CHILE: ACERCA DE LA LUCHA POR UNA NUEVA CONSTITUCIÓN
Para el debate
Las presentes preguntas sólo buscan instalar el debate sobre el mecanismo de la lucha por una asamblea constituyente, la redacción de una nueva constitución burguesa como fórmula de solución para la clase trabajadora y los pueblos. Desmistificar el asambleismo constitucional es necesario para poder ver con mayor claridad la necesidad de un verdadero camino emancipatorio, revolucionario, desde la independencia de clase y desde la autonomía.
¿Cuáles fueron las ventajas y las desventajas táctica y estratégicas del pueblo chileno en su brega por convocar una Asamblea Constituyente?
Primero, decir que las condiciones de vida de la clase trabajadora y de los pueblos está determinada por sus condiciones económicas que repercuten en todos los ámbitos y esto es consecuencia directa del modelo económico capitalista. Es el capitalismo el que configura las forma que adquiere el Estado, su marco político-jurídico y cómo se expresa la lucha de clases. Es tan importante tener siempre presente la importancia del modelo económico capitalista como nudo principal de la lucha que por ello la contradicción principal es definida como aquella entre “capital y trabajo”. Es decir, el proletariado y la vanguardia revolucionaria deben ser capaces de dar con la estrategia y la táctica que le permita ganar esa lucha de clases a su favor. En ese camino, la vanguardia revolucionaria debe hacer un análisis correcto de las condiciones materiales para la lucha que siempre se encuentran presentes como también comprender el factor subjetivo, el desarrollo de la conciencia de clase y revolucionaria que es lo que más cuesta. La combinación de ambos factores ayudará para que la clase explotada deje de ser una clase en sí y pase a ser una clase para sí.
Desde la contradicción principal “capital y trabajo” el proletariado debe identificar a la clase dominante y al Estado como su enemigo de clase cuyo símil dentro de la empresa es el patrón. En ambos casos Estado-clase dominante / patrón la lucha es directa siempre desde la independencia de clase, desde la autonomía de la organización de los trabajadores cuyo carácter revolucionario adquiere un sentido conspirativo o clandestino.
Desde la perspectiva anterior la lucha estratégica del proletariado es la lucha por el poder, es por organizar y hacer la revolución e instaurar el socialismo. Desde el plano táctico la lucha consiste en conquistar las demandas inmediatas de las masas relacionándolas con la estrategia revolucionaria de poder donde la construcción del poder popular constituye un elemento fundamental y con ello la construcción de la fuerza material para avanzar en ese sentido.
Las demandas inmediatas del pueblo son aquellas que le permitan cambiar radicalmente sus condiciones angustiantes de vida que se encuentran relacionadas con su situación económica de clase. Sin la conquista de estas demandas, principalmente, y de las demás demandas secundarias como pudieran ser las demandas culturales, de igualdades de derechos, etc. la realidad de los trabajadores no cambiará sustancialmente. El problema de los trabajadores no es un problema cultural o social sino económico-estructural y de poder.
Durante el estallido social del 2019, las demandas levantada por el pueblo movilizado fue precisamente el fin del modelo neoliberal, de los abusos de poder proveniente de los poderes económicos, contra los altos niveles de endeudamiento, de los nulos derechos laborales, de la dependencia absoluta de la vida de los trabajadores de la banca, de las jornadas extenuantes de trabajo y de la no-vida a la cual está sometida la mayoría de la población. Fue también en contra de la clase política como representación de la clase dominante.
La masividad de la revuelta proletaria y el ejercicio masificado de la violencia popular puso al borde del precipicio al conjunto del poder político desde el gobierno, el parlamento y de los poderes locales capitalista como son las municipalidades. Los espacios de actuación dentro de los marcos político-jurídicos (democracia burguesa) fueron cancelados. Se desarrollaron por todo el territorios nacional cabildos, asambleas populares deliberativas donde las masas discutían, levantaban pliegos, petitorios y demandas en un ejercicio autónomo del Estado y toda su institucionalidad como del conjunto de los partidos políticos. Fue un proceso autoconvocado y autodirigido desde el pueblo. En ese proceso en ninguna parte apareció la necesidad de poner en el centro o como principal demanda para la lucha una nueva constitución como forma para solucionar las cuestiones centrales de la lucha y como forma para conquista las demandas. El cambio constitucional, generar un nuevo marco político-jurídico no estaba presente.
