
PRT. EL ANTICOMUNISMO: BANDERA POLÍTICA E IDEOLÓGICA DE LA BURGUESÍA
Comentario Previo
La clase dominante, desde su monstruosidad, desinforma y tergiversa el ideario revolucionario comunista, lo demoniza en función de mantener su poder totalitario. Para ello usa todos los medios ideológicos a su disposición, toda su fuerza, levantando la bandera del anti comunismo, para combatir esa ideología perversa, esto desde su aparición en 1848 siendo el primer combate frontal contra esa nueva ideología proletaria la Encíclica Rerum Novarun (León XIII, 5 de agosto, 1891). Pero también trabaja sobre los vacilantes y oportunistas, sobre los reformistas y progresistas, revisionistas , Así, el anticomunismo se presenta con diversos ropajes y envoltorios. La humanización del capitalismo la presentan como poesía.
ANTICOMUNISMO: BANDERA POLÍTICA E IDEOLÓGICA DE LA BURGUESÍA
El mundo entero asiste a una profunda crisis estructural del capitalismo que se expresa en el recrudecimiento de la lucha de clases en todas las latitudes, la cual actúa, a la vez, como profundizadora de su crisis integral.
UNA INTRODUCCIÓN NECESARIA
Multiplicación de guerras, hambrunas, expulsión de millones de seres humanos de sus lugares, concentración de la riqueza y expansión de la pobreza, renacimiento y multiplicación de enfermedades que habían sido erradicadas, exterminio de fauna, vida vegetal y oceánica, contaminaciones varias, calentamiento global, es lo que se vive en el mundo globalizado por el capitalismo en su fase imperialista, lo cual muestra la decadencia total del sistema.
Cada medida política o económica con la que la burguesía mundial intenta resolver problemas, producen el efecto contrario porque al tapar una fuente de pudrición destapa otra que agrede con mayor cantidad de excrecencias a la humanidad.
A través de los medios masivos leemos o escuchamos a personajes de distintos gobiernos y periodistas o comentaristas “especializados”, que la crisis se soluciona con decisiones políticas consensuadas y medidas económicas decididas a partir de dichos consensos.
¿Es que puede acaso, la burguesía, resolver por medio de controles y decisiones políticas y/o económicas que impone a través de leyes parlamentarias o decretos gubernamentales las contradicciones de un sistema basado en decisiones individuales que apuntan a la obtención de la mayor ganancia particular?
Si la base del funcionamiento del sistema son las decisiones individuales que toman a diario los dueños particulares del capital sobre lo que se produce, para qué o quiénes se produce y cómo se producen y distribuyen los medios de vida (incluidos los medios de producción) es imposible aplicar regulaciones que involucren a toda la sociedad en el ordenamiento del caos inicial basado en planificaciones individuales con base en la mayor ganancia, sencillamente.
Porque estas decisiones particulares se entrecruzan y antagonizan con otras que actúan con el mismo, mayor o menor vigor sobre un común escenario: el mercado, ya sea éste local o mundial (los efectos son igualmente perniciosos para ambos y todos son perjudiciales para la vida).
Precisamente esta competencia a muerte basada en la apropiación individual del fruto producido por el trabajo efectuado socialmente por obreros y trabaja- dores en general, es la que genera conflictos, aranceles protectores en contra del ingreso de productos “foráneos” (en una época en que diversos componentes de una misma mercancía se producen en distintas partes del mundo), concentración de la riqueza, distribución masiva de la pobreza y guerras encarnizadas por territorios, mercados, y fuentes de materias primas, etc.
Pero todo sistema de producción es, a la vez, sistema de reproducción humana y, en consecuencia, actúa sobre los seres humanos que componen las clases sociales que se desempeñan en su seno y viceversa.
En este caso, por un lado, la clase de los propietarios individuales (entiéndase individuos físicos o personas jurídicas -empresas) del capital y, por el otro, la masa mayoritaria de la sociedad compuesta por los proletarios quienes no tienen medios de vida propios y, en consecuencia, se ven obligados a vivir bajo las órdenes y explotación de los propietarios (la burguesía).
