
POR UN 1º DE MAYO EN COLOMBIA Y CHILE INTERNACIONALISTA Y REVOLUCIONARIO
Por Estrella Roja (Chile) y Ruptura Colectiva (Colombia)
Introducción
La lucha revolucionaria sería un simple ejercicio teórico, si solo enfrentaremos mentiras, sería un ejercicio incluso sencillo, porque estas caerían ante el peso de la realidad. Nuestra verdadera batalla es en contra de las duras y crudas condiciones que nos impone este modo de producción caduco. Confrontando estas condiciones el proletariado se alzó en distintos rincones del mundo y forzó a que sus opresores aceptaran la jornada laboral de 8 horas, un triunfo que no fue casualidad, sino producto de la organización internacional del proletariado a través de la Segunda Internacional, que logró levantar esta demanda como interés común del proletariado mundial.
Hoy ese mismo espíritu internacionalista y revolucionario nos convoca a Estrella Roja (Chile) y a Ruptura Colectiva (Colombia). Porque aunque han cambiado los rostros y nombres que ostentan el poder, hoyel imperialismo, fase final del capitalismo sigue siendo la razón de la existencia de las guerras, de la miseria y del avance de las ideas y prácticas fascistas en nuestros países y el continente. Sabemos que se muestra imparable, pero debemos recordar que ya fue fuertemente golpeado por las revoluciones proletarias y las guerras de liberación del siglo pasado, demostrando por un lado su vulnerabilidad y, por otro, la fuerza que puede llegar a tener el proletariado mundial si se organiza en contra de sus enemigos.
Por ello, hoy más que nunca como proletarios y clases oprimidas debemos de tener en cuenta todas las experiencias en las que se golpeó al imperialismo y al capital, debemos refrescar nuestra memoria con nuevos hallazgos, síntesis sobre los errores y los aciertos de estos golpes, hay que estrechar lazos revolucionarios para investigar cómo se manifiesta el imperialismo en cada uno de nuestros países, descubriendo cuáles son sus puntos débiles, y más importante aún, hay que coordinar golpes al imperialismo y al capitalismo, ejecutar campañas antiimperialistas, como nos lo exige el propio desarrollo del capital y del imperialismo.
Nuestros países tienen un enemigo declarado en común, el imperialismo gringo, y con certeza es el principal enemigo en diferentes partes del mundo por su poderío militar y exportación de capitales, pero no porque esto sea así debemos de mirar con buenos ojos al social imperialismo ruso y chino, o a los países de Europa, ni a las facciones de la burguesía de nuestros países que en nombre del llamado mundo “multipolar” pretenden engañar a los proletarios para actuar en defensa de los intereses de la burguesía de estos países imperialistas.
Por eso, en este breve artículo, compartiremos experiencias y puntos de vista de la situación del proletariado en Chile y Colombia, porque es un deber como revolucionarios hacer posible el intercambio de experiencias y opiniones para avanzar en la lucha contra los revisionistas, el capital y el imperialismo, así pretendemos contribuir al fortalecimiento en las relaciones entre comunistas de distintos países, y sumar esfuerzos en la lucha por una nueva internacional comunista.
La situación colombiana
Dando inicio así pues, empezaremos con la situación de la clase obrera en Colombia, y para entender nuestra lectura es primordial tener en cuenta el levantamiento popular del 2021, el cual fue una respuesta de hartazgo popular hacia el régimen burgués profundamente vinculado con el paramilitarismo y demás negocios ilícitos como el narcotráfico, representado principalmente en la figura de Uribe y el partido Centro Democrático, hartazgo que había incrementado debido a las condiciones de miseria agravadas por la pandemia y las políticas anti populares impuestas por el, en ese entonces, presidente Ivan Duque.
Frente a esta situación el 28 de Abril del año 2021 las clase obrera, los estudiantes, los indígenas y los campesinos salieron a las calles, y ante la rabia popular de ciudades como Cali, donde la protesta alcanzó su máxima expresión, se vivieron momentos de insurgencia popular, hubieron saqueos a centros comerciales, estaciones de policía incineradas, unidades del transporte público en llamas, cajeros y algunas sedes bancarias reducidas a escombros. La clase dominante se llenó de pánico y a través de la policía, los militares y los paramilitares inició una campaña de terror contra cualquiera que apoyara de una u otra forma el levantamiento popular.
