
CHLE. ¿CUÁL ES EL ORIGEN DE MARXISMO Y COLAPSO?
Comentario Previo
La siguiente es la primera de alrededor 15 peguntas que se realiza a los compañeros de Marxismo y Colapso (Plataforma) sobre el origen de esta corriente de pensamiento, Marxismo Colapsista, y sobre los ejes centrales de esta teoría como a la vez la visión que ellos tienen sobre el desastre climático-civilizatorio hoy en curso.
Comprender la profundidad de esta crisis, como las posibles consecuencias futuras y cómo esta se pueden relacionar con cualquier proyecto revolucionaria como con algún triunfo revolucionario constituyen elementos fundamentales a considerar ante estas eventualidades.
Entrevista a Marxismo y Colapso (Plataforma)
Sobre Marxismo y Colapso (Plataforma)
¿Cuál es el origen de Marxismo y Colapso (MyC)? ¿Cómo definirían a MyC ideológicamente y en relación a las dos izquierdas, reformista y revolucionaria?
Marxismo y Colapso constituye una plataforma de pensamiento, elaboración y difusión de una nueva teoría revolucionaria: el marxismo colapsista, la cual comienza a dar sus primeros pasos prácticos (particularmente en el terreno reflexivo y mediático) durante el año 2019. Uno de los primeros materiales que podríamos considerar en los marcos de esta corriente teórica (“La Revolución Socialista ante el abismo”) data del año 2015, aunque este último fue ampliado y corregido durante los años 2016 y 2019. Uno de nuestros principales espacios de difusión es nuestro sitio web en cuyas secciones temáticas se han ido integrando algunas de las discusiones o debates que consideramos más relevantes.
En términos teóricos, Marxismo y Colapso es el producto de cruce entre un enfoque de análisis que hunde sus raíces en las principales elaboraciones de los pensadores del marxismo clásico desde el siglos XIX y XX, por un lado, y una serie de matrices teóricas provenientes del campo del pensamiento colapsista (por ejemplo, la colapsología francesa y la teoría del decrecimiento), por otro lado. De gran importancia en nuestra perspectiva teórica son las elaboraciones del marxismo ecológico y el ecosocialismo desde la década de 1980. Igualmente, aunque no del todo integradas aún a nuestro marco de análisis, consideramos importante las elaboraciones tanto de la ecología profunda y las perspectivas culturales indígenas y tradicionales, así como también una serie de líneas de pensamiento provenientes de corrientes anti-humanistas / anti-modernistas y posmodernas. Paralelamente, dado el desarrollo de la actual crisis ecológica planetaria, damos un fuerte énfasis a los aportes de la discusión científica propiamente tal. Esto tanto en los ámbitos de las llamadas “ciencias duras” (por ejemplo, los ámbitos de la climatología, la geología, la teoría evolutiva, la biología, etc.) y las ciencias sociales (particularmente la historia, la antropología o la arqueología).
Es cierto que lo anterior parecería ser una variedad demasiado diversa de influjos teóricos e intelectuales. Sin embargo, creemos que esto es necesario para dotarnos de una herramienta de análisis que esté verdaderamente a la altura de la comprensión de los procesos de “ruptura epocal” (cambio climático catastrófico, derrumbe energético, transición antropocénica, etc.) a los cuales nos enfrentamos. Simplemente, ni el marxismo clásico (que ni siquiera tomó la reflexión de la cuestiòn ecológica como una de sus variantes principales de análisis) o la reflexión ecosocialista (que hasta hoy no ha realizado una discusión temática de la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio cercano), ni tampoco las corrientes de pensamiento ecológico, colapsistas o indigenistas (carentes en gran medida de los aportes del aparato teórico de análisis social del marxismo) pueden, por sí mismas, comprender lo que tenemos en frente: una posible ruptura fundamental del curso civilizatorio dado por el derrumbe de la sociedad moderna y un posible fenómeno de extinción masiva fulminante de la especie humana y la vida terrestre. Lo mismo es válido para el ámbito propiamente científico, el cual tampoco es inmune a sus propios “puntos ciegos” o sesgos; por ejemplo, en términos político-institucionales que lo vuelven altamente influenciable al discurso hegemónico de las elites capitalistas o bien ideológicos; por ejemplo el peso en aquel de la ideología moderna-ilustrada y el positivismo que es una de las responsables de la actual crisis planetaria.