La vida humana y las distintas sociedades son productos históricos y tienen sus leyes materiales. Esto quiere decir que hay un camino lógico que recorre de acuerdo a esas leyes fuera de la conciencia de los seres humanos.
En virtud de ello y de que dicho camino no tiene límite más que la existencia propia del ser humano, es que el capitalismo no es el fin del trayecto. El curso histórico no se detiene y la vida tampoco. Por ello cada sistema de producción y reproducción del ser humano ha tenido principio, desarrollo y fin.
Lo dicho en el párrafo anterior constituye el descubrimiento científico de Marx y Engels.
La dirección de ese curso histórico apunta a la resolución de la contradicción fundamental entre la apropiación privada burguesa (es decir, los no productores o parásitos) de la producción social que efectúa el proletariado (es decir los productores) en una nueva síntesis histórica en la que el producto social sea apropiado socialmente por sus productores.
Ese paso inexorable no es producto de un plan ni de la mente de ningún teórico sino una tendencia del curso histórico que, más tarde o más temprano, desembocará en esa nueva sociedad comunista. Una sociedad basada en la resolución de la contradicción aludida en la que la producción de carácter social, surgida y cada vez más generalizada en este sistema, sea apropiada también socialmente que es lo que no permite la propiedad privada de los medios de producción. Al apropiarse socialmente los trabajadores o productores de todo lo existente de dicha producción social, se podrá planificar y dirigir la producción de tal manera que no se produzca ni más ni menos que lo que se requiere para satisfacer las necesidades de vida de la población, acumular un fondo de reserva por posibles contingencias y destinar una parte del producto para desarrollo y avance social. Siendo los productores a la vez apropiadores, no existirán más clases sociales ni explotación. La resolución histórica de esa contradicción, devolverá así el fruto del producto social a sus verdaderos productores, dado lo cual ya no va a existir el trabajo bajo patrón.
EL SOCIALISMO
Por esas razones es que el proletariado como clase productora es la clase revolucionaria capaz de echarse al hombro la responsabilidad de liberar a toda la sociedad del yugo de la explotación capitalista.
Es la clase que debe encontrar, mediante la lucha por una vida mejor, los rumbos que la conduzcan a su destino histórico.
Para ello debe constituirse y reconocerse como clase antagónica a la burguesía, transitar la lucha en contra del poder burgués que pretende frenar el curso histórico, madurar en la práctica del enfrentamiento hasta tomar conciencia de su papel histórico transformándose en clase para sí, es decir, resolver con sus manos y su inteligencia el freno impuesto por la burguesía que no permite el desarrollo de la fuerza productiva social en su plenitud y, por lo tanto, del ser humano.
Repetimos, como en tantos escritos lo hemos hecho, que para ese fin, el proletariado necesita una organización nacional que planifique los golpes a la burguesía, la oportunidad de darlos, las fuerzas que deberá invertir para asestarlos, las redes de unidad de clase y con otros sectores oprimidos que le permitan acumular las fuerzas suficientes para derrotar a la clase reaccionaria, impulsar las mejores vías para tomar el poder y sostenerlo ante posibles intentos de contraataque por parte de la burguesía derrotada. Esa organización es el Partido Revolucionario que debemos robustecer. La Clase obrera debe contar con un partido de clase para poder dirigir el camino revolucionario y organizaciones políticas de masas que hagan posible tomar el poder.
La utilización de la fuerza por parte del proletariado en el poder implica la creación de un nuevo Estado que deberá erigirse sobre las ruinas del Estado capitalista. El ejercicio del poder de la mayoría proletaria contra la minoría burguesa hasta la extinción de las clases sociales y de la división que ésta implica en la sociedad irá educando a todos los integrantes de la misma en el ejercicio del trabajo social y el disfrute social de su producto hasta la extinción de toda diferencia de clases.
Ese tránsito entre el capitalismo y el comunismo es lo que se ha denominado socialismo.