La ausencia de una conducción revolucionaria y la ausencia de un programa revolucionaria al interior de las masas y el carácter autoconvocado de la revuelta proletaria, y la evidente ausencia de una fuerza material popular considerable que permitiera desarrollar la defensa de las masas ante la masividad de la represión con una clara expresión contrainsurgente donde el enemigo interno fue todo el pueblo movilizado (no por ello organizado), permitió dejar abierta la puerta de par en par para que la “salida burguesa” se impusiera como solución a la crisis.
Las diferentes facciones burguesas, desde la más reaccionaria hasta los reformistas-progresistas, se vieron en la obligación de llegar a un acuerdo político, a un acuerdo estratégico interburgués con la finalidad de salvarse del colapso definitivo del régimen político en su conjunto. El Acuerdo Nacional por la Paz y la Nueva Constitución fue el pacto de la burguesía cuyo principal objetivo fue revalidad las formas institucionales burguesas como mecanismos para zanjar el descontento e indignación popular. Fue la forma que la burguesía tuvo para revalidad a la misma clase política, a la democracia burguesa y al Estado como espacios “efectivos” para atenuar la lucha de clases y desmovilizar al pueblo, coaptarlo, someterlo nuevamente.
En ello los sectores reformistas tuvieron un rol central por cuanto ellos también se construyen desde los movimientos sociales en disputa.
Ese acuerdo nacional impuso un cronograma electoral (válvula de escape de la olla de presión que estaba a punto de estallar definitivamente) y el reformismo fue capaz de levantar una alternativa política-electoral que adueñándose de las demandas en forma oportunista-populista logra vestirse con ropaje ajeno y convencer a un sector del pueblo que “ellos” son los llamados a realizar los cambios graduales desde dentro de la institucionalidad desde dentro del antiguo colaboracionismo de clases. De ahí nace la necesidad de centrar la lucha en la redacción de una nueva constitución que adquiere la forma de Convención Constitucional que en nada se asemeja a una Asamblea Constituyente.
La lucha deja de ser una lucha contra el neoliberalismo y contra los cambios estructurales del modelo económico, contra la clase política, el gobierno y el Estado y pasa a ser la negociación del articulado al interior de la convención constitucional entre las diferentes facciones burguesas que ahí se representan donde el pueblo deliberativo se encuentra totalmente ausente. La redacción de la nueva constitución se hace sin la menor injerencia de la base popular activa. Es evidente que la nueva constitución seguirá siendo capitalista y burguesa donde el neoliberalismo será atenuado desde un progresismo limitado y donde el poder real, concentración del poder y de la riqueza de la clase dominante, no será afectado considerablemente debido al acuerdo interburgués y debido a la desmovilización del pueblo. Esto último hace también que el contenido popular no esté presente y que el “cambio” en marcha se dé desde “arriba” (desde el Estado) y desde “dentro” (desde la institucionalidad) y no desde “abajo” (desde el pueblo) ni desde “afuera” (desde fuera de los marcos político-jurídico.
La historia de Chile nos muestra que a lo largo de ella ha habido 25 matanzas obreras, campesinas, pobladoras y por lo menos tres constituciones que han dominado la vida política. La constitución de 1833 que dura hasta 1925. La constitución de 1925 que dura hasta el golpe de estado de 1973. Y la constitución de 1980 que dura desde 1973 hasta hoy considerando que desde 1973 hasta 1980 se “gobierna” con bandos militares y decretos que son la base de la futura constitución de 1980.
Todas estas constituciones son expresiones de diferentes pactos interburgueses, una forma que ha tenido la clase dominante de zanjar las disputas por la hegemonía al interior del bloque de poder dominante, de adecuar la institucionalidad burguesa a las nuevas etapas de desarrollo del capitalismo y que todas ellas nacen desde el genocidio y matanzas contra el pueblo las cuales han quedado todas, históricamente, en la más completa impunidad.
