombre por el hombre. Pero no conforme con ello, se muestra defensor también del Estado de derecho. Estos “comunistas” parecen no entender que el Estado de derecho es la aplicación de facto de la normatividad burguesa en la vida social, sometiendo al proletariado a brutal coerción si rebasa los límites marcados por el Estado de derecho. El PDPR-EPR profesa un fetichismo jurídico ajeno al marxismo-leninismo y propio del pensamiento reaccionario burgués.
El derecho positivo no es otra cosa que el conjunto de reglas de conducta que expresan la voluntad de la clase dominante cuya aplicación está garantizada por la fuerza coactiva del Estado (Estado de derecho) a fin de proteger y desarrollar las relaciones sociales burguesas. En este sentido, la leyes son formas fetichizantes de las relaciones sociales específicamente capitalistas. El derecho se presenta como la forma mistificada de una relación social específica, es decir, la relación entre poseedores de mercancías que intercambian equivalentes en tanto participantes de un determinado tipo de sociedad, en este caso, la burguesa. Entonces, el derecho es en realidad derecho burgués-capitalista. Y es que el derecho no sólo es un fenómeno social sino histórico que aparece en un momento concreto del desarrollo social; así, las categorías jurídicas sólo pueden ser comprendidas íntegramente si se les analiza históricamente. Es absolutamente antimarxista invocar a la Constitución Política y demás instituciones jurídicas.
En este mismo sentido, los derechos humanos es otro elemento reivindicado progresivamente por el PDPR-EPR, haciendo más evidente su culto a la legalidad burguesa, pues parece obviar que la noción “sujeto de derecho” no es una categoría ahistórica sino que se encuentra condicionada histórica y materialmente. El modo de producción capitalista es desigual por principio, se sustenta en la contradicción antagónica e irreconciliable entre el trabajo asalariado y el capital. Y a pesar de ello, el PDPR-EPR pretende aplicar una medida igual a algo que es desigual: los derechos. Y es que los derechos humanos declaran a todos los seres humanos como iguales en un sentido abstracto, de allí que sus condenas a la vulneración sólo se den en un plano ideal. Los derechos humanos sólo son posibles desde el momento en que el individuo es separado del grupo y considerado como una partícula independiente portadora de derechos propios –la propiedad privada–. Esta abstracción de su ser genérico le despoja de su potencial posibilidad revolucionaria, o sea, de su cualidad para transformar el mundo y lo arroja a la potestad y arbitrio del Estado en tanto que le concede unos derechos que únicamente tienen una función de titularidad simbólica, situación que pretende ocultar en la técnica jurídica la explotación capitalista. El PDPR-EPR es una “organización marxista” que termina adoptando como propias las premisas ideológicas de la burguesía en impune desconocimiento del pensamiento marxista:
«Los llamados derechos humanos, a diferencia de los derechos del ciudadano, no son otra cosa que los derechos del miembro de la sociedad civil, es decir, los derechos del hombre egoísta, del hombre que vive al margen del hombre y de la comunidad. (…) Se trata de la libertad del hombre considerado como una mónada, aislado, replegado sobre sí mismo. (…) Sin embargo el derecho humano de la libertad no descansa sobre la unión del hombre con el hombre, sino que se basa, por el contrario, en la separación entre los hombres. Es el derecho a disociarse, el derecho del individuo aislado, limitado a sí mismo” (33)
Entonces, por un lado el PDPR-EPR nos plantea una reflexión teórica sobre el marxismo que, según ellos, orienta su lineamiento político (34); pero por otro lado observamos un Programa político que llama a la práctica reformista. Esta es una situación de dualización, muy generalizada en el revisionismo de todo el mundo:
«Este fenómeno de dualización resume este revisionismo práctico que aplica el PCE(r) y que no es más que el reflejo de la división social del trabajo burguesa –fundada en la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual– en su ideología y en su política, que pone de manifiesto su incapacidad para construir un movimiento político independiente que sirva a los objetivos de la lucha de clases revolucionaria del proletariado. Y lo que se refleja como organismo colectivo tiene su correlato, finalmente, en el plano individual, donde el reflejo ideológico burgués se traduce en liberalismo puro y simple” (35)
Estas concepciones que el PDPR-EPR intenta hacer pasar por marxismo-leninismo, en realidad son revisionismo reformista que haría enorgullecer al propio Bernstein. Y para muestra aquí tenemos algunos objetivos programáticos a los que la organización invita a conquistar:
«CONVOCAMOS AL PUEBLO DE MEXICO y a sus organizaciones democráticas revolucionarias (…) [a] luchar por un nuevo gobierno que represente los intereses del pueblo y tenga como objetivo fundamental la satisfacción de sus necesidades. Esencialmente distinto al que hoy detenta el poder en nuestro país, (…). En este nuevo gobierno estarán representadas todas las fuerzas democráticas revolucionarias del país y tendrá como tarea fundamental, convocar y garantizar la realización de una Asamblea Constituyente, de la cual emanará una nueva Constitución, el gobierno legalmente constituido y la fundación de la república democrática popular con todas sus instituciones. (…)
Una Constitución, que con base en Los Sentimientos de la Nación en 1814, de Don José María Morelos y Pavón que dice “…Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”.
