CHILE. DEL REFORMAR PARA TRAICIONAR AL TRAICIONAR PARA CONTINUAR
¡La clase política lo hizo otra vez! ¡Usurpa la soberanía de los pueblos! ¡Defiende sus intereses!
Algunos plantean que el concepto de clase política no existe y que solamente existe la clase dominante donde los partidos burgueses y sus burócratas son sus fieles representantes. Por lo tanto, sólo cabe luchar contra esa clase dominante en forma frontal y directa.
Si bien esa visión es del toda justa y cierta, eso no quita que el mismo proceso de oligarquización de las sociedad, del Estado, y por ende, de la política, ha hecho que aparezca esa clase política como derivado de la aristocracia, de la oligarquía manteniendo su certificado de nacimiento en ambas pero que hoy se expresa como un verdadero gremio donde aparecen también sus propios intereses, demandas cuyo objetivos es precisamente mantener su zona de confort y con ello la zona de confort de la clase dominante que le ha dado sustento a lo largo de la historia.
Pero, ¿cuáles son las características de la clase política? ¿Por qué es pertinente individualizarla, visibilizarla?
Sus características son:
Constituye un grupo social-gremial con intereses y cargos propios emanados desde la usurpación de la soberanía de los pueblos (parlamentarismo-electoralismo) donde su poder se construye desde una democracia representativa de papel (falsa).
Los partidos se construyen como instrumentos de clase, en un inicio, para una vez insertos en el Estado/parlamento, se separan del “pueblo” y construyen objetivos diametralmente opuesto a aquellos que tiene el pueblo al cual dicen representar. Esto se representa en la eterna contradicción entre cambios estructurales (pueblos) v/s reforma/etapismo (clase política); reforma (clase política) v/s revolución (pueblos) siendo que esas contradicciones se han resuelto siempre desde la represión estatal en concordancia con el conjunto de los partidos representados en el parlamento y que forman parte de la clase política. Defensa de sus intereses propios y de la clase dominante.
Desde el parlamento e instituciones del Estado, ya sea estas del poder constituido o constituyente, los representantes de dichos partidos, desde la izquierda hasta la derecha, comparten y polemizan eternamente donde se impone aquello de: “los tiempos políticos son muy diferentes a los tiempos del pueblo”, es decir, la clase política se divierta en discusiones bizantinas mientras el pueblo se muere de hambre.
Los cargos a los cuales acceden, al igual que siglos antes, son de carácter hereditario ya sea porque algún familiar ocupa el cargo dejado por el diputado saliente, ya sea porque se eternizan en los cargos o porque simplemente preparan al nuevo becerro que mamará de la teta del Estado, claro está, que pertenezca al mismo partido y corriente interna. Desarrollan también el famoso clientelismo que se encuentra asociado al “tráfico de influencias”, a las redes de corrupción.
Si bien los parlamentarios, y otros, son electos como militantes de “X” partido con “X” ideología, estos se sienten en la libertad de renunciar a su militancia / ideología, cambiar de posición política según sea el cambio de sus intereses (al mejor postor) sin que deba renunciar al cargo ya que no sería representativo de sus electores. La soberanía por el suelo.
Ocupan la televisión para dejar de ser “dirigente político” y pasar a ser un “rostro televisivo” invitado a cuanto matinal que se le ponga por delante o a cualquier programa de farándula por los cuales también cobran.
Desde esas tribunas, proponen acuerdos nacionales entre ellos mismos en “representación del pueblo” pero sin los pueblos, a nombre de ellos sin conocer por ello sus demandas y necesidades. Esos acuerdos nacionales tienen como único objetivo profundizar y prolongar sus intereses y ganancias al interior del Estado y eternizar el modelo de opresión social debajo del cual viven los pueblos.
También permiten, fomentan y defienden la empresa de lobbystas que se incrustan en el parlamento, en los ministerios para defender los intereses del gran empresariado, de los poderes económicos que al final son los dueños del aparato del Estado que sin duda incluye el parlamento, las fuerzas armadas y el poder judicial. De la separación de poderes: ¡Nada!
