SOCORRO ROJO. LLAMADO URGENTE ¡POR LA VIDA Y LIBERTAD DE OMAR CAMPOVERDE!

SOCORRO ROJO. LLAMADO URGENTE ¡POR LA VIDA Y LIBERTAD DE OMAR CAMPOVERDE!

Preso Político de Nuestra América: OMAR CAMPOVERDE

Crónica desde el encierro: El grito silenciado de Omar Campoverde

En el interior del Centro de Rehabilitación Social de Cotopaxi, Ecuador, las paredes no sólo encierran cuerpos. Encapsulan también el miedo, el hambre y la desesperación. Allí está recluido Omar Campoverde, uno de los ocho activistas del Movimiento Guevarista Tierra y Libertad (MGTL), una organización de base que promueve la educación popular, la cultura comunitaria y la resistencia indígena. Desde su celda, Omar lanza un grito que aún no logra atravesar los muros del olvido estatal: el grito de quien es torturado por pensar distinto.

Durante las audiencias de hábeas corpus realizadas el 26 de enero y 8 de febrero de 2024, Campoverde rompió el silencio. Denunció, con la voz entrecortada pero firme, el infierno cotidiano que viven él y sus compañeros. Relató cómo los presos en Cotopaxi son alimentados una sola vez al día. La comida es arrojada al suelo, sin platos, sin cubiertos, y deben ingerirla con los dedos, sentados sobre sus propias rodillas. Un acto de humillación sistemática, ejecutado a plena luz del día y bajo la complicidad de un sistema penitenciario que normaliza la degradación humana.

Las noches no son de descanso. Son de terror. Gritos de auxilio desgarran la oscuridad. Golpes secos contra las celdas despiertan a los detenidos en la madrugada. Los obligan a formarse, como si el encierro no bastará para quebrar el cuerpo y la mente: la humanidad. A Campoverde le vendaron los ojos. Lo sometieron a sesiones de asfixia con agua helada. Le niegan la exposición al sol. Le raparon la cabeza como castigo, como acto de discriminación por su identidad indígena. La tortura física se entrelaza con el racismo cultural en una danza perversa que no deja espacio para la dignidad.

A pesar de la contundencia de su testimonio, el pedido de hábeas corpus fue rechazado. La Justicia ecuatoriana prefirió mirar hacia otro lado. Omar sigue encerrado, bajo condiciones que rozan lo inhumano, mientras el Estado refuerza su narrativa: no son activistas, son “terroristas”.

La acusación formal contra los miembros del MGTL se sostiene sobre la base de una causa armada por las fuerzas militares del Ecuador en 2022. Una estrategia de criminalización que se ha vuelto moneda corriente en un país donde ser indígena, ser militante, ser disidente, parece haberse convertido en delito. Mientras se masacra al pueblo en nombre de “la lucha contra el crimen organizado”, se encarcela a quienes aún creen en la organización colectiva y en la justicia desde abajo.

El MGTL no es una amenaza armada, sino una organización política que responde a las necesidades de las comunidades. Construyen bibliotecas, espacios culturales, proyectos de desarrollo local. Pero en un país que castiga la conciencia, esos gestos de construcción social son tratados como actos subversivos.

Desde Socorro Rojo Nuestra América hacemos un llamado urgente a la solidaridad internacionalista. No podemos permitir que el Estado ecuatoriano aísle, torture y silencie a luchadores populares bajo la fachada de legalidad. Denunciamos estos sistemas de exterminio y exigimos justicia para Omar Campoverde y todos los presos políticos del continente. Su libertad no es sólo un derecho; es una obligación ética de los pueblos que aún creemos en la dignidad como principio irrenunciable.

_______________________________________

Political Prisoner of Our America: OMAR CAMPOVERDE

Chronicle from Confinement: The Silenced Cry of Omar Campoverde

Inside the Cotopaxi Social Rehabilitation Center in Ecuador, the walls don’t just enclose bodies. They also encapsulate fear, hunger, and desperation. Omar Campoverde, one of the eight activists of the Guevarist Land and Liberty Movement (MGTL), a grassroots organization that promotes popular education, community culture, and indigenous resistance, is imprisoned there. From his cell, Omar launches a cry that has yet to penetrate the walls of state oblivion: the cry of someone tortured for thinking differently.

During the habeas corpus hearings held on January 26 and February 8, 2024, Campoverde broke the silence. His voice cracked but firm, he denounced the daily hell he and his companions endure. He recounted how the prisoners in Cotopaxi are fed only once a day. Food is thrown on the floor, without plates or cutlery, and they must eat it with their fingers, sitting on their knees. An act of systematic humiliation, carried out in broad daylight and with the complicity of a prison system that normalizes human degradation.

The nights are not restful. They are terror-filled. Cries for help pierce the darkness. Sharp blows against the cells awaken the detainees in the early hours. They are forced to line up, as if confinement were not enough to break their bodies and minds: their humanity. Campoverde was blindfolded. He was subjected to suffocation sessions with ice-cold water. He was denied exposure to the sun. His head was shaved as punishment, as an act of discrimination based on his Indigenous identity. Physical torture is intertwined with cultural racism in a perverse dance that leaves no room for dignity.

Despite the force of his testimony, his request for habeas corpus was rejected. The Ecuadorian justice system preferred to look the other way. Omar remains imprisoned, under conditions bordering on the inhumane, while the state reinforces its narrative: they are not activists, they are «terrorists.»

The formal accusation against the members of the MGTL is based on a case filed by the Ecuadorian military in 2022. A criminalization strategy that has become commonplace in a country where being Indigenous, being an activist, or being a dissident seems to have become a crime. While the people are massacred in the name of «the fight against organized crime,» those who still believe in collective organization and justice from below are imprisoned.

The MGTL is not an armed threat, but a political organization that responds to the needs of communities. They build libraries, cultural spaces, and local development projects. But in a country that punishes conscience, these gestures of social construction are treated as subversive acts.

From Socorro Rojo Nuestra América, we make an urgent call for internationalist solidarity. We cannot allow the Ecuadorian state to isolate, torture, and silence popular activists under the guise of legality. We denounce these systems of extermination and demand justice for Omar Campoverde and all political prisoners on the continent. Their freedom is not just a right; it is an ethical obligation of the people who still believe in dignity as an inalienable principle.

CATEGORIES
Share This

COMMENTS

Wordpress (0)
Disqus ( )