CHILE: DEL PINOCHETISMO SIN PINOCHET AL CONCERTACIONISMO SIN LA CONCERTACIÓN

(LA IMPORTANCIA DE LA DIRECCIÓN REVOLUCIONARIA)

La firma del Acuerdo Nacional para la Plena Transición a la Democracia en 1985, en pleno auge de la lucha popular contra la dictadura militar-burguesa vino a sellar el destino y miserias del pueblo hasta el 2019 año del estallido social.

Ese acuerdo nacional fue el mayor acuerdo producido entre todas las facciones burguesas desde el acuerdo que las mismas tomaron para el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular. En ambos casos Chile se encontraba en una crisis profunda del capitalismo, si Allende ascendió con una crisis profunda de esa forma de democracia burguesa y grados altísimos de desigualdad que lo llevó a levantar un programa anti capitalista y anti imperialista desde la ilusión de hacer la revolución dentro de los marcos burgueses con la aparición de gérmenes de poder popular (toma de fundos, control de los centros productivos por parte de los trabajadores, control de la distribución de alimentos mediante las JAP), bajo la dictadura la crisis llevó a grados superiores de violencia popular (conflicto armado) que llevó tanto a la internación de 90 toneladas de armamento (Carrizal Bajo) y el atentado a Pinochet. Ambos períodos se podrían considerar períodos pre-revolucionarios. Pero faltó lo fundamental y no fue precisamente el pueblo que se encontraba desplegado y en lucha.

Pasaron 34 años de predominio del “pinochetismo sin Pinochet”, desde la firma de 1985, que supuso el perfeccionamiento del neoliberalismo y de su orden jurídico, para que el 18 de octubre del 2019 el pueblo estallara en indignación e hiciera estallar, en apariencia, el conjunto del modelo neoliberal para dar paso a un “nuevo modelo”, a “otro modelo”. Esta vez el desborde popular no se tradujo en el control de los centros productivos, en el control de la alimentación, como con las JAP, sino en el saqueo de los supermercados. Se multiplicaron las asambleas territoriales, la deliberación popular al margen de todos los partidos e instituciones del Estado.  No hubo tampoco una direccionalidad de la violencia popular desde las organizaciones de izquierda fue el pueblo el que ejerció la violencia por sí sólo, todo en forma autónoma, autoconvocado y espontánea, desde las entrañas y desde la indignación intestinal. Las armas internadas en los 80s y que fueron guardadas “por si las moscas”, para cuando fuesen necesarias como lo dijera en su momento el secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, al inicio de la transición nunca aparecieron a pesar de la brutal represión desatada por Piñera, del terrorismo de Estado y de los crímenes contra la humanidad que se cometieron en forma sistemática y a nivel nacional.

El desborde, estallido, la inundación popular a lo largo y ancho de Chile puso en jaque al conjunto del modelo e institucionalidad como a todos los poderes del Estado y con ello a la mismísima clase política. Puso a todo lo pactado desde 1985 hasta ahí al borde del precipicio y abría una posibilidad cierta de abrir una página nueva en la historia de Chile. Este vendaval dejó atónita a la clase dominante, a la dirección burguesa en su conjunto, a la dirección reformista y puso en evidencia la ausencia de una dirección revolucionaria.

Si bajo la dictadura militar-burguesa se cometió el error de definir la lucha como una lucha “antidictatorial” y no pasar de ahí a la lucha por el poder con un claro contenido anti capitalista y anti imperialista centrando todo el problema en ¡Fuera Pinochet!, ¡Democracia ahora! haciendo creer que el problema era Pinochet y no el capitalismo, imponiendo la falsa contradicción entre Democracia v/s Dictadura, ese mismo error impuesto por la dirección reformista se impondría durante el estallido social, octubre 2019, por los mismos de siempre, por los mismo de ayer.

El desborde fue de tal magnitud el 2019 que nuevamente la dirección reformista-vacilante-oportunista y la dirección fascista-reaccionaria convergieron para salvar todo el modelo. La firma del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, noviembre del 2019, fue la reedición de la lógica y política empleada en 1985 para desactivar la movilización popular y para lograr recuperar las riendas de una situación totalmente descontrolada y que podría haber barrido con todo. El poder real detrás del trono, la oligarquía y el imperialismo, sin duda forzaron la firma de ese acuerdo al igual que en 1985 para revalidar nuevamente el modelo y Estado completamente en descomposición y rechazado ampliamente por la mayoría social.

La firma del Acuerdo Nacional por la Paz no sólo vino en dar un balón de oxigeno al proyecto burgués-capitalista con la implementación de un itinerario político-electoral que vino a fortalecer a la socialdemocracia de reemplazo, Apruebo Dignidad (Frente Amplio + Partido Comunista), sino que condujo al triunfo de Gabriel Boric, a la elevación sideral de las expectativas, a la vuelta de los traidores de la Concertación que plasmaron el acuerdo nacional en 1985 inaugurando así un nuevo período del proyecto burgués: el “concertacionismo sin la Concertación” que no es más que la continuidad del “pinochetismo sin Pinochet”, vale decir, el maquillaje del neoliberalismo-capitalismo.