El “nuevo momento constitucional” que hoy enfrenta Chile, entonces, no es nuevo. Este “nuevo momento constitucional” se ha dado siempre antes en la historia cada vez que la clase dominante ha tenido que readecuar su programa estratégico y en cada uno de esos momentos se ha ilusionado a la clase trabajadora con que “ahora si verán una mejora sustancial de sus condiciones de vida”, han logrado con ello imponer nuevamente la “paz social burguesa” para así perpetuar la dominación de clase. Una nueva constitución toma aparece así como la herramienta más efectiva de la burguesía que por lo general es conducido e impuesto por el reformismo. La “lucha” por una nueva constitución sepulta la contradicción principal “capital y trabajo”, la hace invisibles, inexistente y hace que ese potencial originario (soberano) que se expresó en los gérmenes de poder popular deliberativo (cabildos y asambleas populares, esa autonomía política en desarrollo (que se vayan todo) y el ejercicio de la violencia popular (que pudo haber avanzado en violencia revolucionaria organizada) haya desaparecido. Ante la crisis de la democracia burguesa y del capitalismo, la clase dominante de la mano del reformismo logró desactivar la salida popular e imponer la salida burguesa.
Por lo tanto, la desde la “demanda” de una nueva constitución nada podrá conseguir la clase trabajadora precisamente por su contenido capitalista y burgués, ya que defenderá los intereses de la clase dominante, regulará la lucha de clases desde una perspectiva progresista pero capitalista al fin y permitirá que la clase dominante aumente sus ganancias ante un “nuevo” marco de explotación capitalista. La contradicción principal “capital y trabajo” sigue estando sin resolver a favor del proletariado y por ende la lucha de clases continúa.
Esta “enseñanza” del estallido social chileno puede servir como elemento a tener presente por otras luchas populares en América Latina donde los pueblos y la clase trabajadora se puede encandilar con la vana ilusión que por medio de redactar una nueva constitución la clase trabajadora verá abrir las puertas del paraíso. Las experiencias derivadas del socialismo del siglo XXI así lo demuestran. Nacido desde las luchas populares, habiendo generado una nueva constitución desde una asamblea constituyente, han sido incapaces de avanzar decididamente en la superación del capitalismo, en la socialización de los medios de producción, en desarrollar una dirección revolucionaria, en desarrollar el control obrero y en desbancar a la burguesía como clase dominante. En esos procesos la clase trabajadora no se encuentra en el poder y el capitalismo como su democracia burguesía siendo estando presentes. Por más que se intente desarrollar un Estado Social de Derechos (una versión actual de un Estado de Bienestar dentro de las limitaciones propias de un Estado neocolonizado) es simplemente otra versión de un Estado capitalista.
Los pueblos nada tienen que hacer, no tienen por qué concurrir a solucionar las contradicciones al interior del bloque de poder dominante. No pueden ser utilizado para esos fines. Esa fiesta de la democracia burguesa no es la fiesta en la cual deben participar. La función del proletariado es agudizar las contradicciones al interior de ese bloque de poder, agudizar la lucha de clases pero en ningún momento hacer suya las banderas y nuestras estrategias de la burguesía aun si se presenta en su forma progresista y que pueda adquirir su forma en una nueva constitución y en una asamblea constituyente. La independencia de clase y la autonomía de clase son irrenunciables. El colaboracionismo de clase, la construcción de los “frentes populares”, el reformismo sindical-parlamentario, el legalismo es la muerte de la insurrección proletaria.
¿Cuáles fueron las tácticas ideológicas y políticas utilizadas por la burguesía, el oportunismo y el revisionismo dentro de su propaganda para ganarse coyunturalmente a las masas?
