CHILE PREPARANDO LOS MOTORES PARA LA GUERRA INTERNA
Las categorías políticas de izquierda, centro y derecha, ya sea en singular o en plural, confunden más de lo que aportan. A esta altura la línea divisoria que alguna vez pudieron tener a esta altura simplemente no existe.
El triunfo del programa capitalista-neoliberal al interior de los antiguos partidos reformistas de origen obrero ha hecho que todo sea prácticamente lo mismo y que en relación a la vida diaria de los trabajadores las políticas implementadas por uno u otro sector político no tengan mayor relevancia y mayor diferencia entre una política burguesa y otra. No importa qué categoría política se encuentre en la administración transitoria del poder por cuanto sea cual sea será el perro guardián de turno que cuide los intereses de la clase dominante y del imperialismo.
Si algún progresista se enoja a esta altura del artículo, sería suficiente con recordar que son ellos los que gustan en hablar de las “políticas públicas”, de las “políticas de estado”, y de los “acuerdos nacionales” en general o en torno a algún sector del estado. Y que son esos tres conceptos sino el acuerdo y el consenso entre las diferentes facciones burguesas con representación parlamentaria, es decir, que son los acuerdos parlamentarios sino el triunfo del programa de la clase dominante.
Es consenso transversal en la clase política y dominante que la seguridad interior, el orden público y el imperio de la ley se han visto seriamente puesto en entredicho. El discurso anti delincuencial se ha tomado la agenda política inmediata. Las encuestas y las campañas del terror de los matinales han servido para ganarse a un sector importante de la opinión pública, si es que existe aquello de la “opinión pública”, para este discurso.
Pero no es contra la delincuencia contra quien pretende el estado de Chile combatir ya que los delincuentes no pueden combatir contra ellos mismos, sino que es contra el pueblo movilizado, contra ese pueblo que aún no se moviliza pero sabe que para ellos nada ha cambiado sustancialmente, contra ese pueblo que ha despertado y que opina en sus centros de trabajo sobre el hartazgo que le produce su situación de explotación. Es contra ellos que el estado se prepara para combatir.
Tienen en su memoria, la clase política y dominante, las imágenes del huracán destructor que arrasó con todo y que es conocido como el Estallido Social del 2019. Saben que las condiciones de vida, hoy, no han cambiado en nada, que se mantienen casi inalterables y que fueron estas mismas condiciones las que posibilitaron el estallido hace tres años y, por ende, saben que se puede repetir más aún con inflación y con una recesión en las puertas. Existe un consenso transversal entre toda la clase política civil, empresarial, militar y eclesial que no se puede repetir otro estallido social como aquel y por lo tanto hay que tomar los resguardos en conjunto. El estado se debe movilizar antes que el pueblo lo haga. El estado se debe reorganizar y rearmar antes que lo haga el pueblo. El estado debe tomar la delantera antes que la tome el pueblo. Y eso ha estado haciendo.
Sebastián Piñera, a días o semanas de haberse iniciado el estallido social el 2019, señaló:
“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”, esto en clara referencia al pueblo altamente movilizado.
El enemigo interno sobre el cual tanto teorizaron los analistas oficiales, ahora, ayer, había aparecido y tiene rostro, estatura, fragancia, forma de ser humano, pensamiento racional, demandas justas y una furia incontenible muy parecida a la ansia de venganza. Es ese pueblo que la clase dominante quiere ahogar y no dejar salir nuevamente. Una vez salido el genio de la botella resulta difícil devolverlo al interior sino imposible.
El conjunto de las facciones burguesas en el parlamento, ya se han puesto de acuerdo en perfeccionar y reactualizar el Servicio Nacional de Inteligencia para el nuevo período de desarrollo capitalista y de pax burguesa. Esta vez, y al igual que en tiempos de la dictadura de Pinochet, el SNI debe incluir a los servicios de inteligencia militar, inteligencia naval, inteligencia aérea e inteligencia policial en la vigilancia y persecución de aquel enemigo interno, del pueblo y sus organizaciones. La información de cada uno de esos servicios de inteligencia se deben centralizar y de ahí tomar acciones. Los planes para la represión o para la guerra interna ya se deben estar elaborando o ya están hechos. Ya introdujeron y normalizaron en la población los conceptos militares de “Macro Zona Sur” y “Macro Zona Norte”. Ya normalizaron la aplicación continua y permanente del Estado de Excepción en el Wallmapu. Ya normalizaron los allanamientos a colegios y liceos en busca de estudiantes rebeldes. Ya normalizaron la impunidad del gobierno de Piñera sobre los crímenes contra la humanidad cometidos durante su dictadura. Ya normalizaron la prisión política y la represión. De lo que se trata ahora es de afinar la puntería, de ser más precisos, y de cumplir con aquello de “donde pongo el ojo pongo la bala!”.
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