WALLAMAPU. NADA DE TERRORISTAS. EL SUPREMO DERECHO DE LOS PUEBLOS A LA REBELIÓN
El reciente llamado de Héctor Llaitul, vocero del movimiento revolucionario y de liberación nacional mapuche Coordinadora Arauco-Malleco CAM, a desarrollar la “resistencia armada” y junto con las continuas acciones emprendidas por diversas organizaciones de resistencia mapuche ha causado profunda preocupación en el mundo político chileno y en el gobierno mismo.
Desde el mundo político y en forma transversal, la Cámara de Diputados de Chile a acordado una declaración mediante la cual han calificado a tres organizaciones mapuche como “asociación terrorista” lo cual abre aún más las posibilidades represivas y genocidas por parte del Estado y del gobierno chileno. En la misma línea, el partido de derecha, Renovación Nacional ha interpuesto una querella criminal contra Héctor Llaitul por sus recientes declaraciones.
Desde el gobierno, Boric ha prolongado el Estado de Excepción en el Wallmapu sacando a unidades militares para patrullar las carreteras del territorio mapuche. A la vez, ha reiterado que utilizará todos los medios legales contra quienes usen la violencia para alcanzar fines políticos en clara referencia al movimiento mapuche. Como se puede apreciar cuando se trata de defender los intereses del gran capital, las diferencias entre el progresismo y el fascismo desaparecen como por arte de magia.
Pero lo concreto es que en este debate político uno de los actores está profundamente errado y no es precisamente el movimiento revolucionario mapuche que llama a las armas.
El derecho supremo a la rebelión
El derecho de los pueblos a la rebelión es tan antiguo como el hilo negro. Los pueblos lo vienen ejerciendo para alcanzar su emancipación y liberación tanto contra una fuerza invasora como contra una tiranía ya sea en su calidad de clase o simplemente en su condición de pueblo.
Fue esto lo que sucedió en lo que hoy se conoce como Estados Unidos con la Revolución Estadounidense contra la corona británica (1776), con la Revolución Francesa (1789) que tanto gustan a los burgueses recordar y romantizar como también con la Revolución Rusa (1917) y tantos otros procesos revolucionarios y armados. Por lo tanto, el derecho a la rebelión de los pueblos bien se puede asociar al derecho que a estos le asiste también como el derecho a la revolución, a la resistencia contra la opresión y derecho a la lucha armada.
Es curioso cómo los historiadores burgueses han reconocido que la lucha contra el colonialismo de los pueblos contra los antiguos imperios europeos de mediados de la década del 40 del siglo XX es considerada un proceso y un hecho crucial que marcó positivamente el desarrollo del siglo XX hasta nuestros días donde la lucha de Argel y Viet Nam han pasado a ser dos de los símbolos a ese respecto. Nadie en su sano juicio y en su honestidad intelectual podría condenar la legitimidad de esos pueblos a ejercer su derecho a la rebelión y lucha armada contra potencias militares invasoras por el contrario fueron y son muchos los que le rinden homenaje, honores y reconocimiento.
De la misma forma, nadie podría considerar que la lucha del Pueblo Palestino y su lucha armada es ilegitima toda vez se ha alzado por su autodeterminación contra la invasión y anexión territorial por parte del sionismo con apoyo del imperialismo yanki.
En el caso de los pueblos latinoamericanos, nadie hoy en pleno siglo XXI podría cometer la locura de considerar que la lucha independentista contra la corona española a principios del siglo XIX, el alzamiento en armas contra ella, pudiera ser considerada una lucha ilegítima ni menos terrorista. Por el contrario, todas las naciones latinoamericanas conmemoran las glorias de esa lucha armada, de ese derechos a la rebelión que le asistieron a esos pueblos y en esa época, por esos “padres de las patrias” para liberarse del yugo y que hoy son el orgullo de las clases dominantes burguesas-capitalistas que pretenden deslegitimar la lucha armada y el derecho a la rebelión tanto de los pueblos originarios como de la clase proletaria oprimida calificando ese mismo derecho como una acción terrorista, ilegítima y que va contra el orden político-constitucional de la clase burguesa, curiosamente mismo orden que protegía la corona española en aquel entonces.