(…) deberá garantizar el respeto a los derechos humanos de todo el pueblo y la satisfacción de las necesidades económicas, materiales y sociales de toda la sociedad
La constitución de una República que deberá ser construida y preservada por el gobierno de todo el pueblo y reglamentada con base en la normatividad establecida en la nueva Constitución, por lo que será democrática, representativa, popular, soberana y federal. (36)
A pesar de que sostienen que sus objetivos históricos son «1. La toma del poder político, 2. La instauración de la dictadura del proletariado, 3. La construcción del socialismo en las condiciones de México y con sus particularidades” (37); la verdad es que su Programa no refleja en absoluto algo de esto. Desde nuestro punto de vista, es necesario que la línea política se traduzca siempre en Programa, o sea que no se limite exclusivamente a la solución general de los problemas más acuciantes de las masas, sino fundamentalmente la forma y el modo de resolverlas a través de la Dictadura del Proletariado y del Socialismo. Pero esto no existe en el Programa del PDPR-EPR; al contrario, omite resolver la enorme lista de demandas (todas propias de la petición a la reforma del Estado burgués) que escriben en su Programa desde los objetivos que dicen sostener, y a contrapelo las orientan a la esfera del reformismo.
Desde nuestra concepción, el Programa significa la culminación de la Reconstitución porque vincula la ideología a las masas de forma estrecha, pues en ese momento la vanguardia ha logrado expresar las reivindicaciones de las masas en función de la línea revolucionaria marxista-leninista, esto es, desde la necesidad de la Dictadura del Proletariado y del Socialismo, como hemos dicho. Esto permite crear de manera efectiva al Partido Comunista. El Partido reconstituido objetiva la unidad entre la vanguardia y las masas a través de su Programa en el plano político, y como organizaciones de partido que se convierten en correa de transmisión efectiva de la vanguardia hacia las masas en el plano organizativo. Pero este carácter auténticamente revolucionario del Programa está ausente en la propuesta programática reformista del PDPR-EPR.
El PDPR-EPR renuncia conscientemente a ofrecer un Programa auténticamente revolucionario porque renuncia a resolver los problemas de las masas a través de la Dictadura del Proletariado y del Socialismo y, en cambio, lo pretende resolver desde el reformismo burgués evidenciando su política abiertamente antimarxista.
