
CHILE: AYER Y HOY. ¿MISMA CRISIS, MISMAS REACCIONES Y MISMAS SOLUCIONES?
“Como consecuencia de la crisis económica mundial de 1929 -que, como lo señala un muy citado informe de la Liga de Naciones, golpeó a nuestro país con más fuerza que a cualquier otra economía exportadora del mundo- estallaron violentamente las tensiones sociales y políticas que se habían acumulado tras los cuatro años del gobierno autoritario del general Ibañez. Pero el ánimo no sólo estuvo influido por las circunstancias del escenario interno; la época, como generadora de un sentimiento de revolución planetaria, influyó claramente en el curso del devenir chileno”.
“Hasta el momento había primado en nuestro país un nacionalismo antipartidista y, como suele suceder luego de una experiencia represiva, se generó un campo propicio para la gestación de nuevas fuerzas sociales y movimientos políticos. Una fase de fragmentación y crisis partidaria se experimentaba desde 1924 con la dispersión y división de los partidos tradicionales en varias fracciones y la aparición de nuevas corrientes de opinión. El liberalismo se dividió en cuatro tendencias y el radicalismo en dos, al igual que el Partido Demócrata; los grupos que formaron el Partido Socialista en 1933 se inauguró con un multipartidismo, que con los años adquirirá una tendencia a la concentración y polarización”.
“Para 1933 había alrededor de 30 partidos que planteaban soluciones al caos institucional. Podría decirse que muchos de ellos obedecían a una reacción de emergencia. Intentaban dar tranquilidad social a las clases altas, temerosas de una posible revolución social. Desde la opinión pública, además, no sólo se miraba con desconfianza el sistema económico, pues la cuestión social, presente desde hacía décadas, adquiría un nuevo contenido político. Se criticaba desde varios sectores al capitalismo, a la democracia liberal, al parlamentarismo, a la intervención militar, y se ofrecían radicales salidas a la crisis de gobernabilidad”.
Emiliano Valenzuela
La Generación Fusilada:
Memorias del Nacismo Chileno (1932-1938)
Pareciera ser útil, para entender el presente, mirar hacia atrás, hacia el pasado histórico. Resulta también interesante constatar, que, aunque el presente se pueda presentar en forma dramática y angustiante, al mirar hacia atrás bien se puede encontrar períodos que son muy similares al presente donde encontramos también elementos similares en una aquella y en esta crisis, donde aparecen similares reacciones desde las clases en pugna y donde desde esas mismas clases, y más bien desde sus representantes políticos organizados, aparecen soluciones similares a la de antaño.
Eso sucede con los primeros párrafos del libro La Generación Fusilada: Memorias del Nacismo Chileno (1932-1939) del investigadorEmiliano Valenzuela. Sorprenden esos primeros párrafos con la similitud con el Chile de hoy, del 2023. Desde 1930 hasta hoy, 2023, han transcurrido 93 años, casi un siglo y sin embargo la crisis expuesta, parte de ella, en estos párrafos es muy similar a la actual. Esto podría ayudarnos a saber, y quizás acertar, en adivinar cuál podría ser el desenlace a la actual crisis haciendo el ejercicio de estudiar cómo se solucionó la crisis en la década del 30 esto considerando eso si que un período y otro tienen sus propias particularidades y que la historia no se repite en forma de calco y copia aun cuando se dé dentro del mismo sistema capitalista y dentro de su farsa conocida como democracia burguesa.
Podemos decir, y desde lo que relata Emiliano Valenzuela aquí, que por más profunda y violenta que haya sido la crisis del 30, al final de cuentas la clase dominante logró imponer su salida a aquella crisis y tuvo la capacidad de encauzar el descontento hacia el interior de la institucionalidad, y con ello a los partidos obreros y populares, insertándose, ellos, en la lucha parlamentaria y el colaboracionismo de clases.
Desde esa crisis profunda y violenta de la década del 30, iniciada mucho antes del 30, los partidos de izquierda no tuvieron problemas en hacer de la lucha política institucional, parlamentarismo, su principal forma y de acumulación de fuerzas como tampoco tuvieron problema, junto a los partidos burgueses y reaccionarios tradicionales, defender el mismo Estado y constitución ilegitima de 1925 que durara hasta 1973 año del golpe militar contra Salvador Allende.
También se podría decir que al final de cuenta la sociedad capitalista de un país neocolonizado, y saqueado mil veces, con una clase trabajadora super explotada, es al final de cuenta la historia de una sola crisis social que se inicia con la fundación de la sociedad de clases, con la consolidación del capitalismo y que sólo termina, esa única gran y prolongada crisis histórica, con el triunfo del proletariado por la vía revolucionaria y hacia el socialismo.