Lo expuesto anteriormente, nos permite afirmar claramente que, hasta la fecha, en el mundo, no ha existido comunismo. Sí ha habido experiencias socialistas.
Aunque muchas de ellas hayan sido derrotadas, han demostrado que es posible conquistar ese puente social entre el capitalismo y el comunismo.
El punto en el cual nos encontramos en esta realidad mundial es, precisamente, el fracaso evidente del sostenimiento del sistema capitalista envejecido, putrefacto y maloliente por parte de la burguesía que, mediante la fuerza y la violencia, pretende frenar la rueda de la historia para conservar sus privilegios de enriquecimiento sin trabajar, lo cual trae como contrapartida el empobrecimiento de las enormes mayorías de la población laboriosa y de los excluidos del sistema, pues cada avance en la ciencia y la tecnología aplicada, cada nuevo descubrimiento, debido a la propiedad privada, se convierte en un cepo mayor para los trabajadores en vez de constituir elementos de disfrute y desarrollo.
La burguesía no sostiene su sistema capitalista sólo peleando contra el proletariado y sectores populares sino también contra su propia clase en donde los sectores más concentrados desplazan y empobrecen a los menos poderosos. Cada burgués o grupo de burgueses aliados se enfrenta con sus competidores a quienes ve como enemigos tratando de desplazarlos y eliminarlos. En esta disputa los mayores perjudicados son los trabajadores y pueblo oprimido quienes sufren las enormes crisis que el sistema provoca, guerras y todos los males anteriormente descritos.
Ahora, cuando los oprimidos se rebelan ante la pobreza, la explotación y las condiciones de vida que les obligan a vivir, la burguesía como clase se une y deja sus diferencias de lado para enfrentar a los proletarios y sectores populares quienes son los generadores de las riquezas que ellos disputan.
Bajo supuestos intereses humanitarios, causas justas, defensa de la democracia y otros argumentos cínicos, encubren sus ansias competitivas y guerreristas. Nos hablan de paz solo cuando los rebeldes obreros y pueblos sufrientes se alzan en contra de su sistema, a la vez que justifican las guerras internacionales y de ocupación de poblaciones en nombre de la seguridad nacional de tal o cual país o grupo de países cuando, en realidad, se trata de guerras de rapiña o inter imperialistas.
El capitalismo es guerrerista por naturaleza en este momento histórico que es el período imperialista.
EL ANTICOMUNISMO
En el mundo, y particularmente en nuestro país, en un intento desesperado por sostener su sistema, la burguesía no pierde ocasión en hacer campaña anticomunista y, para ello, utiliza cualquier motivo, causa o circunstancia.
Y esto se debe a que, si bien la competencia entre los monopolios imperialistas que ejecutan sus dueños capitalistas es a muerte, saben que esas son las reglas del juego en el mundo construido a imagen y semejanza de la clase burguesa. Impera la ley del más fuerte sobre la base del capital y las armas.
Pero saben que la lucha que emprenden los proletarios y pueblos rebeldes hace peligrar la permanencia y continuidad del sistema capitalista.
En consecuencia, tanto en la propaganda, como en la educación, los medios masivos y los conceptos esparcidos a través del sentido común imperante afirman y reafirman el peligro comunista.
Como antídoto, utilizan la degradación de sus fundamentos históricos científicos y la reducción de los mismos a fórmulas absurdas tales como que el comunismo atenta contra la individualidad, que es la sociedad regida por las decisiones de un partido político único formado por jerarcas que se imponen por la fuerza, que en el comunismo “no hay democracia” y por lo tanto es dictatorial.
En los años ’60 y ’70, los medios y propaladores del sostenimiento del sistema capitalista de nuestro país, llegaron a decir que los niños de dos años eran sustraídos de sus familias por el “Estado Comunista” para llevarlos a institutos en donde adoctrinar a las personas desde la niñez.