El PDPR-EPR en su Programa hace el llamado a las «organizaciones democráticas revolucionarias: políticas, sociales, a sus sectores sociales y personalidades democráticas progresistas, a sus organizaciones, partidos y ejércitos revolucionarios, a que transitemos todos por una vía democrática revolucionaria, organizados en una sola fuerza social e histórica para liberar a la nación mexicana del Estado opresor” (38); o sea, hace un llamado a las grandes y amplias masas tratando de acumular fuerza a través de la reivindicación de sus demandas inmediatas: sin embargo, parecen no darse cuenta que éstas se encuentran organizadas al margen de la actividad comunista. Este ha sido un error fatal en el proceso revolucionario, pero ha sido práctica preconizada por el movimiento comunista durante todo el ciclo anterior. La pretendida acumulación de fuerza sobre la base de esta política oportunista basada en las demandas inmediatas de las masas –que no es otra cosa que su movimiento espontáneo resistencialista conducido por sus organizaciones gremialistas ajenas a la actividad comunista y sin influencia en ella– sólo puede resultar en el apuntalamiento de sus dirigencias y estructuras burocrática-gremialistas que ya poseen por sí mismas capacidad de organización y encuadramiento permanente con el Estado, por ejemplo la burocracia sindical y la aristocracia obrera. Esta práctica errónea sólo conduce a la vanguardia por el camino del programa mínimo reformista –tal como se puede observar en los postulados del PDPR-EPR– que, a su vez, no es otra cosa que la antesala al juego nefasto del cretinismo parlamentario.
Ya hemos alargado mucho esta respuesta, pero consideramos necesario exponer algunos criterios que tenemos sobre los actuales representantes del movimiento armado revolucionario en México y la profunda huella que ha dejado sobre ellos el revisionismo hegemónico en el Movimiento Comunista Internacional.
A pesar de que el PDPR-EPR rechaza tajantemente la sombría realidad de la crisis del comunismo y la necesidad de recolocar el marxismo como la teoría de vanguardia que ha sido usurpada por el revisionismo a lo largo del ciclo revolucionario anterior; ellos son el ejemplo vivo de esa crisis, de esa incomprensión del marxismo y de su tergiversación.
Lamentablemente la ideología del PDPR-EPR está más cercana a los planteamientos del revisionismo histórico que del marxismo-leninismo. Su Programa político tergiversa de lleno el marxismo mediante el determinismo económico, el reformismo progresivo, el etapismo, el legalismo jurídico, el obrerismo y, fundamentalmente, el conciliacionismo con el Estado burgués como hemos visto con sólo unas pocas líneas de sus documentos programáticos.
Para nosotros es claro que mientras no se reconstituya ideológicamente el Comunismo, con el Balance del Ciclo de Octubre de por medio, seguiremos condenados a que organizaciones como el PDPR-EPR sigan confundiendo al proletariado y a las masas populares. Sólo a través de la reconstitución ideológica del Comunismo podremos construir las condiciones subjetivas –poniendo la ideología al mando– para el pleno desarrollo no de la lucha armada en abstracto, sino de la Guerra Popular.
También en México existen otras organizaciones que desarrollan otras estrategias y tácticas pero que se ubican en la vereda opuesta al reformismo y al revisionismo. Entre ellas encontramos al Partido Comunista de México (marxista-leninista) que edita el periódico Vanguardia Proletaria que desarrolla su trabajo a través del Frente Popular Revolucionario, FPR. También están los compañeros del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, FNLS, la Organización de Lucha por la Emancipación Popular entre muchas otras. ¿Cómo ven estas experiencias y otras similares? ¿Cómo se plantean frente o hacia ellas?
Esas organizaciones no se ubican opuestas a las veredas del reformismo y del revisionismo, por el contrario, son su representación culminante.
Hemos mencionado que en la Unión de Lucha Proletaria sostenemos la tesis de la inexistencia histórica del Partido Comunista en el Estado mexicano. El partido leninista, el partido de nuevo tipo, síntesis de la vanguardia revolucionaria como conciencia organizada y movimiento de masas con praxis revolucionaria, no ha logrado constituirse aún. Las organizaciones que hoy se autodenominan “Partidos Comunistas”, o “Partidos representantes de la clase obrera revolucionaria”, oscilan entre la socialdemocracia y una rancia política reaccionaria e incongruente, plenamente diluidos en un ridículo “folclorismo rojo”. Tanto los “comunistas” como el resto de las diversas organizaciones que componen el variopinto entramado del movimiento social mexicano –así se hagan llamar incluso socialistas o revolucionarias– caminan por los terrenos tendidos por la hegemonía ideológica burguesa. Incluso las organizaciones honestas y verdaderamente comprometidas con una transformación cualitativa de la realidad se muestran impotentes de poder constituirse como una alternativa política, ideológica y revolucionaria –ya por falta de claridad en su lineamiento político, ya por sus formas pragmáticas y convencionales de hacer política aparentemente revolucionaria, ahogadas en el seguidismo que les pone no sólo a la cola de los acontecimientos, sino en la retaguardia del revisionismo– e incapaces de deslindarse política e ideológicamente de sus propias prácticas y hacer frente a la férrea hegemonía burguesa y de sus testaferros como el oportunismo, el revisionismo y la aristocracia obrera.