Dicho esto, lo anterior no quiere decir que una perspectiva marxista renovada que integre todas estas influencias para comprender nuestra actual situación planetaria deba carecer de sistematicidad o coherencia teórica. Por ejemplo, es claro que es en muchos sentidos imposible hacer calzar la obra de Marx con la ideología ecológica andina pre-hispánica o bien con los postulados de algún pensador posmoderno de los 80s. Más bien, lo que buscamos (y es una tarea que recién estamos empezando) es intentar establecer “puentes teóricos” o “interpretativos” entre las distintas matrices de análisis, desarrollos intelectuales o ideas que, a nuestro juicio, podrían servir para dotarnos de una comprensión más certera (e intelectualmente sugerente) de la gran crisis planetaria que está comenzando a prefigurarse hoy. Un ejemplo de lo anterior sería una búsqueda por establecer puentes interpretativos entre algunos de los postulados del pensamiento ecosocialista y del marxismo ecológicos (por ejemplo, el concepto de “ruptura metabólica” desarrollado por John Bellamy Foster a partir de su lectura de El Capital de Marx) con el terreno de los actuales debates del ámbito de la teoría del decrecimiento alrededor de una potencial dinámica colapsista cercana.
Lo anterior, intentando no perder el norte de una reflexión y pensamiento teórico orientado a constituirse en una guía para la intervención revolucionaria en el presente, lo cual para nosotros pasa por la elaboración de una teoría que aporte a pensar los desafíos de la revolución socialista en una época histórica nueva: la de un literal apocalipsis planetario. El marxismo ante el apocalipsis, o bien un marxismo ante un nuevo pachacuti o ante el Antropoceno, como quieres llamarlo. La idea es la misma; esto es, el marxismo ante un horizonte de destrucción planetaria que ninguno de los teóricos del marxismo clásico, excesivamente confiados en los “logros” de la sociedad industrial, pensó posible.
Con respecto a lo de definir el marxismo colapsista en relación a la dicotomía moderna tradicional de “reforma o revolución”, puede decirse que esta es una pregunta a la vez actual y a la vez obsoleta. Por una parte, claro, es actual porque todavía sirve para diferenciar entre aquel sector de las izquierdas (reformistas) que rechazan la perspectiva de un cambio revolucionario: es decir, de una transformación social violento y basado en los principios de la insurrección de masas y la toma del poder por parte de las masas explotadas, de aquel otro sector (revolucionario) que todavía plantea esta perspectiva. En nuestro caso, Marxismo y Colapso se ubicaría en el campo “revolucionario”. Efectivamente, abogamos por un cambio social revolucionario (violento) que, de la manos de las masas explotadas, sea capaz de derribar el poder de las elites capitalistas para permitir a estas últimas la construcción de un modelo de sociedad (el socialismo) al servicio de sus intereses.
De hecho, pensamos que la perspectiva de una revolución social, ante la perspectiva del tipo de crisis planetaria determinada por la catástrofe ecológica, el agotamiento de los combustible, la sobrepoblación y la escasez de recursos, será no sólo necesaria, sino que, en realidad, la única forma posible de incluso intentar implementar cualquier reforma social capaz de al menos aminorar el impacto de los desastres ecosociales generalizados que están a punto de golpearnos (los súper incendios que se viven en Chile hoy son un ejemplo inicial de lo que se aproxima). Lo anterior, simplemente porque no existe ninguna posibilidad de que el capitalismo, sus instituciones, sus estados o partidos puedan ofrecer la más mínima posibilidad de reacción ante estas catástrofes.