La respuesta de los manifestantes fue la legitimación y defensa de su protesta a través de asambleas populares instaladas en diferentes barrios de las ciudades en las que la protesta fue más radical, estas asambleas organizaron la defensiva y ofensiva de la protesta, conformando grupos de “primeras líneas” quienes se encargaban del enfrentamiento directo contra la policía. Se conformaron grupos de cocina que se encargaban de la alimentación de los manifestantes a través de ollas comunitarias, organizaron unidades médicas para atender a los heridos, articularon grupos de búsqueda de desaparecidos e impulsaron una red de abogados comprometidos con la defensa jurídica de los manifestantes.
Sin embargo, aparecieron figuras de izquierda, respetadas por un importante número de manifestantes, como el actual Presidente Gustavo Petro, que se oponían a la radicalización de la protesta, y llamaron al abandono de esta para centrarse en la campaña electoral del proyecto reformista del Pacto Histórico.
En la actualidad, este proyecto reformista en cabeza de Gustavo Petro tras su llegada a la presidencia, le ha incumplido a las clases populares en Colombia, y se aprovecha del miedo que generó el levantamiento popular para intentar pactar con otros sectores de la burguesía y hacer avanzar en lo mínimo lo prometido en campaña. Le recuerda a las clases dominantes que si no cambian diversos asuntos relacionados con la economía, la salud, la educación y el trabajo habrá otro levantamiento popular, por lo cual deben de pactar con el gobierno y con su proyecto reformista en busca de un “gran acuerdo nacional”. Además, se prepara para la próxima contienda electoral en 2026 a través de la fusión con diferentes partidos de “izquierda”. Además, Petro, el cual, si bien se posicionó con ayuda de las clases trabajadoras, se ha encargado de promover la conciliación de clases, esto ha dado como resultado reformas mutiladas, decepción generalizada y un poco o nulo cambio radical.
Nosotros manifestamos que nuestra clase no debe de tener miedo de la violencia revolucionaria, y nuestra iniciativa no puede depender de sectores políticos burgueses y pequeñoburgueses y para ello es necesario la reconstrucción del Partido del Proletariado, de un Partido verdaderamente revolucionario capaz de desarrollar la lucha de clases hasta sus últimas consecuencias, hasta la conquista del poder.
La situación chilena
El 2019 el pueblo chileno vivió un alzamiento popular que no se había visto en muchísimos años. Un proceso que inició por manifestaciones estudiantiles por el alza del pasaje (30 pesos chilenos o 133 pesos colombianos) en el transporte público y que luego terminó por expandirse al resto de la población cuando, un 18 de octubre de 2019, se desató la rebeldía popular por toda la capital. Para algunos, el proceso inicia realmente el 19 de octubre cuando las manifestaciones y protestas se terminan por expandir por todo el país, marcado por la presencia de las masas en las calles y la represión policial y militar por el gobierno de Sebastián Piñera.
El contenido y las demandas de este alzamiento popular estaban asociados a una crítica directa a la estructura de la sociedad chilena, producto también del neoliberalismo instaurado en dictadura y el desarrollo del capitalismo en el país. Sin embargo, también hay que tener la salvedad de que fue un proceso donde no hubo conducción ni una organización clara de hacia “dónde se quería llegar”. Producto de ello, el 15 de noviembre de 2019, mientras las masas populares estaban en las calles luchando por demandas como educación, vivienda, pensiones, entre otras, el Bloque en el Poder (constituido por partidos de izquierda hasta la derecha) encabezados por Gabriel Boric (actualmente presidente de Chile) firmaron el llamado “Acuerdo por la Paz”. Dicho acuerdo no fue más que la expresión de la cooptación del movimiento popular y su viraje hacia la institucionalidad donde, producto de la falta de alternativa revolucionaria y nula conducción por parte de los sectores revolucionarios[1], el único camino viable que aparecía para la solución de los problemas del pueblo y la clase trabajadora chilena era el cambio de constitución. Proceso que luego, producto también de la pandemia, produjo el repliegue popular de las masas y una lluvia de procesos electorales (presidenciales, constitucionales, senadores, etc.) en la que, nuevamente, se instaura el voto obligatorio con la finalidad de revalidar a la institucionalidad como vía para la solución de conflictos.