Lo absurdo de esto es que hablan de un Estado Comunista cuando la transición del capitalismo a esa sociedad, el Estado socialista, constituye el último Estado que existirá en la sociedad, ya que al extinguirse las clases sociales también se extinguirá éste que es una herramienta con diversas instituciones represivas que actúa sobre los conflictos de clase para asegurar la continuidad del sistema en contra de quienes se rebelan contra él. En el capitalismo actúa contra las mayorías proletarias y populares y en el socialismo contra las minorías burguesas.
Desde la propuesta burguesa del populismo hemos escuchado en nuestro país que, entre otros, la vice presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirma que ella es capitalista, que debemos mejorar con justicia social y soberanía el capitalismo argentino y que lo de las esperanzas comunistas han muerto con la caída del muro de Berlín. Otros, como Perón, han planteado que hay que hacer una distribución “justa” de los ingresos, la cual él llamo “fifty fifty” (50% y 50%). Otros han afirmado que si todos trabajamos con ahínco y sacrificio podríamos alcanzar el nivel de riqueza soñado. En suma, convertirnos todos en burgueses. Si fuera así, ¿quién sería el proletario generador de todas los bienes y servicios? ¡Ridículo de toda ridiculez!
Nadie, habiéndose detenido a analizar seriamente los planteos mencionados podría ver en ellos sustentación en una posible realidad.
El anticomunismo se intenta poner como escudo para defender el capitalismo con su secuela inevitable de destrucción. A contrapelo de lo dicho por Cristina, el capitalismo es imposible mejorarlo, por el contrario, la desigualdad social se profundiza y generaliza empeorándolo cada vez más por lo argumentado en nuestra introducción lo cual se ha demostrado cabalmente por la experiencia que venimos practicando desde hace casi siglo y medio en el mundo y en nuestro país.
Lo de Perón es ridículo e igualmente “injusto”. Si una minoría parasitaria, cual es la burguesía, toma el 50% de lo producido y condena a la mayoría absoluta que produce y trabaja todos los días al otro 50%, se genera un conflicto irreconciliable, fuente de desigualdad que lo hace retrógrado e inviable.
Pero además es irreal y mentiroso ya que el burgués con su título de propiedad y la legislación que lo ampara en sus manos es dueño de la producción y del capital ampliado con ella, mientras que al proletario sólo se le asigna el salario que se le paga según dicha legislación y se degrada en el tiempo ya que su tarea frente al desarrollo de la ciencia y de la técnica aplicada en nuevas maquinarias le hace perder valor. En suma, nunca se llegaría a ese fifty fifty y, menos aún, a la igualdad social tan predicada.
Por su parte, quienes desde las concepciones “liberales”, que son todas cuestionadas por la propia maquinaria capitalista en su fase imperialista, nos hablan y adoctrinan con la libertad de mercado y que el Estado no tiene que meterse en los negocios, son igualmente mentirosos y rematadamente ridículos, pues si fuera tal como ellos dicen, no existirían subsidios a las empresas que ellos mismo solicitan al Estado, no habría aranceles, deberían aceptar la lucha de la clase proletaria como parte del libre juego de oferta y demanda de quienes producen y pretenden quedarse con lo que producen, etc.
La única libertad que representan, como las otras corrientes políticas burguesas, es la de súper explotación del trabajo asalariado. Pero taimadamente, sobre esa verborragia libertaria, asientan su crítica y denuestos al comunismo que suponen represor de la libertad.
Así como el conocimiento de la realidad nos hace libres porque a partir de él podemos modificarla, saber científicamente el sentido histórico que tiene la sociedad, permite a los seres humanos planificar y transitar el andar social a través del sendero marcado e impuestos por esa tendencia histórica.