Todo lo contrario, tal como puede verse hoy a nivel mundial o en el caso del gobierno neoliberal de Boric en Chile, lo único que hacen los capitalistas para responder a estas crisis es apretar más el acelerador de nuestra sociedad hacia el abismo. Sin duda, para que la humanidad puede siquiera pensar en sobrevivir, la humanidad debe acabar con el poder de la burguesía y las elites que le sirven. Seamos francos: ¿Qué hubiera sido de la lucha por la democracia moderna sin el guillotinamiento de Luis XVI y la corte de Versalles? O bien, algunos siglos antes… ¿Qué hubiera pasado de la lucha mapuche sin un Lautaro abriéndole el pecho a un Pedro de Valdivia para devorar su corazón y con ello mostrar al imperio español el precio que deberían pagar por sojuzgar al valiente pueblo araucano? ¿Y pensamos que la lucha más importante ante la cual se ha enfrentado la humanidad: la lucha en contra de la hecatombe eco-planetaria, podrá “lucharse” con unas cuantas marchas multi-colores y con las reuniones de una Greta Thunberg con el gran empresariado?
Ahora bien, por otro lado, la dicotomía moderna reforma-revolución esta, a la vez, obsoleta, siendo en gran medida inútil ¿Por qué? Esto por la sencilla razón que de que es muy posible de que todo lo que ganemos con una potencial (si somos muy optimistas) revolución mundial triunfante se termine, prontamente perdiendo. Esto debido entre otras cosas a que cualquier proceso revolucionario (así como también proyecto reformista) estaría en realidad, como producto de la extrema gravedad que ha alcanzado la crisis eco-energética hoy, ya “condenado” de antemano, aquello al menos en lo referente tanto al punto de dichos procesos lleguen a ser capaces ya sea de “detener” el inicio de una dinámica de colapso civilizatorio (la cual ya estaría asegurada), ya sea de sentar las bases de un modelo de sociedad socialista que, mediante la expropiación de los medios de producción y la distribución de las riquezas, esté capacitado para ofrecer una alternativa de sobrevivencia y de satisfacción plena de las necesidad materiales y espirituales de la humanidad completa.
En otras palabras, todos los proyectos del socialismo moderno (basados en el concepto de “abundancia”) son ya imposibles en un mundo en el cual no sólo la mayoría de los recursos naturales se están agotando, sino que además en un contexto de calentamiento global catastrófico y de un empeoramiento inédito de la crisis ecológica que producirá una reducción mucho mayor de estos recursos. Lo anterior, sin siquiera integrar ni el factor del agotamiento de los combustibles fósiles o del agua potable ni tampoco el hecho de la sociedad actual no posea en realidad ninguna tecnología (ni ahora ni en las décadas que restan antes de que la crisis ecológica se descontrole totalmente) para lograr expandir esta base de recursos menguantes. Dicho en términos simples, con socialismo, o socialismo, tal como en el caso de las especies naturales que enfrentan un fenómeno de extinción como producto de una caída drástica de los recursos disponibles, una gran parte de la humanidad podría estar condenada ya a la muerte.
Desde aquí, aunque como decimos la dicotomía revolución-reforma mantiene (todavía) una gran parte de su validez, aquella ha perdido una gran parte de su contenido explicativo o estratégico. Por ejemplo, en el caso del proyecto zapatista de México, el “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN) es, técnicamente, una organización “reformista” en lo que respecta a sus posiciones de política nacional. En décadas anteriores, aquellos incluso se presentaron a una serie de elecciones de la mano de políticos de partidos burgueses. Ahora bien, es el proyecto comunitario-territorial del EZLN y no una gran parte de las organizaciones que gustan autodenominarse como “revolucionarias” (por ejemplo, las de índole trotskistas que gustan dan cátedra respecto al término de “independencia de clases”) el cual constituye quizás una de las canteras de enseñanzas más importantes en lo referente a una integración del “factor ecológico” en su praxis política. Pensamos aquí tan sólo en como ls experiencia de control territorial zapatista (que como decimos tiene un fuerte componente ecológico) podría adquirir una importancia renovada cuando las grandes urbes del mundo moderno (cada vez más inviables por la falta de agua, petróleo o electricidad) comiencen literalmente a derrumbarse.