Si durante la dictadura militar la contradicción impuesta por el conjunto de la dirección burguesa fue Dictadura v/s Democracia, durante el estallido social gran parte del progresismo levantó la falsa contradicción entre Democracia v/s Neoliberalismo, durante la campaña presidencial de segunda vuelta se levantó, en una suerte de campaña del terror, la falsa contradicción entre Democracia v/s Fascismo. Con ello los progresistas, el conjunto de la dirección burguesa ocultó la contradicción principal Capital y Trabajo precisamente para confundir al pueblo y redireccionarlo hacia el circo electoral y a la vana ilusión que con un voto se puede cambiar todo. Es en definitiva el reemplazo de la lucha de clases por la conciliación de clases, donde en ese colaboracionismo es la patronal la que gana (diálogo asimétrico) y donde la cooptación de los movimientos sociales tiene como finalidad su desmovilización y la sumisión ideológica de los mismos.

Todas las supuestas contradicciones planteadas por la dirección reformista-vacilante-oportunista tuvieron como finalidad perpetuar el capitalismo y así evitar en el problema de fondo, cual es, resolver la verdadera contradicción Capital y Trabajo a favor del pueblo.

Así, el rol que cumplió Patricio Aylwin como primer presidente civil pos dictadura y cuyo rol fue marcar el sello de la transición, y consolidación del neoliberalismo, “pinochetismo sin Pinochet”, ahora lo cumple Gabriel Boric como primer presidente “post neoliberal” y primer presidente que no pertenece a las dos alianzas políticas burguesas transicionles en una suerte de maquillaje del neoliberalismo, en una versión de “concertacionismo sin la Concertación”. Ambos presidentes han sido respaldados por un acuerdo nacional. Ambos defraudadores de las expectativas generadas, de las promesas prometidas y ambos en defensa de los intereses de la clase dominante.

Para enmascarar ese continuismo de las políticas y lógicas iniciadas en 1985, “avanzarán” en integrar al gabinete del nuevo presidente, Gabriel Boric, de dirigentes sociales en su calidad de ministros como una forma de liquidar definitivamente la independencia de clase, la autonomía social y transformar a esos movimientos en apéndices del gobierno y del Estado culminando el largo proceso de conformación de una burocracia social que ahora se hermanará con la clase política.

Pero, si miramos la historia hacia atrás se verá que nada de lo que está ocurriendo en estos momentos desde el ejercicio de las políticas burguesas es nuevo. Es la repetición y prolongación de una estrategia ampliamente conocida donde la dirección reaccionaria-fascista no ha perdido su norte y esencia histórica y donde la dirección reformista vacilante-oportunista va de tumbo en timbo, de colaboración en colaboración y de traición en traición. Esto tampoco es nada nuevo.

¿Cuál es el elemento que falta entonces?

Una de las conclusiones del Partido Comunista ante el golpe de estado de 1973 fue reconocer un “vacío histórico” en relación a poseer y valorar una política militar. Sin embargo, ese reconocimiento es limitado porque una política militar seria, revolucionaria, sólo puede nacer desde un partido revolucionario, desde una dirección revolucionaria. La inexistencia de un partido revolucionario, más allá de los intentos de construirlo, que sea capaz de elaborar y llevar a cabo una estrategia revolucionaria de poder constituye el vacío histórico propiamente tal.

La capacidad que han tenido las direcciones reaccionarias y reformistas de imponer sus políticas, tácticas y estrategias se debe no a las simpatías que estas pudieran tener en la población sino a la ausencia de una alternativa popular revolucionaria que sea capaz de organizar al pueblo para la lucha y de ejercer esa dirección revolucionaria en períodos de alza de la lucha de clases.

Sin duda de haber existido esa dirección y partido revolucionario los sucesos durante la Unidad Popular, la lucha durante la dictadura militar-burguesa, el proceso de la transición pactada y el estallido social pudieron haber tenido un resultado totalmente diferente a los que tuvieron y muy probablemente el pueblo estaría en mejores condiciones ideológicas, orgánicas, política y militar de lo que está en este momento.

Si se quiere romper con el fraccionamiento y con el predominio de las políticas burguesas se deben dar pasos concretos en la construcción del partido revolucionario y no tratar de innovar en cuanto a creer que son los organismos político-sociales los encargados de ejercer una dirección revolucionaria, papel que no les corresponde, sin que estos tengan la necesaria cohesión ideológica que sólo se puede producir desde una dirección y partido revolucionario.

De no entrar, seriamente, en ese proceso antes descrito veremos en el futuro otros estallidos sociales, otros acuerdos nacionales posterior a las masacres y veremos cómo después de todo ese volcán en erupción todo vuelve a la “calma” y los mayoritarios vuelven a vivir en condiciones de miseria histórica.

 

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