La ideología dominante se ha visto contradictoria en ella misma como siempre ha sido entre una facción liberal y una conservadora, una progresista y otra reaccionaria. Una que persigue el desarrollo económico hacia adentro (industrialización) y otra que busca el desarrollo hacia afuera (exportador). Una que busca el predominio absoluto de las leyes del mercado (liberalización) y otra que busca una mayor intervención del Estado. Una que busca un democracia protegida y otra una democracia con algunos derechos a los trabajadores para atenuar la lucha de clases. Esa contradicción ideológica entre las diferentes facciones burguesas no son nuevas y vienen desde los orígenes de la construcción del Estado chileno y quizás también desde la llegada de los fuerzas colonizadoras. Las guerras civiles que ha tenido la historia de Chile han sido las formas que han tenido esas facciones burguesas de zanjar sus contradicciones, donde la lucha por la hegemonía al interior del bloque de poder dominante ha sido el detonante. El problema se ha presentado siempre en cuanta a que en esas guerras civiles las diferentes facciones burguesas han sido capaces de seducir a sectores del pueblo y de los trabajadores para que estos tomen partido por uno y otro bando burgués, que tomen las armas por cada una de las facciones, que pongan los muertos por cada uno de ellos para luego las mismas facciones burguesas lleguen a un acuerdo entre ellas, pacifiquen la “nación”, impongan una nueva legalidad, revitalicen el programa de la clase dominante e impongan la impunidad sobre los crímenes cometidos. El pueblo a pesar de su derramamiento de sangre continuó en su esclavitud y la burguesía con sus ganancias.
La promesa de un mundo mejor desde aquello “ahora sí que sí”, “ahora si vienen los cambios de la mano de un presidente joven”, “ahora si que se viene desde la juventud como virtud” donde se esconde que esa “juventud gobernante” no es más que la nueva elite política funcional a los intereses de la clase dominante. Ese discurso de lo novedoso toma un contenido generacional y cultural. El problema impuesto por ellos, por ejemplo, para los pueblos originarios ya no es la autodeterminación y control territorial sino la plurinacionalidad, la multiculturalidad (ambas en un contexto capitalista-burgués). Reemplazan esa autodeterminación por las políticas de “asimilación” mediante escaños reservados. Lo mismo ocurre con el movimiento feminista. Ya el problema no es terminar con el capitalismo y el patriarcado a la vez, que caigan juntos como dice la consigna sino que ahora el problema es la paridad en todos los ámbitos de administración política capitalista. Ya el problema no es que los trabajadores enfrenten directamente al Estado y por lo tanto al patrón sino que ahora es incluir a representantes de los trabajadores en las gerencias generales de las empresas para que estos compartan también los ajustes capitalistas (despidos, reducción de sueldos, etc) y sus efectos. El problema como lo ha señalado el progresismo ya no es la “toma del poder” sino la “distribución del poder”, es decir, administrar el poder o cuotas de poder sin tocar el poder real cual es el poder económico. Sin duda es un discurso atrayente para un sector importante de los trabajadores. Es como una película. Si antes eran mudas, para después ser sonoras y aun en blanco y negro, después en colores, para después agregar efectos especiales espectaculares y en tres dimensiones, son todas formas del mismo cine, de la misma lógica y de la misma herramienta de entretención. La ideología dominante quiere que los trabajadores veamos la explotación en colores y en tres dimensiones, con efectos especiales, con una nueva forma de entretención, con un paquete de cabritas y con lentes de cartón para que veamos didácticamente la película del capitalismo que quieren proyectar en una pantalla plana con sonido envolvente. Sin duda atrae.
¿En qué planos de la propaganda política actuaron los medios masivos de difusión de las clases dominantes y los medios afines al oportunismo y el revisionismo?
Los medios de desinformación de masas, como aparato de represión ideológica, han tenido siempre un rol fundamental. Ha sido siempre uno de los vehículos cardinales en la imposición de la ideología dominante y del programa burgués. Han sido efectivo en el formateo de las conciencias y de la esclavitud mental.
Los medios han continuado con la demonización, criminalización y construcción del enemigo interno que se ha presentado como protesta social. La condena mediática a la protesta es anterior a la investigación judicial eso ha sido siempre y ahora se ha ahondado.
La bandera de la lucha contra la delincuencia, contra el narcotráfico y contra el crimen organizado servirá para nuevas leyes represivas, para mejorar los aparatos policiales y de inteligencia que serán dirigidos con predilección contra el movimiento popular. El discurso anti delincuencia es la excusa, la herramienta para combatir el movimiento popular y evitar que la potencialidad revolucionaria se transforme efectivamente en organización revolucionaria. Las políticas contrainsurgentes no van dirigidas contra el crimen organizado que es funcional para los intereses capitalistas sino contra la insurgencia en potencia.