Chile en ello no es una excepción.
Sin embargo, en el caso de Chile existe otra curiosidad.
Fue Alonso de Ercilla y Zúñiga quien relató las cualidades heroicas y excepcionales del mapuche en su resistencia y lucha armada contra los españoles en su célebre libro La Araucana. Lo valioso de dicho texto llevó a que fuera enseñado en los colegios, fuera motivo de elogios eternos tanto el relato como al pueblo-nación mapuche y haya sido fuente de consulta para muchos historiadores.
El discurso oficial político-histórico no escatima elogios para Caupolicán, Lautaro, Galvarino, Guacolda y tantos otros muchos guerreros. Calles llevan sus nombres, comunas y regiones. Los niños en los colegios aprenden de ellos, los dibujan y en algunas academias militares europeas las tácticas militares del Lautaro son estudiadas. Entonces ¿qué ocurre? ¿por qué la condena hoy?
El curioso que los mismos que homenajean a Lautaro, Caupolicán, Galvarino y Guacolda en su lucha contra España hoy los condenen, los encarcelen, militaricen el Wallmapu, desconozcan la existencia del Wallmapu, del pueblo mapuche como nación, le nieguen el derecho a su autodeterminación y califiquen de terrorista el llamado a la resistencia armada en circunstancias que la lucha que hoy lleva a cabo el movimiento revolucionario mapuche es la misma, es la continuidad de aquella llevada a cabo por Lautaro, Caupolicán, Galavarino y Guacolda. La legitimidad de la lucha de ayer es la legitimidad de la lucha de hoy. Si la lucha armada fue legítima ayer, y digna de elogios, lo es hoy. Nada ha cambiado para el pueblo-nación mapuche ya que el colonialismo se ha perpetuado hasta nuestros días y con ello la invasión y anexión militar de ese territorio a los dominios del Estado Opresor chileno.
Incluso los cristianos…
Nadie en su sano juicio podría considerar a San Agustín como un terrorista ni menos un comunista-bolchevique ya ni siquiera los barbudos alemanes ni el calvo ruso pensaban siquiera en nacer ni escribir su obra magna. Sin embargo, San Agustín desarrolló el concepto de “guerra justa” en otras palabras la “guerra legítima”.
Según lo que se señala a grandes rasgos en internet se dice:
“Guerra justa o guerra legítima es un concepto teológico-político desarrollado fundamentalmente por teólogos y juristas católicos y cuya definición ha constituido un esfuerzo serio para regular el derecho a la guerra, en la guerra y después de la guerra. Hoy, este concepto es parte importante del Derecho Internacional y en torno a él se configuran el lus ad bellum, versión secular del pensamiento cristiano medieval sobre la guerra justa, el lus in bello que concierne la justicia sobre el comportamiento de los participantes en el conflicto y el lus post bellum que concierne a la fase terminal y los acuerdos de paz”.
Y más adelante se señala:
“La noción de “orden” reviste una importancia especial a lo largo de todo el pensamiento agustiniano. En el plano político, el orden es la paz: «La disposición de los seres iguales y desiguales, ocupando cada uno el lugar que le corresponde». Esta definición tiene un trasfondo platónico, pues también Platón había insistido en su República que una sociedad bien ordenada (justa) era aquella en la que cada uno ocupaba el lugar en función de su alma. Sea cual sea el mecanismo con el que una sociedad se ordene, toda sociedad tiende a la paz”.
“La insistencia en la justicia con sus raíces en la doctrina cristiana la aplicó Agustín de Hipona a la guerra. Consideraba que toda guerra es malvada y que atacar y saquear a otros estados es injusto, pero aceptaba que existe una «guerra justa» librada por una causa justa, cómo defender el Estado de una agresión o restaurar la paz si bien hay que recurrir a ella con remordimientos y como último recurso. En este sentido, incluso la guerra es vista por Agustín como un instrumento de paz. Ningún pueblo hace la guerra por hacer la guerra, sino siempre como un medio para conquistar la paz”.