Si la historia de Chile es al final la historia de esa prolongada e histórica crisis del capitalismo desde su instauración hasta nuestros días, entonces, de nada sirve analizar la presente y actual crisis como si fuera una crisis única en la historia y desconocer a la vez que la crisis actual bien puede la misma que la del pasado, con sus propios elementos, pero dentro de esa misma gran crisis histórica. Al cometer ese error se cae también en dar soluciones que aparentemente pueden ser “novedosas” pero que bien pueden ser tan antiguas como el hilo negro ante una situación similar. No se puede tratar algo que ha ocurrido siempre como algo único o excepcional y de la misma forma no se le puede dar la misma receta a la misma enfermedad más aun cuando se sabe el cuerpo ha continuado padeciendo la misma enfermedad y que los remedios dados no tuvieron efecto alguno y que sólo ayudó a empeorar la salud del paciente y que su sobrevida ha sido producto de una vida artificial al haber estado conectado a un sinfín de maquinarias que lo han mantenido en cuidados intensivos sin que se haya dado cuenta.
La crisis relatada por Emiliano Valenzuela se da en 1930, es decir ocho años después de haber entrado en vigor la constitución ilegítima del 25, texto constitucional que vendría a solucionar todos los “males sociales” como si el problema de la cuestión social fuera meramente constitucional. El relato también se da en el contexto de la entrada en vigor del primer Código del Trabajo (1931) donde el conjunto de los partidos obreros (ambos marxistas) se someten a este y ayudan en la transformación del sindicalismo revolucionario alegal en sindicatos legales, es decir, ambos partidos (comunistas y socialistas) cooperan en someter al movimiento obrero a la legalidad burguesa y a despojar a dicho movimiento de su autonomía e independencia. Ambos partidos son a la vez cooperadores en imponer el Estado burgués, su validación y reconocimiento hacia este como instrumento legítimo y eficaz para solucionar los problemas fundamentales del proletariado.
Todo ello cooperó poderosamente, también, en la aparición del nacismo chileno que posteriormente este nacismo criollo sería, una parte de él, cooperador de los organismos represivos de la dictadura militar-burguesa que durara desde 1973-1990, por lo menos formalmente. El nacismo en Chile es entonces de antigua data y no sólo reciente por más que José Antonio Kast y el Partido Republicano nos pueda causar repulsa en la actualidad y quizás el contexto y graves errores de los partidos obreros de los años 30, que permitieron la irrupción del esos nacistas, es el fundamento para que hoy el fascismo actual chileno se haya convertido en una fuerza política relevante, en las últimas elecciones, derivado también de los graves y profundos errores de los antiguos partidos obreros recauchados en progresismo junto a la neosocialdemocracia. Es decir, nada nuevo con el resurgimiento del nacifascismo, hoy.
La actual crisis de la sociedad de clases chilena, la solución de la elite o clase dominante transita por el mismo camino que en los años 30. Reformas al Estado, cambios de reglas mínimas del capitalismo imperante, concesión simbólica a la clase trabajadora (migajas), un nuevo pacto social, imposición del ideario de “unidad nacional”, abrir más las fronteras al capital transnacional, entregar la poca o nada de soberanía restante al capital extranjero, y someterse a los tratados de libre comercio, a la globalización neoliberal recubierta de estado social de derechos en una suerte de revalidación actual del antiguo Tratado de Versalles que en esa época sirvió para introducir el Estado de Bienestar al interior de los trabajadores e imponer también la concepción detrás del Código del Trabajo que se mantiene hasta el día de hoy.
Si a la clase trabajadora de la década del 30 le fue mal que volver a confiar en el Estado, en el parlamento, en la clase dominante, en el capitalismo y en la democracia burguesa, en la nueva constitución, ¿por qué, entonces, 93 años después a la actual clase trabajadora, su presente y futuro debería ser totalmente diferente si es que esta vuelve a confiar en los mismos verdugos de los años 30 pero ahora en el 2023? Nada dice que el presente pueda ser diferente, y menos el futuro, si es que la clase trabajadora no se despierta del largo engaño y sueño embrutecedor para recuperar su independencia y autonomía. En la confianza está el peligro. Actuar sobreseguro es repetir los mismos errores del pasado en una forma más dramática. El desconocimiento de la historia no sólo nos hace más ignorantes sino más propensos a sacarles más brillo a las cadenas y grilletes que venimos arrastrando desde hace siglos.