Las clases dominantes, lograron que no se eliminen los capítulos relacionados al neoliberalismo y a la negación de los derechos fundamentales del pueblo, en todo caso que lograron preservar para sus intereses?
Los sectores reformistas-progresistas han sido efectivos en demonizar al neoliberalismo y limitar allí la lucha de los movimientos sociales.
Hoy cualquiera se puede definir como anti neoliberal. No cuesta mucho asumir esa definición. Incluso sectores de derecha pueden asumir esa definición desde una perspectiva nacional-popular, nacionalista pero aunque se definan anti neoliberales eso no significa que sean aliados de los trabajadores.
La izquierda progresista ha sido hábil desde su ideología de presentar al neoliberalismo como su enemigo principal al neoliberalismo pero no así al capitalismo ni menos al imperialismo. Ocultan el hecho que el neoliberalismo es una de las expresiones que las políticas capitalista o del capitalismo puede adquirir. Sitúan el problema en el predominio del mercado, en su liberalización y no en la concentración del poder y de las riquezas, en el poder cuasi infinito de la clase dominante y en la existencia del Estado capitalista. Los progresistas luchan en contra del neoliberalismo y contra el capitalismo no contra la democracia burguesa.
En ese sentido levantan como propuesta “rebelde” la nacionalización de las empresas estratégicas y no la lucha por su socialización. Mal que mal una empresa nacionalizada, sus recursos, llegan al mismo Estado burgués, a la misma clase dominante que es el poder real detrás de ese Estado,.
Para los revolucionarios no es aconsejable asumir la lucha limitante contra el neoliberalismo sino que es necesario levantar un movimiento anti capitalista que lo diferencie completa y totalmente del progresismo y eso debe también adquirir un contenido anti imperialista, anti neocolonialista.
En el estallido social, o revuelta proletaria, el progresismo fue hábil en levantar la consigna de “No son $30 sino 30 años”. La referencia a los 30 años es en relación a los gobiernos de la Concertación responsable por perfeccionar el modelo neoliberal heredado de la dictadura de Pinochet. hubo sectores que se autodefinen como revolucionarios que asumieron esa consigna como propia y no fueron capaces de desprenderse de esa política oportunista y haber aprovechado la oportunidad de hacer pedagogía revolucionaria al interior de las masas y señalar que el problema no era solamente los 30 años sino el capitalismo que ha estado presente a lo largo de la historia y que el neoliberalismo es expresión de este. El problema no es tampoco los 30 años sino es el capitalismo.
¿Serían los derechos y reivindicaciones más democráticas que el pueblo chileno pudiera defender en la Asamblea Constituyente primero y, redactar en una Nueva Constitución Política?
En Chile, no hay una asamblea constituyente en desarrollo sino una convención constitucional.
Al interior de esta convención constitucional se encuentran en disputa todas las facciones burguesas desde las posiciones fascistas hasta las posiciones progresistas. El común denominador entre todas ellas es que ninguna pone en duda la legitimidad de la democracia burguesa, del capitalismo, y del Estado burgués. Todas estas facciones defienden, en definitiva, los intereses bastardos de la clase dominante y de la paz social burguesa. Todas defienden, para ello, el monopolio de la fuerza militar para la represión de la clase trabajadora y con ello la elaboración de las leyes que le otorguen una marco de legalidad a esa represión.
No podemos olvidar que las constituciones, las leyes, los decretos, las ordenanzas son la expresión de la voluntad de la clase dominante y no de la voluntad popular ni menos de la voluntad de la clase trabajadora, del proletariado. Las constituciones, las leyes, los decretos y las ordenanzas no se escriben con palabras, con frases ni con oraciones se escriben con la sangre derramada, con los fusiles de la burguesía en contra de los trabajadores. La ley es siempre una camisa de fuerza para la conquista de las reales demandas de los pueblos y de los trabajadores.
Pensar que dentro de la nueva constitución capitalista los pueblos van a conquistar alguna demanda sustancial, que le cambie radicalmente sus vidas es no comprender cómo funciona realmente el sistema.