Pero si existen las “guerra justas” o de liberación existen, entonces, la “guerras injustas” o de ocupación.
La guerra llevada a cabo por el Estado chileno en lo que la historia oficial denominó “Pacificación de la Araucanía” fue una guerra injusta por cuanto fue una ocupación, invasión militar bajo una política de expansión y anexión territorial donde la nación mapuche es despojada de su territorio, por el sur, y donde por el norte Perú y Bolivia también son despojados de parte de su territorio en el contexto de la Guerra del Pacífico o del Salitre. El expansionismo chileno fue lo que llevó al desarrollo del colonialismo hacia el sur y lo que ha perdurado, desde esa ilegitimidad bélica, hasta hoy. La Nación Mapuche se encuentra tan invadida y tan anexada como los es Palestina y sus territorios anexados por el sionismo. La invasión al Wallmapu es tan ilegítima como lo fue la invasión de Estados Unidos a México y la anexión de casi la mitad de su territorio. Pero la justificación que ha hecho Chile en todos estos siglos de aquella invasión territorial contra el pueblo-nación mapuche es tan ilegítima como es la base ideológica y política de la Doctrina Monroe lo han sido. Si la Doctrina Monroe (“América para los americanos”) ha permitido todo tipo de injerencismo y el neocolonialismo, lo cual ha generado el apoyo hacia las luchas de estos pueblos latinoamericanos por su soberanía e independencia, entonces, ¿Por qué la resistencia armada mapuche debería ser considerada ilegítima, terrorista?
El argumento falaz de considerar al lucha frontal del pueblo-nación mapuche como ilegítima porque atenta contra el “Estado de Derecho” esconde el hecho que ese Estado es en sí mismo ilegítimo en el Wallmapu porque fue impuesto desde una guerra injusta, desde una invasión, anexión y ocupación militar por parte de una fuerza militar extranjera.
El terrorismo
Si definimos al terrorismo como las acciones destinadas a causar terror en la población en forma sistemática, entonces, debemos decir que las acciones y llamados del pueblo-nación mapuche nada tienen de terroristas por cuanto ese no es su finalidad ya que su finalidad es la liberación y emancipación. Entonces, ¿quiénes son los terroristas?
Los terroristas son aquellos que se reúnen con ese propósito, causar terror contra una población determinada y a eso se le llama Terrorismo de Estado. El único terrorista en este contexto es el Estado que por lo demás tienen y posee “el monopolio de la fuerza armada”.
La sola existencia del Estado como instrumento de opresión de una clase sobre otra es la más fiel muestra precisamente de esa opresión que el derecho a la rebelión justifica a los pueblos rebelarse. Más allá allá de la forma que pueda adquirir el gobierno o el régimen si es una monarquía, una tiranía, una dictadura, un régimen totalitario lo concreto es que el Estado capitalista es un instrumento totalitario y monopolizador donde la democracia es en los hechos formal, donde la separación de poderes es una ficción por cuanto están subordinados a los intereses de la misma clase dominante minoritaria socialmente y donde tanto el derecho como la fuerzas se encuentran concentrado en el Estado mismo donde esta, la fuerza militar, constituye el brazo armado de la clase dominante. Entonces, ¿qué más evidencia se requiere para comprobar que efectivamente tanto los pueblos originarios como la clase proletaria se encuentran sometidas y oprimidas bajo una dictadura?
Pero la opresión y la dictadura no se da solamente por la mera concentración y monopolio de la fuerza militar. La opresión se da esencialmente por la existencia del capitalismo donde el 1% de los más ricos se apropia del 37% del PGB, donde las ganancias de la clase empresarial son millonarias a diario sobre la explotación de los trabajadores y sobre el pago de sueldos miserables. Donde la extrema riqueza se construye en base a la extrema pobreza y donde la desigualdad y la opresión se construye sobre la lucha asimétrica de clases donde la clase minoritaria concentra todo el poder, el poder de todo tipo, y donde la clase mayoritaria sólo cuenta con su fuerza de trabajo. Esa asimetría evidente echa por tierra la ilusión del paraíso democrático-burgués y lo devela como una verdadera tiranía, dictadura y como un verdadero régimen totalitario. El capitalismo es en sí un régimen inhumano y un régimen esclavista moderno.