Otro ejemplo parecido en cierto sentido al del EZLN (más reciente) es tanto el de la “Administración Autónoma del Norte y Este de Siria” o Rojava (también criticada por una serie de corrientes “revolucionarias” como “reformista”), o bien la serie de proyectos territoriales eco-indígenas o campesinos vistos en América Latina durante las últimas décadas. Todos ejemplo muy alejados de los criterios marxistas tradicionales utilizados en las discusiones teóricas (clásicas) en torno a la dicotomía “revolución-reforma”, aunque como decimos posiblemente mucho más cercanos de una práctica revolucionaria más sintonizada con los nuevos requerimientos de pensamiento teórico y acción colectiva que impondrá, muy pronto, el desastre que se avecina.
¿Cuál es el origen de Marxismo y Colapso (MyC)? ¿Cómo definirían a MyC ideológicamente y en relación a las dos izquierdas, reformista y revolucionaria?
Marxismo y Colapso constituye una plataforma de pensamiento, elaboración y difusión de una nueva teoría revolucionaria: el marxismo colapsista, la cual comienza a dar sus primeros pasos prácticos (particularmente en el terreno reflexivo y mediático) durante el año 2019. Uno de los primeros materiales que podríamos considerar en los marcos de esta corriente teórica (“La revolución socialista ante el abismo”) data del año 2015, aunque fue ampliado ligeramente durante los años 2016 y 2019. Uno de nuestros principales espacios de difusión es el sitio web, en cuyas secciones temáticas se han ido integrando algunas de las discusiones o debates que consideramos más relevantes.
En términos teóricos, Marxismo y Colapso es el producto del cruce entre, por una parte, un enfoque analítico adscrito a las principales elaboraciones de los pensadores del marxismo clásico desde el siglo XIX hasta la actualidad y, por otro lado, una serie de matrices teóricas provenientes del campo del pensamiento colapsista y ecologista (por ejemplo, la llamada colapsología francesa y la teoría del decrecimiento). De gran importancia en nuestra perspectiva teórica son, asimismo, las elaboraciones del marxismo ecológico y el ecosocialismo desde la década de 1980. Igualmente, aunque no del todo integradas aún a nuestro marco teórico, consideramos importante tanto las elaboraciones de la ecología profunda y las perspectivas culturales indígenas y tradicionales, así como también una serie de líneas de pensamiento provenientes de corrientes anti-humanistas, anti-modernistas y posmodernas. Adicionalmente, dada la magnitud que ha tomado la actual crisis ecológica planetaria, damos un fuerte énfasis a los aportes de la discusión científica proveniente tanto de los ámbitos de las llamadas “ciencias duras” (por ejemplo, los ámbitos de la climatología, la geología, la teoría evolutiva, la biología, etc.), así como también de las ciencias sociales y las disciplinas humanistas (particularmente la historia, la antropología y la arqueología).
Es cierto que todo esto pareciera ser una gama demasiada amplia de influjos teóricos e intelectuales. Sin embargo, creemos que una perspectiva como la anterior, abierta a una multiplicidad de influencias teóricas, tradiciones intelectuales e incluso diversas cosmovisiones, posee una importancia trascendental si lo que buscamos es dotarnos de una herramienta de análisis verdaderamente a la altura de la comprensión de los procesos de “ruptura epocal” (cambio climático catastrófico, derrumbe energético, transición antropocénica, extinción humana, etc.) a los cuales nos enfrentamos. Simplemente, ni el marxismo clásico (que durante una gran parte de su existencia careció de una reflexión sistemática en torno a la cuestión ecológica) ni la reflexión ecosocialista (que hasta hoy no ha realizado una discusión sistemática de la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio cercano), ni tampoco las corrientes de pensamiento ecológico, colapsistas o indigenistas (carentes en gran medida de los aportes del aparato teórico marxista) pueden, por sí mismas, comprender el tipo de situación histórica que tendríamos por delante en la actualidad; esto es, una posible ruptura fundamental del curso de nuestro desarrollo civilizatorio dado por el potencial derrumbe de la sociedad moderna y el inicio de un evento de extinción masiva fulminante de la especie humana y la vida terrestre.