Por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es visto siempre como un gran avance del derecho internacional humanitario. Los Estado firmantes, por el sólo hecho de firmarlos y ser ratificado por los parlamentos, forma, esa declaración, parte de las constituciones de cada país. Los derechos humanos en cada nación adquiere rango constitucional. Pero, ¿se cumplen esos derechos humanos en las naciones subdesarrolladas firmantes? En nada. Esa declaración y su articulado es letra muerta. ¿Por qué? Por las leyes de hierro del capitalismo, el poder de las oligarquías, sus intereses, los intereses del imperialismo, puede más que una simple declaración.
Lo mismo ocurre con los tratados internacionales que regulan la guerra ¿han eliminado las guerras? ¿han hecho las guerras una evento más humano o le han impregnado un grado superior de humanitarismo al asesinato en masa que son las guerras? En nada incluso la prohibición de ciertas armas no se respetan y el genocidio, las limpiezas étnicas no han desaparecido por obra y gracia de esos tratados internacionales.
Con la eliminación de la horca y su reemplazo por la guillotina para humanizar la pena de muerte y evitar que el condenado no sufriera tanto, su reemplazo posterior de la inyección letal ¿le dio un carácter humanista a la pena de muerte, la hizo más humanitaria? En nada es la misma pena de muerte decorada para tranquilizar la conciencia de quien emite la sentencia y de su verdugo.
Eso mismo ocurre con la redacción de una nueva constitución. Al igual que mucha de la legislación ya en curso esta es letra muerta, su articulado porque las leyes son también la mera expresión de una “buena voluntad”, un objetivo a alcanzar pero que dado la realidad capitalista esas buenas intenciones nunca llegan a concretarse. La mera promulgación de una ley no cambia la realidad concreta capitalista. Si fuera la forma de solucionar la contradicción entre capital y trabajo, entonces, los trabajadores no tendrían que luchar por la toma del poder, por hacer la revolución sino que deberían lucha por nuevas constituciones y nuevas leyes lo cual echaría por tierra las ciencias sociales y como diría alguno “sería el fin de la ideología, de la historia” y estaríamos en presencia del “último hombre”.
Si pensáramos que es suficiente con la promulgación de una ley o de una nueva constitución, la lucha posterior a ello sería en saber cuál fue el “espíritu” del legislador al momento de redactar los textos y la lucha sería, entonces, hacer respetar esa “voluntad y espíritu”, esa buena voluntad originaria lo cual sería una ridiculez de marca mayor.
Luchar por hacer respetar la ley es inoficioso, inútil. No debe confundirse ese divertimento político con la lucha legitima de los trabajadores por sus demandas concretas desde fuera y desde abajo, desde la independencia de clase y desde la autonomía, desde la revolución e insurrección y en contra del reformismo y de la conciliación.
Como se decía más arriba, Chile ha tenido numerosas constituciones y se han redactado millones de leyes, algunas vigentes otras derogadas, se han promulgado derechos sin embargo la historia de miseria y de explotación del proletariado se ha mantenido invariable, ha estado ahí presente a lo largo de la historia y somo tan esclavos hoy como hace siglos. Como decía Marx estamos en presencia de la esclavitud asalariada, del esclavo moderno.
Si esa ha sido la historia de siempre, que las leyes y las constituciones han sido siempre letra muerta para los trabajadores, entonces, ¿por qué debería ser diferente hoy? ¿cuál ha sido el cambio sustancial de la lucha de clases hoy en comparación con ayer, antes? ¿acaso no es la misma clase dominante la que se encuentra en el poder? ¿acaso no es el mismo capitalismo, la misma oligarquía? ¿acaso no se encuentra el proletariado, la clase trabajadora oprimida, subyugada, reprimida? ¿acaso el colonialismo contra los pueblos originarios se sigue desarrollando? ¿acaso no es la legalidad burguesa una herramienta efectiva de represión, coacción, una forma efectiva de legalizar la explotación, el abuso de poder, la corrupción y la violencia de capitalista?
