CHILE: ¡SÍ A LOS CONSEJOS OBREROS Y AL SOCIALISMO! ¡NO A SUS DEFORMACIONES!
¿Qué hacer con el capitalismo y sus variantes? ¿Qué hacer con sus crisis sucesivas? ¿Qué hacer con la explotación del proletariado y de la naturaleza? ¿Qué hacer con el enriquecimiento sideral de la minoría social ociosa y opulenta?
La respuesta resumida a estas interrogantes es simple, no cabe otra solución que organizar y hacer la revolución. Pero cuando las respuestas se simplifican a ese extremo, evidente, las complejidades de los procesos de construcción y lucha revolucionaria quedan ocultos y de ahí a las deformaciones del proyecto hay solamente un paso.
En el actual contexto, de ausencia de alternativa revolucionaria construida y validada por las masas y de predominio de los proyectos burgueses en toda su amplitud, es necesario desarrollar un espíritu crítico esencialmente con el quehacer revolucionario y desde dentro del campo e ideología revolucionaria. Especialmente cuando la crisis actual del capitalismo ha llegado a un punto extremo, y quizás sin retorno donde se pone en peligro todas las formas de vida y donde la lucha de clases corre el riesgo que no la gane la burguesía ni el proletariado por cuanto el desastre puede ser de tal magnitud, y final, que ya no quede sociedad humana ni lucha de clases que ganar.
En nuestra condición y realidad, Chile, asistimos al embate del neoprogresismo (o socialdemocracia de reemplazo) ante este “nuevo ciclo político” donde pretenden revalidar la democracia burguesa, el capitalismo, su ideología y el Estado Burgués bajo el discurso de un supuesto “socialismo democrático”, de una nueva constitución (burguesa-capitalista) y bajo una generación, joven, la cual constituye la nueva elite servicial a la clase dominante.
La crisis mundial del capitalismo, para que este pueda sobrevivir y con ello los centros imperialistas de poder, requieren que los países subordinados a sus intereses, los Estados Neocolonizados, reorienten también su desarrollo, “su” capitalismo bajo la conducción imperial y en ello aseguren que nuevas revoluciones no se producirán en su tan ansiado “patio trasero”.
El nuevo desorden mundial no sólo tiene esos objetivos anteriores, reacomodo o reestructuración de las fuerzas imperialistas dominantes y hegemónicas, sino que también trae como consecuencia la redistribución y repartija mundial (geopolítica) y la reconfiguración de las tan preciadas “zonas de influencia”. Para lograr esa readecuación de las fuerzas capitalistas en estos países dependientes se requiere también de la elaboración de un nuevo marco político-jurídico que asegure el desarrollo del capitalismo para los próximos decenios, generar una nueva elite y dar “nuevos aires” a la democracia burguesa decadente. Para ello el imperio impone la “cordura” y el acuerdo obligado entre las diferentes facciones burgueses y que no se equivoquen con aquello de ser “independientes y soberanos” porque su sobrevivencia depende de la voluntad imperial. El objetivo de este “nuevo pacto social inter burgués” es someter y anular a la clase trabajadora, diezmarla, dividirla y neutralizarla hasta su mínima representación y si es posible eliminarla en forma absoluta en términos orgánicos y de convocatoria. En ello el neoprogresismo con su socialismo democrático tiene un rol clave.
La anulación completa de la clase trabajadora, su nueva subordinación a los intereses burgueses-capitalistas, es de carácter estratégico y es esto lo que asegura la “paz burguesa” y es esta, la “paz burguesa”, lo que permite elevar la productividad, defender la responsabilidad fiscal, cuidar los equilibrios macroeconómicos e imponer el gradualismo de migajas de la mano de esta nueva elite.
Esta política anti clase trabajadora quiere decir que, en su reemplazo, el neoprogresismo convierte a los movimientos sociales que no afectan el poder real de la clase dominante en sus ejes y columna vertebral. De ahí la importancia que adquiere los derechos reproductivos, la igualdad de género despojándolo de su contenido de clase e imponiendo el feminismo burgués, de la plurinacionalidad y multiculturalidad con la finalidad de ahondar la asimilación de los pueblos originarios al Estado colonizador privilegiando el reformismo indígena en contra posición con el movimiento revolucionario mapuche que persigue la recuperación y control territorial ancestral desde una perspectiva anti capitalista, anti imperialista y anti colonial, como también desde la autodeterminación de los pueblos. Estos movimientos sociales, inofensivos desde el punto de vista estructural y desde el poder real, le darán un sentido amplio, inclusivo y democrático a la dictadura del capital y permitirán ocultar la esclavitud del esclavo asalariado. La sociedad con esa inclusividad burguesa comenzará a vivir la nueva ilusión de una sociedad más democrática sin darse cuenta que se vive bajo el mismo capitalismo de siempre y bajo la misma democracia e ideología burguesa propia de las momias.