Lo mismo sería válido para el ámbito propiamente científico, el cual tampoco es inmune a sus propios “puntos ciegos” y sesgos ideológicos; por ejemplo, en términos de las influencias político-institucionales que se expresan sobre su quehacer y que lo vuelven altamente influenciable al discurso hegemónico de las elites capitalistas, siendo por lo tanto difícil que esta esfera pueda alcanzar, por sí misma, una comprensión integral de las causas sociales que se hallan en la raíz de la presente crisis planetaria. Otro ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el peso que posee la ideología moderna-ilustrada y positivista en la producción científica contemporánea, la cual ha jugado de hecho un rol clave (vía legitimación de una perspectiva antropocéntrica-utilitarista extrema de la naturaleza) en el desarrollo de los actuales patrones de destrucción ecológica globales.
Todo esto no quiere decir, empero, que una perspectiva marxista renovada caracterizada por la inclusión de una gran variedad de influencias intelectuales y escuelas del pensamiento para comprender nuestra actual situación planetaria deba carecer, necesariamente, de sistematicidad o coherencia teórica. Por ejemplo, es evidente que sería imposible hacer simplemente calzar la obra de Marx, por un lado, con algunos de los preceptos del pensamiento ecológico andino pre-hispánico, por otro lado. O bien, los postulados de Lenin en torno a la necesidad de la insurrección proletaria con lo planteado por este u otro referente posmoderno de los años 80’s en su crítica a los “metarrelatos”. Más bien, a lo que apuntamos (y es una tarea que recién comienza para nosotros) es a la necesidad de establecer “puentes teóricos” o “interpretativos” entre las distintas matrices de análisis, desarrollos intelectuales o simplemente ideas que, a nuestro juicio, podrían servir para dotarnos de una comprensión más certera (e intelectualmente sugerente) con respecto a la gran crisis planetaria que estaría comenzando a prefigurarse hoy. Una crisis que tendría como una de sus características centrales cuestionar el completo andamiaje civilizatorio (moderno, industrial e ilustrado) de la sociedad contemporánea.
Una muestra de lo anterior es, por ejemplo, nuestro interés por establecer puentes interpretativos entre algunos de los postulados del pensamiento ecosocialista y del marxismo ecológico (entre otros, el concepto de “ruptura metabólica” desarrollado por John Bellamy Foster a partir de su lectura de El Capital de Marx) con el terreno de los actuales debates colapsistas en el ámbito de la teoría del decrecimiento con relación a una potencial dinámica de derrumbe planetario cercano. Otro ejemplo de esto es nuestra búsqueda por integrar los modelos climáticos utilizados hoy en el debate científico sobre las posibles proyecciones del calentamiento global durante este siglo y las potenciales dinámicas sociopolíticas al nivel de la lucha de clases que se asociarían a estas últimas. O bien, nuestra valoración de algunas de las nociones de interacción humanidad-naturaleza que se encuentran en el acervo cultural de una serie de sociedades indígenas o tradicionales alrededor del mundo (entre otras, las sociedades andinas, la cultura mapuche o rapaniu, las sociedades campesinas eslavas, etc.) con una necesaria crítica de las ideologías socialistas industrialistas, hegemónicas en la mayoría de los marcos teórico-estratégicos de la izquierda mundial.