Así, lamentablemente el movimiento social mexicano en su conjunto se ha estructurado como correa de transmisión del dominio capitalista a partir del reformismo, del clientelismo y del corporativismo, todo profundamente enraizado en el Estado mexicano, siendo estas organizaciones, junto con otras de carácter histórico, protagonistas y colaboradoras en las condiciones actuales de sometimiento y subordinación en favor de los intereses de la burguesía. Todo ello expresa la derrota del comunismo en el contexto mexicano.
Nuestro planteamiento ante dichas organizaciones está marcado por un deslinde total y tajante. Para nosotros estas organizaciones se colocan ideológicamente como antagónicas a los intereses del proletariado, representan el peso muerto que trae arrastrando el movimiento social, por lo que confrontarlos en el terreno de la lucha de clases se vuelve una tarea sustancial en el tránsito hacia la reconstitución ideológica y política del comunismo.
¿Creen ustedes importante que exista un espacio, un referente de convergencia de estas dos formas de izquierda revolucionaria? ¿Lo ven factible? ¿Cuál es la propuesta y condiciones de la ULP para que se avance en la unidad de los revolucionarios?
No creemos que exista ese espacio en lo inmediato ni en lo sucesivo mientras no exista una estructura orgánica revolucionaria, con una línea política y un programa que respondan realmente a los intereses del proletariado y a sus tareas históricas. No hay posibilidades factibles de que una convocatoria en esos términos tenga buen puerto bajo las condiciones actuales. Tan solo en lo que va del siglo XXI, en el Estado mexicano se han lanzado convocatorias casi cada año llamando a la unidad, siendo fracasos rotundos, producto de la línea revisionista imperante, abanderada por las autodenominadas organizaciones comunistas o revolucionarias que trasladan los esfuerzos y la organización espontánea de las masas hacia sus propios intereses, hacia la reforma del Estado y a la institucionalización de los procesos de lucha.
Para nosotros preparar la unidad de los revolucionarios está íntimamente vinculado con el desarrollo de las etapas de la reconstitución que nos sitúa con tareas concretas para cada paso cualitativo. En esta etapa (39) de defensiva política estratégica buscamos, por una parte, aglutinar a la vanguardia dispersa, a aquellos que tengan como interés las tareas históricas de la revolución comunista; por otra parte, formar desde los cimientos a la vanguardia que retomará la batuta del proceso revolucionario; ambos aspectos se sitúan en nuestra línea de masas en el momento actual.
Las etapas de la reconstitución establecen un principio irrenunciable: la revolución inicia desde la primer etapa, y en todo momento es revolución; la conformación de la vanguardia es ya parte del proceso revolucionario en tanto se reposiciona el marxismo como ideología de vanguardia, lo que se remite inexorablemente a la formación integral de la vanguardia, esto es, al fomento de una formación intelectual y cultural que constituya una cosmovisión o concepción integral del mundo desde el marxismo revolucionando, con ello, su conciencia para revolucionar su praxis. La unidad de los revolucionarios responde a ello. No existe unidad sin lucha ideológica, y no existe lucha ideológica sin una formación político-ideológica profunda e integral. Para nosotros la unidad de los revolucionarios no se constituye cuantitativamente –a través de la aglomeración cuantitativa de comunistas–, sino políticamente desde los primeros círculos comunistas pre-partidarios. Sólo a partir de la lucha ideológica que permita poner la ideología marxista al mando es que se puede asegurar la independencia política, constituyendo con ello una posición comunista revolucionaria depurada de toda postura burguesa, cimentando a su vez la unidad en torno a los intereses revolucionarios del proletariado. Esto representa para nosotros lo que denominamos las bases para la unidad partidaria las cuales implican la asimilación del marxismo como concepción del mundo, como arma científica que coloca los fundamentos político-ideológicos irrenunciables que guiarán el proceso revolucionario y la praxis de la militancia comunista. Sólo bajo estas bases, estrechamente vinculadas a la Línea General, (en el momento actual), a la Línea Política y al Programa revolucionarios (una vez concluido el proceso de reconstitución ideológica) es que se puede concebir la unidad de los revolucionarios.