Como es tradición, el antiguo reformismo devenido en neopregresismo continúa con el secuestro de la revolución como ellos la entienden. Siguen con que los cambios sociales se deben producir desde el Estado burgués (desde arriba), desde la elite o desde el poder central reservando para las “grandes mayorías” su condición de interdictos, borregos todos dentro de los marcos de la democracia representativa, desde el parlamentarismo donde la “masa” sólo concurre con su voto de vez en cuando no entendiendo que “ellos votan y otros deciden”.
Pero también estos neoprogresistas profundizan la debacle interesada e intencionada del sindicalismo burocratizado y funcional al capitalismo con la finalidad de continuar también con la división / separación entre política y economía, evitar esa unión peligrosa a toda costa. Reservan el quehacer político al parlamento, a los partidos políticos institucionales y le imponen a los sindicatos la lucha económica sin que ellos puedan inmiscuirse en cuestiones de política profundo o siquiera pensar en procesos políticos. De ahí la importancia de las mesas tripartitas donde ese movimiento sindical dócil y sumiso concurre con un sinfín de “demandas” económicas que negocian con los tigres empresariales y las cuales bajan en el transcurso de la negociación recibiendo a cambio migajas para mostrar alguna victoria, concedida por la patronal, para dar a las bases algún sentimiento de triunfo cuando en verdad han caminado todo el tiempo en el mismo punto sin avanzar un centímetro.
Este proceso de sumisión de la clase trabajadora comenzó en este “nuevo ciclo político” con la firma del Acuerdo Nacional por la Paz y la Nueva Constitución firmada en medio del estallido social en noviembre del 2019 por todas las facciones políticas burguesas y de ahí todo el itinerario hasta hoy en adelante. Las contradicciones que se perciben entre los diferentes partidos burgueses, de gobierno y de oposición, no constituyen, desde esta perspectiva, contradicciones antagónicas sino simples diferencias porque todos ellos están de acuerdo en defender la actual democracia y el actual capitalismo. No son contradicciones estratégicas sino táctica.
Para ahondar la sumisión de la clase trabajadora, la nueva elite neoprogresista requiere secuestrar las tradiciones del movimiento obrero internacional, deformarlas y dotarla de un contenido y sentido que jamás han tenido.
El Control Obrero
El Control Obrero ha nacido casi siempre en forma casi espontánea desde los trabajadores en períodos de profundas crisis del capitalista y donde las asambleas de trabajadores, en las empresas, sobrepasan a las dirigencias sindicales burocratizadas, toman las riendas de su destino y futuro, se toman las fábricas y toman en sus manos la producción y dirección de la empresa desde la democracia obrera. Ese control obrero, desde los consejos obreros, desarrollo una práctica anti capitalista y desde la democracia obrera hecha por tierra a la vieja democracia burguesa y a su legalidad. Permite el desarrollo de la conciencia de clase, permite a la clase trabajadora de dejar atrás el ser “una clase en sí” para avanzar a ser “una clase para sí”. Permite entender que la revolución real es desde abajo, desde el poder popular, desde la clase y no desde el Estado. Permite visualizar al patrón como representante y símil del Estado burgués y si los trabajadores agrupados en los consejos obreros son capaces de enfrentar al patrón (acción obrera directa) bajo esa perspectiva, entonces, serán capaces de enfrentar al Estado burgués frontalmente desde el nuevo sindicalismo insurreccional. El ejercicio de este poder obrero es el inicio de la insurrección obrera es ahí el peligro para los intereses capitalistas.
La nueva elite neoprogresista (Gabriel Boric y los nuevos chicagos boys) ahora levantan el “control obrero” pero en forma degenerada y pervertida, desde la deformación de una de las tradiciones más valiosas del movimiento obrero.
La intención de ellos es incorporar a representantes de los trabajadores (burócratas sindicales) a las gerencias de las empresas en un 30% de los directorios para llegar al 50%. Claro está que estos “representantes” sindicales burocratizados en nada serán verdaderos representantes de las “bases” por cuanto una de las funciones de este tipo de sindicalismo es precisamente la eliminación de la tan manoseada “democracia sindical”. Estos mismos “representantes” han sido los responsables de enterrar la independencia de clase y la autonomía de las organizaciones de los trabajadores convirtiéndose en correas de transmisión de los partidos burgueses procapitalistas neoprogresistas. Pero eso no es todo.