Lo anterior, con todo, intentando no perder el norte de una reflexión y pensamiento teórico orientado a servir como una guía para la intervención revolucionaria en el presente, lo cual para nosotros pasa por la elaboración de una teoría que aporte a pensar los desafíos de la revolución socialista en una época histórica nueva; esto es, la de un literal apocalipsis planetario. El marxismo ante el apocalipsis, el marxismo ante un nuevo pachacuti, el marxismo ante el Antropoceno, como quieras llamarlo. La idea es la misma: el marxismo ante un horizonte de destrucción planetaria que ninguno de los teóricos del marxismo clásico, excesivamente confiados en los “logros” de la sociedad industrial, pensó posible. Un horizonte destructivo concebido hasta hoy tan sólo en los relatos bíblicos, las mitologías antiguas sobre el fin del mundo o en las obras de la ciencia ficción moderna. En definitiva, el marxismo ante el “O Fortuna” de la modernidad tardía. O bien, ante lo que ya estaría tomando la forma de una gran (y probablemente última) “danza de la muerte” planetaria, esta vez no con ropajes europeo-medievales, sino que en contextos urbano-tecnológicos industriales y con una mayor escala destructiva.
Con respecto a lo de clasificar al marxismo colapsista en relación con la dicotomía política moderna de “reforma o revolución”, puede decirse que esta es una pregunta a la vez actual y a la vez obsoleta. Por una parte, claro, es actual porque todavía sirve para diferenciar entre aquel sector de la izquierda (reformista) que rechaza la perspectiva de un cambio revolucionario; ósea, la perspectiva de una transformación necesariamente violenta del orden social y basada en los principios de la insurrección de masas, de aquel otro sector de la izquierda (revolucionario) que todavía plantea y aboga por esta perspectiva. En nuestro caso, Marxismo y Colapso se ubicaría en el campo “revolucionario” ya que sostenemos la necesidad de un cambio social revolucionario (violento) que, de la mano de las masas explotadas, sea capaz de derribar el poder de las elites capitalistas para permitir a aquellas la construcción de un modelo de sociedad socialista al servicio de sus intereses.
Es más, pensamos que la perspectiva de una revolución social, en el contexto del tipo de crisis global que producirá el avance de la catástrofe ecológica, el agotamiento de los combustible, la sobrepoblación y la escasez de recursos, será no sólo necesaria, sino que, en realidad, la única forma posible de implementar cualquier tipo reforma social capaz de, al menos, aminorar el impacto de estos desastres (los súper incendios que se viven hoy en Chile son un ejemplo inicial de lo que se aproxima). Lo anterior, tal como han demostrado además más de dos siglos y medio de capitalismo industrial rampante que no han traído más que devastación y destrucción a una escala inédita. Simplemente no existe ninguna posibilidad de que el capitalismo, sus instituciones, sus estados o sus partidos políticos puedan ofrecer la más mínima posibilidad de reacción ante estas catástrofes.
Todo lo contrario, tal como puede verse hoy en el caso del gobierno neoliberal de Gabriel Boric en Chile, la única respuesta que tienen los capitalistas para responder a la actual crisis ecológica-energética es apretar más el acelerador del actual sistema y modelo de sociedad ecocida hacia el abismo. Sin duda, para que la humanidad pueda siquiera pensar en sobrevivir, aquella debe obligadamente acabar con el poder de la burguesía y las elites que le sirven. Seamos francos: ¿Qué hubiera sido de la lucha por la democracia moderna sin el guillotinamiento de Luis XVI y los parásitos nobiliarios de la corte de Versalles? O bien, algunos siglos antes… ¿Qué hubiera sucedido de la lucha mapuche sin un Lautaro abriéndole el pecho al conquistador español Pedro de Valdivia para arrancarle su corazón y devorarlo, mostrando con ello al por aquel entonces poderoso imperio español el precio que debería pagar por intentar sojuzgar al valiente pueblo araucano? ¿Y pensamos aun así que la lucha más importante ante la cual se ha enfrentado la humanidad: la lucha en contra de la hecatombe planetaria, podrá llevarse a cabo con unas cuantas marchas multicolores confiando en que las reuniones de Greta Thunberg con el gran empresariado mundial sirvan de algo?