Pero si eso fuera poco, sus campañas son financiadas tanto por los aportes de la empresa privada como por los aportes del Estado donde reciben estos emprendimientos (partidos políticos) una millonada proveniente del producto del trabajo de millones que han sido explotados a diario. Los explotados terminan financiando a sus explotadoras, a quienes hacen leyes para perfeccionar la explotación y la miseria. Y son ellos, los candidatos, los mismos cara duras que nos llaman a vota, que hacen del “voto universal” una obligación “cívica” (o más bien cínica) a riesgo de multas elevadas que ningún bolsillo de trabajador puede soportar. Del respeto a la “libertad individual”. ¡Nada!
Para cualquiera, hasta el más imbécil de los burócratas-políticos, ve en el quehacer de la política tradicional (burguesa) la oportunidad de hacerse de una “carrera política” a pesar de no contar con las facultades cognitivas-intelectuales. Puede comenzar como alcalde y por qué no llegar a ser presidente de la república si es cuenta con los seguidores y acólitos necesarios y con una buena empresa de propaganda y marketing y claro con la chequera de la oligarquía. La historia de Chile ha tenido muchos de estos ejemplares que lamentablemente no están en extinción sino en plena época de reproducción.
Todo esto genera lo que los politólogos llaman “crisis de representación” que en el caso de Chile los porcentajes de alejamiento y desconfianza del pueblo hacia los partidos políticos crece como la espuma donde un 3% confía en ellos y un 97% los repudia. Pero como ellos cuentan con el monopolio del poder y con el monopolio de la fuerza (de la represión) más todos los recursos económicos terminan por invisibilizar al pueblo, a los trabajadores, transformarlos en piezas retóricas, en poesía para terminar imponiendo sus propias soluciones político-económicas a una crisis social que ellos no viven al estar cómodamente en su zona de confort que le otorga el poder (hereditario)
Esto es lo que esconde cada uno de los “Acuerdos Nacionales” de la cual ha sido testigo la historia de Chile, y cuyo penúltimo fue aquel de noviembre del 2019 (Acuerdo Nacional por la Paz, Estallidos Social) y que se verá ahora previo al plebiscito del 4 de septiembre y que se implementará con toda fuerza ilegítima posterior al plebiscito de salida que aprobará o rechazará la propuesta de nueva constitución emanada de la impuesta Convención Constitucional.
La clase política se rehúsa en morir, se resiste a su jubilación a pesar que la masa, los pueblos se lo han pedido a gritos, a barricas, a protestas y a abstenciones electorales masivas. Es tanto su amor al “poder por el poder”, a los recursos que de ello se desprenden que están disponibles para realizar una y otras nuevas matanzas, y prolongar un modelo económico dictatorial, corrupto y miserable.
Después del estallido social, ellos renacieron como el Ave Fénix, desde las cenizas, para tomar el mando de un amplio movimiento soberanista e independentista que no les pertenece y que se alzó precisamente contra ellos, en contra de ellos y en contra de todo lo que ellos defienden y aman. Y están de vuelta arriba del caballo con las riendas en las manos bien firmes pisoteando a cuando aldeano se ponga delante del camino.
Los patrones llaman a votar y serán los esclavos, los ciervos, los peones los que deberán concurrir como borregos ya sea para votar a favor de las opciones de los patrones (Apruebo o Rechazo) o ya sea para anular el voto en un intento de rebelión tímida y tibia, aunque legitima, al interior del circo electoral.
Nos llaman a votar y como llamarnos a sacarles brillo a nuestras cadenas para seguirlas arrastrando. Los esclavos satisfechos al término de la jornada electoral festejarán con el patrón, junto a la clase política. Se abrazarán y hasta llorarán juntos mezclándose en un solo pocillos las lágrimas de tanta demanda postergada como aquellas provenientes de los ojos asesinos. Será la fiesta de la democracia, de aquella democracia que no existe, que nunca ha existido y que nunca existirá bajo su régimen y mandato. Así, como los empresarios despiden a los trabajadores bajo la cláusula de “por necesidad de la empresa”, los pueblos y los trabajadores deben despedir a sus opresores, a la clase dominante y a la clase política “por necesidad de los pueblos y de los trabajadores” pero sin derecho a indemnización.
Para seguir escuchando
Que se vayan ellos, Piero
Leña Gruesa, Quelentaro