La legalidad que mantuvo a Espartaco y a Zumbi en la esclavitud, que permitió el comercio de esclavos hacia el “nuevo mundo” y hacia Estados Unidos como hacia Europa fueron abolidas. La esclavitud se abolió y los seres humanos antes esclavizados adquirieron su condición de “hombres libres”. Se hicieron nuevas leyes esclavizantes. Se impuso aquella poesía de la “igualdad ante la ley” y la “separación de poderes” como si la clase en el poder no existiese. Y la esclavitud se ha prolongado acosta del adormecimiento de las masas que han sido entretenidas con aquello de nuevas leyes y nuevas constituciones. Nos sacaron las cadenas de las manos y pies y ahora nos someten con los contratos de trabajo, con la plusvalía, con la alienación y enajenación, con la explotación del hombre por el hombre. En definitiva, la lucha nos da lo que la ley nos quita.
El problema de fondo: la duplicidad de la clase política y la toma del poder
La fiebre por centrar la lucha de los pueblos en la instauración de una Asamblea Constituyente, en la redacción de una nueva constitución comienza con la asunción de Hugo Chávez al gobierno y con ello el comienzo de configuración del socialismo del siglo XXI.
El socialismo del siglo XXI es la nueva expresión de la vía pacífica al socialismo, desde dentro de la institucionalidad burguesa-capitalista. Si bien los procesos populares como el de la revolución bolivariana, como el de la revolución cultural en Bolivia o el de la revolución ciudadana en Ecuador fueron procesos interesantes y todos ellos se mostraban con una amplia movilización y participación popular, y que perfectamente podían transitar desde un proceso popular a un proceso revolucionario, a corto andar se mostraron en toda sus limitaciones.
Estos procesos lamentablemente se estancaron. Mantuvieron la retórica anti imperialista, socialista, pero sin poner el pie en el acelerador y mantenerse dentro de los márgenes de la democracia burguesa y dando forma a un nuevo capitalismo o en una nueva versión de un Estado de Bienestar. El proceso de la nacionalización de las empresas estratégicas no dio paso a la socialización de los medios de producción ni menos al control obrero sobre ellos. La dirección de esos procesos se mantuvo como dirección progresista, de izquierda pero tampoco avanzó en la construcción de una dirección revolucionaria, y las alianzas políticas que sustentaron dichos gobiernos se mantuvieron en alianzas político-electorales sin avanzar en el desarrollo de una alianza revolucionaria de clases o en la construcción de un frente revolucionario.
En esos procesos, la antigua clase dominante perfectamente pudo haber dado paso a nuevos grupos económicos que en el caso venezolano se ha dado en conocer como la “boliburguesía”. La concentración de la riqueza no ha variado sustancialmente y la burguesía como clase dominante quizás tampoco ha variado en su esencia y poder como tampoco la oligarquía. En relación de estos procesos con el imperialismo, la lucha anti imperialista no se trata de cambiar un centro imperialista por otro. La realidad de sometimiento, de dependencia, la profundización y prolongación del neocolonialismo no se altera en nada por el hecho de cambiar la dependencia de los Estados Unidos / Unión Europea por la nueva alianza con China / Rusia. El saqueo de los recursos sólo cambia en dirección geográfica. No hay un imperialismo bueno y otro malo. El imperialismo es nefasto sin importar la bandera o nacionalidad.
Con todo los procesos que nacieron desde abajo, desde la movilización popular, prontamente fue reemplazado por la centralización y conducción del Estado. ¿Se puede construir poder popular, control obrero dentro de los márgenes capitalistas burgueses, dentro de los marcos del Estado Burgués? Parece que no por lo menos en ninguno de los textos marxistas aparece ese planteamiento. A lo más pueden haber gérmenes de poder popular y de poder obrero pero estos se cristalizan cuando se produce efectivamente la toma del poder por parte del proletariado y eso no ha ocurrido en esos procesos. La burguesía sigue gozando de buena salud y en nada se encuentra agonizando.
Centrar única y exclusivamente la lucha de la clase trabajadora, de los pueblos en la redacción de una nueva constitución, en la instauración de una Asamblea Constituyente es desviar gravemente el camino hacia la construcción de una fuerza revolucionaria, y su reemplazo por una fuerza progresista. La lucha por una asamblea constituyente supone una alianza amplia de clases, de los partidos progresistas con los partidos más de izquierda donde los segundos no tendrán la conducción del proceso sino se someterán al primero entre otros factores porque los segundos no han tenido nunca acceso al aparato del Estado, de la administración por lo tanto no sabe cómo funciona ni tampoco conoce los tiempos administrativos. Será vagón de cola. Los intereses de la “nueva” burguesía dominará el programa y la concepción de la nueva constitución que será una constitución capitalista y burguesa que tendrá como objetivo estratégico revalidar la democracia burguesa al interior del pueblo, revitalizar el capitalismo y prolongar el modelo de dominación.