Por otro lado, como dijimos, la dicotomía moderna reforma-revolución estaría también obsoleta, siendo en realidad en gran medida inútil ¿Por qué? Esto por la sencilla razón de que es muy posible que todo lo que ganemos con una potencial (si somos muy optimistas) revolución mundial triunfante termine, finalmente, perdiéndose. Aquello debido, entre otras cosas, a que cualquier proceso revolucionario (así como también cualquier proyecto reformista) estaría ya, como producto de la extrema gravedad que ha alcanzado hoy la crisis eco-energética, “condenado” de antemano al fracaso. Esto al menos en lo referente al punto de que estos procesos sean capaces en algún momento ya sea de “detener” el inicio de una dinámica de colapso civilizatorio (la cual ya estaría asegurada y sería técnicamente imparable), ya sea de sentar las bases de un modelo de sociedad socialista que, mediante la expropiación de los medios de producción y la distribución de las riquezas sociales, esté capacitado para ofrecer una alternativa de sobrevivencia y de satisfacción plena de las necesidad materiales y espirituales de la humanidad completa.
En otras palabras, todos los proyectos socialistas modernos (basados en el concepto de “abundancia”) son ya imposibles en un mundo en el cual no sólo la mayoría de los recursos naturales estarían en vías de agotamiento, sino que, además, en un contexto de calentamiento global catastrófico y de un empeoramiento inédito de la crisis ecológica que producirá una reducción mucho mayor de dichos recursos. Y esto sin siquiera integrar ni el factor del cercano agotamiento de los combustibles fósiles o de otros recursos tales como el agua potable ni tampoco el hecho de que la sociedad actual no posee en realidad ninguna tecnología (ni ahora ni en las décadas que restan antes de que la crisis ecológica termine de descontrolarse) para lograr expandir esta base de recursos menguantes. Dicho en términos simples, con socialismo o sin socialismo, con revoluciones triunfantes o sin ellas, tal como en el caso de las especies naturales que se ven enfrentadas a un fenómeno de extinción como producto de una caída drástica de los recursos disponibles, una gran parte de la humanidad (recordemos que somos hoy 8 mil millones) podría estar ya condenada a la muerte.
Desde aquí, aunque como decimos la dicotomía reforma-revolución mantiene (todavía) una parte de su validez, aquella ha perdido una gran parte de su contenido explicativo o estratégico. Por ejemplo, en el caso del proyecto zapatista en México, el “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN) es, técnicamente, una organización “reformista” en lo que respecta a una gran parte de sus posiciones políticas. En décadas anteriores, dicha organización se presentó incluso a una serie de elecciones de la mano de diversos políticos y representantes de partidos burgueses tales como el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ahora bien, ha sido el proyecto comunitario-territorial del EZLN y no una gran parte de las organizaciones de izquierda que se placen en autodenominarse como “revolucionarias” (por ejemplo, las de índole trotskistas que intentan siempre dar cátedra a otras organizaciones con respecto al concepto de “independencia de clases”) el cual constituye quizás una de las canteras de enseñanzas más importantes en América Latina en lo que se refiere a una integración del “factor ecológico” en la praxis política de los partidos de izquierda. Pensemos aquí tan sólo en como la experiencia de control territorial zapatista (que tiene además un fuerte componente indígena) podría adquirir una importancia mucho mayor cuando las grandes urbes del mundo moderno (cada vez más inviables por la falta de agua, petróleo o electricidad) comiencen literalmente a derrumbarse.
Otro ejemplo parecido en muchos sentidos al del EZLN es hoy tanto el de la “Administración Autónoma del Norte y Este de Siria” o Rojava (también criticada por una serie de corrientes de izquierda como “reformista” por algunas de sus posiciones programáticas), o bien la serie de proyectos territoriales eco-indígenas o campesinos vistos alrededor del mundo durante las últimas décadas. Todos ejemplos muy alejados de los criterios marxistas tradicionales utilizados en las discusiones teóricas (clásicas) en torno a la dicotomía “reforma-revolución”, aunque como decimos posiblemente mucho más cercanos de una práctica revolucionaria más sintonizada con los nuevos requerimientos de pensamiento teórico y acción colectiva que impondrá, muy pronto, el desastre que se avecina.
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