A esto se debe agregar que Chile, su régimen totalitario-dictatorial es una combinación de varios.
La democracia plena y el respeto también pleno de los derechos humanos es reservado para la clase dominante que posee los recursos y el poder suficiente para ejercerlos y para vivirlos. De nada sirve que la ley establezca derechos constitucionales si no se cuenta con poder. Van de la mano y la burguesía posee ambos.
Esa falsa democracia reserva la dictadura, la tiranía para la mayoría social explotada explotando a los trabajadores desde su condición de clase explotada, explotada por el capital, a la mujer en su versión de patriarcado. y reservando a los pueblos originarios también la explotación capitalista en su versión de colonialismo.
Una vez invadido por los españoles y expandido el Estado chileno hacia el sur, la clase dominante a través del Estado debió mantener y prolongar esa situación y proceso de dominación y opresión y esa es una verdad indesmentible a lo cual los historiadores llaman “construcción del Estado” y defensa del “Estado de derecho”.
Pero, el desarrollo del capitalismo a nivel mundial también significó el paso de los antiguos imperios al imperialismo, de la mundialización e internacionalización del capital a la globalización imperialista como a la pérdida de la soberanía y de la independencia ilusorias de las jóvenes naciones. Supuso, y supone, el intercambio desigual en el comercio mundial, el saqueo de los recursos de los pueblos sometidos y de la tutela militar de esos pueblos por parte de la fuerza imperialista. La asignación de esos pueblos como productores de materias primas, de recursos para financiar los Estados de Bienestar de las naciones capitalistas desarrolladas, dependencia, hace que ese Estado de esa nación dependiente sea un Estado neocolonizado donde su función también es cuidar y defender los intereses del capital transnacional, del capital imperialista.
El movimiento revolucionario mapuche no sólo lucha en contra del colonialismo histórico del Estado chileno sino también contra el capital transnacional que representan las hidroeléctricas, las forestales que usurpan el territorio mapuche y que lo depredan. El carácter revolucionario y anti capitalista del movimiento va unido también a su carácter anti colonialista y anti imperialista. No puede haber recuperación territorial y autodeterminación efectivas sin que la base política-ideológica no cuente con esos conceptos incorporados los cuales al final determinan su forma de lucha.
Una fuerza que se alza en contra el colonialismo, el neocolonialismo, contra el imperialismo y contra todas las formas de opresión no puede bajo ninguna perspectiva ser considerado una fuerza terrorista ni menos considerar su lucha como ilegítima por cuanto es la continuación de la lucha ancestral, histórica la cual los textos de historia contemporánea llenas páginas enteras de elogios, alabanzas y reconocimiento como parte necesario del avance histórico de la humanidad. ¿fueron terroristas quienes se alzaron contra el feudalismo, los que derrocaron la monarquía, quienes se alzaron contra la esclavitud, los que lucharon por la independencia nacional en el siglo XIX, los que se alzaron contra el colonialismo en el siglo XX? Para nada si ellos no lo fueron el movimiento mapuche tampoco. Ellos ejercieron el supremo derecho a la rebelión contra la tiranía. Y así como la lucha actual es continuadora de las luchas anteriores, la tiranía de hoy es la continuadora de la tiranía de ayer que acabamos mencionar por tanto la lucha contra la tiranía perpetua es legítima completamente. ¿Se puede negar esta verdad histórica? ¡No!
El tirano y la tiranía siempre le negará legitimidad a quien y quienes se sublevan contra su poder. Lo importante no es que el poder totalitario reconozca esa legitimidad sino lo importante es que ese pueblo reconozca la lucha de su vanguardia como legítima como también es fundamental que quienes son oprimidos por el capitalismo en todas sus formas (colonialismo, patriarcado, explotación capitalista) comprendan que su emancipación, su liberación sólo es posible solamente cuando se unan. ¡Explotados y oprimidos de Chile y del mundo, uníos contra la tiranía! ¡Explotados y oprimidos de Chile y el mundo, a ejercer el supremo derecho a la rebelión!