La incorporación de esos representantes a las gerencias tiene como objetivo la de mejorar y hacer más eficiente la producción capitalista, aumentar las ganancias del capitalista y hacer sentir al esclavo asalariado que la explotación del hombre por el hombre y la lucha de clases no es tal y que es posible conciliar los intereses de clase entre burgueses y proletarios. Que no es necesario la confrontación, sino que la negociación todo lo puede. De ahí a convencer a los trabajadores con aquello del “capitalismo popular”, de un “capitalismo progresista”, de un “capitalismo verde” hay un solo paso. Esta política en nada tiene que ver y no guarda relación alguna con el control obrero propio de la historia del movimiento obrero.
Los Sindicatos Ramales
Otra de las políticas de estos neoprogresistas es impulsar la formación de “sindicatos por rama de producción” (Sindicatos Ramales). Pero, ¿qué sentido tiene el sindicalismo burocratizado sólo reúne al 15% de la fuerza laboral y se encuentra altamente desprestigiado y cooptado por el Estado, por los capitalistas y por los partidos burgueses?
Si gran parte de los sindicatos de base se limitan al economicismo, a la lucha económica mínima, a la repartición de cajas de mercadería en navidad y año nuevo, o la entrega de gift cards a ser utilizadas en las grandes empresas del retail (el retail es un poder económico) y la negociación como el desarrollo de huelgas “legales” sólo son expresiones de una lucha pacta, negociada, reglada y limitada, entonces, la formación de los sindicatos ramales tendrán esta misma función: atenuar la lucha de clases, fortalecer las mesas tripartitas, frenar el desarrollo de las huelgas salvajes, evitar que el descontento y furia obrera desemboque en una insurrección obrera y encauzar esa furia hacia dentro de la institucionalidad y legalidad burguesa.
Aumento del Salario Mínimo
Con gran publicidad y fanfárrea, el gobierno de Gabriel Boric, ha señalado que el sueldo mínimo actual ($350.000) será aumentado a $400.000 para llegar a $500.000. Lo que no dice Boric es que la línea de la pobreza comienza con un sueldo de $497.027, es decir, el sueldo mínimo al cual se pretende llegar como gran cosa ($500.000) sólo supera la línea de la pobreza en $3000. La Fundación Sol ha calculado que, si el actual gobierno pretende sacar de la pobreza a lo trabajadores, el sueldo mínimo debe ser de $611.801.
Si a esto agregamos que el 0,01% más rico gana al mes $460 millones, cada uno de sus integrantes. Un trabajador gana al mes $450.000, como promedio, y la mujer trabajadora gana 28,5 menos que el trabajador hombre en ese mismo mes. Si el problema de fondo, es que el 1% más rico se lleva el 33% del producto interno bruto, y el resto, el 99% de la población se reparte el 66% de la torta, entonces, el problema central no es simplemente otorgar aumentos salarios miserables, sino que terminar con el capitalismo es la única solución, terminar con la dictadura del capital.
A este cuadro desolador debemos agregar lo que la Fundación Sol nos señala en cuanto a las pensiones de los trabajadores:
“A Diciembre de 2019, el 50% de los 984 mil jubilados que recibieron una pensión de vejez obtuvieron menos de $202 mil ($145 mil si no se incluyera el Aporte Previsional Solidario (APS) del Estado)”, es decir, su la pensión de estos trabajadores es entre $202.000 – 145.000, y si la línea de la pobreza es de $497.027 y el actual sueldo mínimo es de $350.000, entonces, las pensiones están bastante lejos tanto la línea de la pobreza, del sueldo mínimo actual y mucho más lejos del sueldo mínimo como debería ser cual es de $611.801.
Emprendamos la marcha
Bajo esta revalidación de la dictadura capitalista, ante esta ofensiva reaccionaria, sólo cabe responder con lucha y organización pero fundamentalmente con el desarrollo de una profunda lucha política-ideológica desde dentro de las masas y contra la ideología y partidos burgueses, reaccionarios y capitalistas. Las escuelas de formación política debe proliferar en las poblaciones, centros de trabajo, universidades, colegios, en todas partes. Esa formación política-ideológica de las masas, desde una pedagogía obrera-revolucionaria, debe ir al reencuentro de las prácticas y visiones del movimiento obrero y revolucionario que hoy el neoprogresismo, la nueva elite pretende deformar y secuestrar.
Las luchas y las organizaciones que se deben desarrollar tienen su propio limite y fácilmente pueden extraviar el camino, despegarse del pueblo, dejar de ser el “pez en el agua” como decía el chinito si es que ese proceso no va acompañado de la necesaria y urgente lucha ideológica, con la actualización y elaboración del proyecto político revolucionario. Avanzar en la construcción de un amplio movimiento por la alternativa revolucionaria con una sólida ideología es hoy la tarea fundamental si es que no queremos que la aplanadora capitalista nos vuelva a enterrar en la prehistoria.
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