En el caso de Chile, el repudio y rechazo generalizado al conjunto de la clase política, al conjunto de los partidos burgueses, progresistas y de derechas, al parlamento, derivó posterior al estallido social en la duplicación de esa misma clase política, de sus formas, contenido y programa en la elección de la Convención Constituyente. Ahora no sólo la clase política se encontraba en el parlamento sino también en la convención. Se duplicó. La redacción de la nueva constitución se mantiene entonces bajo esas mismas lógicas políticas, de clase. La nueva constitución no es muy diferente a la actual. El poder sigue estando en las mismas manos y el pueblo sigue estando ausente tanto de la redacción de la constitución como en el ejercicio efectivo del poder en la nueva constitución. El contenido de clase (dominante) del proceso como de la nueva constitución no ha variado como tampoco ha variado en Bolivia, Venezuela, Ecuador procesos todos que nacieron al amparo del socialismo del siglo xxi.
Los procesos constituyentes no tienen sentido para los intereses del proletariado, de los pueblos, para los fines emancipatorios si es que estos no están dirigidos por un partido o movimiento revolucionario real y que este se encuentre enraizado en el pueblo, en la clase. Para ello ese poder revolucionario debe contar con una estrategia, táctica y programa propio pero también con una fuerza material, militar real que le permita hacer frente a las respuestas golpistas de la reacción, pero desde el pueblo. Si eso no se cumple, las expresiones revolucionarias desde su debilidad y marginalidad serán insignificantes dentro de esos procesos constituyentes y terminarán siendo absorbidas por la socialdemocracia en su versión progresista-constituyente, su programa orginario-revolucionario se verá desdibujado, anulado y la construcción paciente del partido revolucionario se verá seriamente mermado y reducido a algo más parecido a un león sin dientes, sin garras pero con melena. Cambiará su rugir por un maullar tierno.
Chile, como todos los países latinoamericanos, han tenido a lo largo de su historia una variedad amplia de constituciones y han experimentado todo tipo de regímenes políticos desde los más autoritarios hasta los más liberales, desde aquellos que han buscado el desarrollo hacia dentro y de aquellos que han buscado el desarrollo hacia afuera. En todos esos procesos se han ido ampliando los derechos políticos, la incorporación de las masas al ejercicio de mayores libertades políticas como pudo ser el ejercicio del voto universal, sin embargo eso en ningún caso ha significado que las masas ejerzan efectivamente el poder. Solamente lo han tocado tangencialmente. Le han dado un pequeño lengüetazo. Si eso ha sido asi históricamente, ¿qué cosas han cambiado en la correlación de fuerzas que nos diga que esta vez si debía ser diferente a todos los otros procesos? Nada. En cada uno de los procesos anteriores de redacción de una nueva constitución, la clase política representante de la clase dominante, en sus diferentes facciones, ilusionó al pueblo con que “esta vez sí existirá una democracia real y efectiva” como si la lucha de clases se eliminara por el sólo hecho de promulgar una nueva constitución. La nueva constitución vienen a reemplazar la toma del poder e imponer la “distribución del poder” entendiendo por distribución la administración del poder, es decir, acceder a puestos de administración dentro del Estado y/o dentro de las gerencias de las empresas privadas pero no tener el poder mismo en las manos del pueblo, de la clase. El camino de la revolución transita por un camino totalmente diferente que aquel trasado por la lucha de una nueva constitución. La asamblea constituyente en este contexto descrito nada tiene que ver con el proyecto revolucionario precisamente porque no nace desde el pueblo y de la clase en forma genuina, no nace desde los sectores revolucionarios sino que nace desde la expresión de la lucha dentro del bloque de poder dominante, y es expresión de la lucha por la hegemonía entre las diferentes facciones burguesas.
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