Desde el 2022, luego de asumir el poder Gabriel Boric (Frente Amplio, de la socialdemocracia) en conjunto con el falso Partido Comunista de Chile más que cambios en beneficio del pueblo y la clase trabajadora han sido cambios en beneficio de la burguesía en Chile (y, aunque hubiesen cumplido sus promesas, la crítica seguiría estando). Este mandato, ha desarrollado y permitido leyes que fortalecen el Estado contrainsurgente para que, en un futuro (lejano o no) donde la rebeldía popular, la organización y organizaciones revolucionarias nuevamente tengan protagonismo en las calles, puedan ser golpeadas por este Estado más fortalecido en materia legislativa y, por consecuencia, represiva. Además, se han fortalecido lógicas mercantiles dentro de la sociedad chilena como lo es el caso de la reforma al sistema de pensiones que, a primera vista puede parecer un cambio, de fondo acrecienta la capitalización individual y sigue siendo un negocio ultramente rentable para los burgueses.
Conclusiones:
Como podemos observar, tanto ahora como a lo largo de nuestras historias, la situación latinoamericana presenta similitudes y diferencias. En el caso actual de Colombia y Chile, podemos encontrar en ambos países gobiernos socialdemócratas que toman la bandera de la lucha obrera, pero por simple imagen y discurso, sin cambios materiales y concretos para la clase trabajadora. Las organizaciones comunistas de aquí y del mundo entero, debemos ser autocríticos y encontrar las razones de por qué la retórica fascista está generando tantos adeptos y apoyos en la actualidad. Debemos este 1ero de mayo de 2025 abrazar los desafíos que se nos presentan en la actualidad para generar proyectos arraigados en las masas populares y a largo plazo que tengan en su fuerza a la clase trabajadora.
El internacionalismo es una herramienta que debemos recuperar como comunistas, sobre todo en estos momentos en que el fascismo está ganando terreno y volviendo al poder. Nuestra tarea es construir puentes entre organizaciones comunistas del mundo, solidarizar y acompañarnos. Generar encuentros, conocer las distintas realidades materiales de los trabajadores del mundo y, de esta forma, crear las bases de un comunismo global basado en nuestras diferencias materiales.
En nuestros países, Colombia y Chile, el peligro de ascensos fascistas siempre se presentan como peligro constante. Mientras los socialdemócratas y sectores de izquierdas (que hoy son parte del Bloque en el Poder) nos invitan al “voto antifascista”, somos los comunistas revolucionarios quienes debemos responder en las calles, barrios, trabajos y, en general, en la cotidianidad a los fascistas. Además, como se vio en este artículo, hoy son los socialdemócratas (Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente) quienes se encargan de defender a los burgueses y de fortalecer un Estado contrainsurgente que sea capaz de responder frente a la articulación del pueblo y la clase trabajadora. Debemos estar con las masas para develar a los enemigos que hoy están sentados en los sillones del poder.
Debemos generar instancias de encuentro, como ejemplifica este mismo artículo, dónde organizaciones, en este caso de Colombia y Chile, con diferentes, pero al mismo tiempo similares condiciones materiales, debemos forjar lazos revolucionarios que se hagan cargo de la crisis permanente del capital y lo hagan caer. Para que en sus cimientos destruidos surja una mejor sociedad, más justa, solidaria y dónde sea la clase trabajadora quien la guía: la sociedad comunista.
En definitiva, la clase trabajadora de Colombia y Chile reconoció en cierta medida y por un breve lapsus quienes eran sus enemigos: El Estado burgués, y los representantes políticos de las burguesías, esta noción llevó a la radicalización de la protesta. Sin embargo, por falta de una dirección revolucionaria capaz de dirigir y organizar la rabia del proletariado, dicha rabia no logró trascender ni dar golpes decisivos al Estado burgués. El capitalismo aprovechó la confusión organizativa e ideológica de las masas, hizo uso de la pequeña burguesía y la izquierda institucional para promoverse a sí mismo entre los manifestantes, logrando por un lado prolongar su caída, y por otro privando al proletariado de su ideología e independencia de acción.
¡Arriba el internacionalismo proletario!
¡Viva la lucha Palestina!
¡Libertad a los/as presos/as políticos/as de Colombia y Chile!
¡Viva el comunismo revolucionario!
[1] Cabe mencionar que hoy existen limitadas organizaciones revolucionarias. Desde el 2019, se vive un reflujo donde algunos actores han virado directamente hacia el reformismo, otros están en una búsqueda de “qué hacer” y otros fortaleciendo el golpeado proyecto revolucionario. Por ejemplo, hoy en Chile, sectores más revolucionarios del pueblo-nación mapuche están llevando un conflicto armado contra el Estado chileno en la búsqueda de su soberanía.
Publicado por Revolución Obrera