CHILE. PARA QUE LA HISTORIA NO SE SIGA REPITIENDO
“Desde el origen de la República ha sido normal (en realidad, hostigoso) escuchar por voz y tono de los políticos profesionales que, gracias a su futura gestión representativa o gubernativa , van a ocurrir cambios trascendentales o en el “modo” de gobernar , o en el “grado” de desarrollo del país. La ciudadanía, con esa bonhomia que dan los siglos, ha prestado atención a tales voces, y se ha preparado -¿por qué?- para recibir la llegada de “los cambios”. Y si llegaron, o fueron de rango cosmético (por tanto, inocuos) o, si calaban más hondo, fueron tachados de un plumazo por los dueños del país. De modo que tras doscientos años de vida republicana, todo sigue, en lo esencial, como siempre. Es decir, subordinado a la estructura original de la primera ley constitucional”.
Historiador Gabriel Salazar
“Movimiento Sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política” 2012
Lo que describe Gabriel Salazar es lo que ha ocurrido, como bien dice, desde el inicio de la República hasta nuestros días y lo que ha ocurrido con los países sudamericanos también,
Más adelante, Salazar señala que ante el no cambio, en diferentes épocas de la historia de Chile, fueron surgiendo partidos que desde la calle y lucha callejera se opusieron a ese estancamiento exigiendo cambios estructurales. Después de un tiempo se impuso en ellos abandonar la calle, la lucha desde fuera, para insertarse dentro del sistema para provocar el cambio desde dentro. Esos rebeldes a corto andar terminan acomodándose a los partidos de la clase dominante para ser aceptados en ella y engrosar las filas de la “clase política civil” todos los cuales respetuosos y defensores de la constitución y las leyes, del Estado y de la democracia. Eso ocurrió, con los liberales, radicales, democráticos, comunistas, socialistas, libertarios y es lo que ocurre hoy en Chile con esa fuerza juvenil que hoy se viste de progresismo, de amplísimo del cual proviene Gabriel Boric y su nueva camarilla.
El Frente Amplio fue incapaz de romper con esta tradición nefasta de transitar desde rebeldes a acomodados, desde antisistémicos a ser sus guardianes. Por el contrario, Boric y este neo progresismo, este neo traición han sido los fieles continuadores de esa tradición histórica descrita por Salazar y más aún se ha transformado en un elementos esencial para la consolidación del sistema de dominación, para su perfeccionamiento y para su profundización pero no sólo para los intereses de la oligarquía sino también para los intereses del imperialismo.
En el plano político fue el progresismo en su versión más amplia quien se casó con el proyecto constitucional de la Convención Constitucional. Convención que estaba impedida de eliminar los tratados de libre comercio firmados por Chile y para qué hablar de cambiar el modelo económico. De cambiar el actual Código Laboral sostén de la Constitución del 80 ni hablar. Tampoco siquiera lo intentó la Convención y el proyecto de constitución. Es por ello que ese proyecto no interpretó a la clase trabajadora, a los golpeados por el sistema y sólo interpretó a ese sector que se autodefine como “clase media” y “aspiracional”, a los nuevos burócratas del Estado y nueva generación de políticos profesionales.
Pero fracasada esa alternativa, la clase política civil ha firmado un nuevo acuerdo constitucional para redactar entre cuatro paredes una nueva constitución. Todo el progresismo, incluido el Partido Comunista, hasta llegar a los partidos burgueses y fascistas, concurrieron a la firma de ese acuerdo, en defensa de la democracia lo cual es en definitiva en defensa de los intereses bastardos de la clase dominante.
Pero, no sólo es ahí la continuidad de Boric sino también en toda la política represiva-policial-terrorista contra el movimiento social (mapuche, estudiantil, de trabajadores). Tiene que ver también en convertirse en un actor “moral” para América Latina al igual que lo intentó hacer Piñera dando lecciones de moral y de defensa de los derechos humanos, inmicuyèndose en los asuntos internos de otros países cuando en el propio, Chile, las violaciones a los derechos humanos, la mantención de los presos políticos (chilenos y mapuche) y un discurso cada vez más prepotente contra los que luchan ha sido su principal característica propia de la tradición de la clase política de la cual nos habla Salazar.
Es precisamente, en estos días, cuando el TPP-!1 entra en plena vigencia y operatividad en Chile. Mismo tratado que amarra por siempre a Chile y su destino a las transnacionales.Mismo tratado que el progresismo declaraba combatirlo cuando estaban en la calle pero que lo impulsaron una vez en el gobierno. Cabe señalar que el movimiento medioambientalista no se hizo presente en las calles pidiendo no impulsar el TPP-11.Fue desactivado por Boric y el progresismo ya que es ahí donde ese movimiento pertenece. Un silencio cómplice de ese movimiento ambientalista de ONG.
Pero, la historia es conocida aunque siempre es necesario recordarla. El problema radica entonces en la pregunta, ¿qué hacer para que la historia descrita por Salazar no se siga repitiendo eternamente?
La respuesta inmediata, y casi inmediata, es que la solución pasa por la construcción de un partido revolucionario pero eso no es suficiente si consideramos como válida la tesis de Mao Tse Tung sobre la lucha de dos líneas al interior del partido donde la línea proletaria, revolucionaria debe triunfar e imponerse. Esto supone para el partido revolucionario:
Cohesión ideológica que lleve al combate hacia el interior del partido contra los sectores reformistas-revisionistas pero también en el combate hacia afuera contra los sectores oportunistas-vacilantes-reformistas que desde el movimiento social, desde la clase trabajadora desarrollan una política tan nefasta y peligrosa como la política desarrollada por los partidos burgueses-reaccionarios tradicionales. Aislarlos y no darles espacio ni compartir espacios resulta fundamental.
Esa cohesión ideológica debe ir acompañada de la necesaria coherencia política que dice que desde dentro del Estado, desde dentro del derecho burgués nada puede conseguir el proletariado, los pueblos. Nada sirve combatir el parlamentarismo, ese colaboracionismo de clase, el electoralismo, por más radical que sea el discurso, si a la vuelta de la esquina no se duda en ocupar esa misma legalidad burguesa para impulsar la formación de sindicatos legales y no impulsar formas de democracia y consejos obreros. Si acto seguido algunos no dudan en postular a fondos del Estado para financiar algún centro cultural, deportivo etc desde esa misma legalidad burguesa. Cuando se señala con toda justeza que nada se puede conseguir dentro de la legalidad es en todos los planos de esa legalidad, no sólo en algunos.
Combatir el reformismo y el revisionismo, a esa clase política civil, supone también combatir el reformismo-revisionismo sindical, el reformismo-revisionismo en el movimiento estudiantil y femunista, dentro de los pobladores y dentro del movimiento de los pueblos originarios. Si no se puede conseguir nada desde dentro de la legalidad burguesa nada se puede conseguir aliándose, aun cuando sea coyunturalmente, con los sectores reformistas-revisionistas, oportunistas y vacilantes. Si los revolucionarios tuvieron que aliarse con ellos que sea para que sucumban, para llevarlos al fango. A estos traficantes no hay que darles tregua.
Todos los elementos anteriores son esenciales para la creación del partido, de la fuerza propia del pueblo. Todo para que la historia no se siga repitiendo y para que el pueblo deje de estar de tumbo en tumbo, de fracaso en fracaso, de ilusión en ilusión.