NOTAS
14 Los integrantes del GPG sostenían que los cambios revolucionarios que México necesitaba no se podían conquistar por medios pacíficos. Estaban convencidos que los partidos políticos revisionistas y reformistas en que habían militado no harían la revolución que se necesitaba para construir la nueva sociedad socialista: «Lo que falta es una dirección a la altura de las masas y las circunstanciasde ascenso revolucionario que vive el movimiento estudiantil, una dirección audaz de amplio criterio, de gran capacidad y visión, armada de una teoría revolucionaria (…) Los partidos políticos son una gran escuela para los revolucionarios y considerados como el estado mayor del proletariado son absolutamente necesarios. Pero ocurre en nuestro país, lo mismo que en otros y lo mismo que en Cuba ocurrió, que tales partidos de hecho no tienen nada que ver con la clase obrera, creen que basta el rotulo para hacer la vanguardia y por eso el proletariado, al margen de esos partidos ha organizado su estado mayor aunque no lleva el nombre de [Partido Socialista]. (…) Todas las opiniones pueden sin embargo, reducirse a dos corrientes: las que consideran que PACÍFICAMENTE podrá el pueblo mexicano romper las cadenas que la atan, derrocar el régimen capitalista e instaurar otra forma de gobierno en manos de los campesinos y de los obreros. Y las que consideran que ÚNICAMENTE MEDIANTE LA REVOLUCIÓN, ARMADA, podrá el pueblo mexicano liberarse.». ver: Grupo Popular Guerrillero, “El único camino a seguir”, en Resoluciones, 2o. Encuentro en la sierra, núm. 5, México, Ediciones Línea Revolucionaria, 1965. Consulta en línea: http://www.madera1965.com.mx/res5.html
15 Cfr. PDLP, Ideario del Partido de los Pobres, 1973, en: https://cedema.org/digital_items/4375
16 Cfr. “Entrevista al comandante en jefe de la ACNR, Genaro Vázquez Rojas”, en Nueva Antropología, núm. 15-16, México, 1980, pp. 269-276. Consulta en línea: https://cedema.org/digital_items/6953
17 Movimiento Anti-Imperalista (2007), El debate cautivo. Carta abierta a Kimetz y al resto de la vanguardia revolucionaria del Estado Español:
https://www.reconstitucion.net/Documentos/Fundamentales/El_debate_cautivo.pdf
18 Avendaño, A. “Ningún vínculo del EZLN con el grupo armado de Aguas Blancas: Marcos”, en El Financiero, 2 de julio de 1996.
19 Ramírez, Ignacio. “Décadas de preparación, desde el ostracismo, desembocaron en el nuevo grupo guerrillero”, en Proceso 1034, 25 de agosto de 1996, p. 13.
20 Salazar, Ana. Garduño, Roberto. “Estalla un vehículo con misiles cerca del campo militar número uno. Asume el PROCUP-PDLP la responsabilidad”, en La Jornada, 9 de enero de 1994, p.8. Camacho, Carlos. “Explosión en un gasoducto en Tula; fue una ‘falla técnica’: PEMEX. El PROCUP se atribuyó la responsabilidad”, en La Jornada, 9 de enero de 1994, p. 8. Guadarrama, Juan José. “Atentado al palacio federal de Acapulco; no hay víctimas. Estalló un petardo o una granada; la reivindicación, del PROCUP”, en La Jornada, 9 de enero de 1994, p. 8. Redacción. “Deslinde rebelde de actos en Puebla, Michoacán y Guerrero. Reivindica PROCUP explosiones en Acapulco y DF”, en La Jornada, 9 de enero de 1994, p. 9.