Pero, como la historia se va tejiendo a partir del modo en que los seres humanos se asocian para producir y reproducirse, y entonces las clases se conforman según el papel que a las mismas le toca en ese modo de producción, la clase obrera de la sociedad capitalista es la que tiene en sus manos la responsabilidad de ese papel en la resolución de la síntesis de la contradicción polar dada entre la producción social y la apropiación individual que se refleja en la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
La teoría científica del comunismo (y no hablamos del Partido Comunista que ha desbarrancado hace décadas hacia el peor seguidismo burgués) asienta sus reales sobre el papel protagónico del proletariado que conducirá el proceso de liberación de nuestro país y de toda la humanidad. Es ésta la clase capaz de dirigir el proceso revolucionario que nos lleve a ese fin.
Lo absurdo de las concepciones y justificativos burgueses para el sostenimiento del capitalismo sólo puede justificarse desde la vehemencia anticomunista burguesa la cual practican como defensa del sistema que les permite vivir de sus privilegios y aumentar sus capitales a costa del trabajo ajeno ejercidos por las masas proletarias.
El anticomunismo arrecia en momentos de crisis, dado lo cual es de prever que, en medio de esta crisis que ya es estructural, aflore con más intensidad.
Todo le servirá a la burguesía que se empeña y se empeñará más aún en dar vuelta las cosas para convencer que la realidad crítica que estamos transitando es posible superarla en los marcos del capitalismo a favor de las mayorías proletarias y populares. Van a intentar, como ya lo hacen algunos, exacerbar la defensa de una supuesta nacionalidad amenazada por fuerzas extranjeras terroristas e infiltrados que desean apoderarse del país. Mientras que la clase burguesa, a través de los monopolios financieros se adueña de todo lo existente para beneficio propio mientras destruye las vidas de las mayorías laboriosas y pone en peligro al mundo. ¡Qué ejemplar defensa de lo nacional!
Crecerá la virulencia burguesa afirmando que defienden la democracia luchando en contra de la desestabilización del sistema por parte del comunismo dictatorial haciendo sinónimo de esa desestabilización el perjuicio de los trabajadores y el pueblo, cuando en nuestro cuero experimentamos que su democracia formal basada en actos electorales entre candidatos elegidos a dedo, fieles al sector burgués que los ha apoyado en la conquista y sostenimiento de sus cargos, es en realidad la imposición de la voluntad de esas minorías parasitarias que condenan al proletariado y pueblo oprimidos a una vida indigna con la promesa que en la próxima elección se podrá elegir a mejores gobernantes, claro está, surgidos entre las filas de la propia clase opresora.
Pero, además de esto, hay un anticomunismo más sutil ejercido por las concepciones sostenidas por una “izquierda” abonada y defensora del sistema capitalista, aunque se exprese como crítica del mismo.
Esta “izquierda” propone ganar espacios en el parlamento y en los niveles gubernamentales a fin de ir reformando a favor del pueblo, mediante leyes “más justas”, su situación de vida. Y esto pretende hacerlo legalmente (es decir respetando las leyes burguesas que sostienen el sistema capitalista), sin atacar a las relaciones de producción existentes sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción que permiten trabajar y vivir.
¿Cómo ven posible (o intentan hacernos creer) que las mayorías proletarias y laboriosas mejoren sus vidas y tengan un futuro venturoso cuando todos los medios para producir cualquier cosa o servicio son de propiedad de la clase burguesa? Lo que propone esta “izquierda” institucionalizada del sistema no es menos ridículo que lo que escuchamos de cualquier sector burgués.
Otro sector igualmente detestable de la “izquierda” del sistema propone una lucha en contra del imperialismo, pero sin lesionar los intereses, por el contrario, apoyando a una supuesta burguesía nacional.
A estos los veremos siempre de la mano del populismo ayudando a sostener el capitalismo. Lo más significativo es que cuando las masas proletarias y populares se rebelan y luchan con todas las armas a su alcance (aunque éstas en un principio sean palos y piedras), son los primeros en denunciar la violencia y afirmar que quienes la ejercen son “infiltrados” que no respetan la legalidad… Los mismos infiltrados ilegales a los que aluden liberales y populistas que dicen defender el “ser nacional” en contra del comunismo.
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La Comuna 126, Agosto, 2023
PRT. La Comuna / El Combatiente
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