21 Guerreo Ciprés, Salvador. “Apoyo al EZLN. En 94 realizamos acciones en Edomex, Hidalgo y Guerrero: EPR”, entrevista con integrantes del Ejército Popular Revolucionario, en La jornada, 27 de agosto de 1996, primera plana.
22. EPR. Manifiesto de Aguas Blancas, en El Financiero, 29 de junio de 1996, p. 16.
23. EPR. Manifiesto de la Sierra Madre Oriental. Programa del EPR y del PDPR, 7 de agosto de 1996, en Semanario Corre la Voz, No. 330, del 5 al 11 de septiembre de 1996.
24. Pérez U. Matilde. “Anuncia el EPR campaña insurgente por una nueva Constitución”, en La Jornada, 6 de febrero de 1998.
25. PDPR-EPR. “Comunicado nacional, para dar a conocer el término del Primer Congreso Nacional”, 6 de febrero de 2001, en El Insurgente, Año 4, núm. 30, enero-febrero 2001. Consulta en Línea: https://cedema.org/digital_items/1163
26. Íbid. (subrayado nuestro)
27. Ver supra, nota 20.
28. López, Julio César. “Entrevista a la comandancia del PDPR-EPR-TDR”, en Este Sur, revista electrónica, enero de 2002. Consulta en línea: https://cedema.org/digital_items/604
29. PROCUP-PDLP. Propuesta del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-PDLP), ante los trascendentales acontecimientos que se desarrollan en la vida política nacional, comunicado, agosto de 1995. Consulta en línea: https://cedema.org/digital_items/1456
30. López, Julio César, op.cit.
31. PDPR-EPR. “Comunicado nacional, para dar a conocer los resolutivos del Primer Congreso Nacional”, 15 de febrero de 2001, en El Insurgente, Año 4, núm. 30, enero-febrero 2001. Consulta en Línea: https://cedema.org/digital_items/1163
32. PDPR-EPR. Programa político del Partido Democrático Popular Revolucionario, 2000, consulta en línea: https://cedema.org/digital_items/1097 (subrayado nuestro)
33. Marx, Karl. “La cuestión judía”, en Escritos de Juventud, Fondo de Cultura Económica México, 1982, op. cit., p. 478.
34. El análisis del PDPR-EPR sobre el marxismo-leninismo se puede conocer en su texto Vigencia del marxismo, que se puede leer en el siguiente enlace: https://cedema.org/digital_items/1225
35. Movimiento Anti Imperialista (MAI), El debate cautivo, julio de 2007, p. 10.
36. PDPR-EPR. Programa político…, op.cit. (subrayado nuestro)
37. PDPR-EPR. Objetivos del Partido Democrático Popular Revolucionario, en: https://cedema.org/digital_items/1230
38. PDPR-EPR. Programa político…, op.cit.
39. Cabe recalcar en este punto que, si bien la nomenclatura en torno al momento actual se define como etapa, tal concepto no está vinculado al etapismo, táctica que es ideológicamente antagónica a nuestras perspectivas. Las etapas de la reconstitución marcan momentos de desarrollo cualitativo en el proceso revolucionario; sin embargo, estas etapas están imbricadas en muchos y diversos momentos, producto del proceso dialéctico que emerge con la praxis y con la plasticidad de la realidad concreta; a diferencia del etapismo que se enmarca en una perspectiva totalmente afín al reformismo como medio para “construir” el proceso socialista, tesis kaustkiana y con raíz en la socialdemocracia alemana que ha probado históricamente su ineficacia y su vinculación ideológica con los intereses de la pequeña burguesía a través del establecimiento de etapas en las que en cada una de ellas sea a partir de la reforma del Estado que se construyan condiciones idóneas para la organización de las fuerzas socialistas, enterrando cualquier posibilidad de independencia política e ideológica por parte del proletariado. Perspectiva vinculada, por ejemplo, a los llamados programas mínimos.