CHILE. LUCHA DE TRABAJADORES Y SALIDA BURGUESA
Faltando pocas semanas para la conmemoración del 1 de Mayo, la situación en Chile, por lo menos dentro de la elite o bloque de poder dominante, se muestra por lo menos tenso.
La lucha por la hegemonía del proyecto burgués entre la derecha fascista y el progresismo (ex Concertación, Frente Amplio y Partido Comunista) está desatada. Tanto al interior de la derecha fascista la disputa se da entre la antigua derecha pinochetista neoliberal y el Partido Republicano que se ubica en su polo opuesto y que se construye desde una visión nacionalista cercano a Bolsonaro y a Milei en una suerte de Trumpismo latinoamericano.
Dentro del progresismo la disputa se va “compleja”.
Por un lado, la antigua socialdemocracia ahora bajo el nombre de fantasía Socialismo Democrático (partido Socialista, PPD y Radical), sectores desprendidos de esos partidos socialdemócratas y de la democracia cristiana llamado Partido Demócrata, el Frente Amplio + Partido Comunista conformando Apruebo Dignidad.
Si el Partido Republicano se encuentra luchando por convertirse en la vanguardia reaccionaria, en el progresismo la disputa se muestra algo más pareja por lo menos en el apoyo electoral lo que hace que el gobierno de Boric se encuentre permanentemente tensionado y tironeado al no tener ninguno de ellos el sartén por el mango. Esto a pesar de que las diferencias programáticas son mínimas y lo que al final se disputan son cuotas de poder, cantidad de empleos en la administración publica y el cuantioso botín del estado.
Toda esta disputa dentro del bloque se da en medio de un escenario que tiene por lo menos tres vértices.
Crisis generalizada
Si el estallido social del 2019 puso en jaque al conjunto del Estado, poniéndolo al borde del precipicio, la clase dominante y su clase política en su conjunto impuso la salida de redacción de una nueva constitución no dentro de una asamblea constituyente sino en una pantomima o gatopardismo.
El proyecto de constitución rechazado el 2022 y cuyo contenido era el fiel reflejo de gran parte del progresismo-socialdemocracia, el cual no cambiaba en nada el modelo económico y que no afectaba en lo más mínimo el neoliberalismo ni los intereses de las transnacionales, dio paso a un tremendo vacío de poder ya la sensación que el gobierno de Boric ya había concluido tempranamente.
Fue tan demoledor el fracaso de la Convención Constitucional en el plebiscito, que el progresismo lejos de entrar en una reflexión profunda autocritica culpó al pueblo de no entender el proyecto constitucional y de ser presa de la campaña mediática de la derecha fascista. Es curioso este argumento porque se trata del mismo pueblo y clase trabajadora que se alzó el 2019, que mostró madurez política superior a la del conjunto de la clase política y que fue capaz de ejercer la violencia popular en función de avanzar en las conquistas más sentidas y en los cambios estructurales que se requieren. Ese mismo pueblo ejemplar en la lucha ahora a ojos del progresismo era un pueblo y clase analfabeta y definida prácticamente como imbécil. La defensa corporativa del progresismo y ostracismo de la clase política oligarquizada pudo más que la autocrítica.
Esto llevó a un nuevo proceso de redacción constitucional esta vez más cerrado y más entre cuatro paredes y de espaldas al pueblo que el anterior. Las dos coincidencias centrales entre ambos procesos es que si la Ley 21.200 amarró a la Convención Constitucional el 2019 prohibiendo el cambio del modelo económico e imponiendo el quorum de 2/3, ahora la Consejo de Expertos y la elección del 7 de mayo amarró previamente los contenidos inamovibles de este nuevo proceso lo constituyen el documento conocido como los 12 Bordes Constitucionales.
Todo este proceso iniciado también en 1990 con la transición a la democracia neoliberal y de seguridad nacional, es al final de cuenta el camino largo de una clase política y una clase dominante cada vez más autoritaria, dictatorial y ensimismada donde el pueblo no tiene no tiene injerencia alguna, absoluta, en los más mínimos cambios políticos, legislativos, económicos etc. Es el más estrepitoso fracaso en toda la línea de lo que ellos han definido como “democracia” o mejor dicho de la democracia burguesa. Es el fracaso de toda la teoría del derecho burgués y de la separación de poderes como a la vez el entierro, una vez más, de aquella teoría nacida en la revolución francesa que la soberanía radica en el soberano que es el pueblo. Para ellos, desde el Partido Comunista hasta el Partido Republicano, todas esas declaraciones son letra muerta donde el pueblo ha quedado reducido al depósito de un voto individual que no tiene ningún valor.
El conjunto de la clase política se une en la defensa del sistema democrático burgués, de un Estado contra insurgente y de un modelo económico igualmente dictatorial y antipopular. Pero para ser más claro, este compromiso de defensa de la democracia burguesa que va desde la izquierda reformista, hoy progresista, hasta la derecha oligárquica y fascista, viene desde 1925 cuando el conjunto de los partidos de izquierda y de derecha reconocieron en esa nueva constitución ilegítima el marco dentro del cual se debía participar. Esto llevó a la parlamentarización de los antiguos partidos obreros y al reconocimiento también por el conjunto de los partidos de izquierda y derecha del nuevo Código del Trabajo impuesto en 1931 y que sometió desde ahí hasta ahora a los sindicatos a una función netamemte economicista y burocrática donde la autonomía y la independencia de clase nunca más se escucharon. Los sindicatos, ahora, reformismo sindical burocratizado es la expresión misma de la clase polítca dentro de los trabajadores de ahí se puede comprender la baja sindicalización (13%) y su alto desprestigio dentro de la clase. Entonces, la situación actual es consecuencia de una larga historia y traiciones por parte del conjunto de los partidos, donde los de izquierda hace ya rato defienden los intereses de la clase dominante.
Toda esta situación abre y perpetúa una situación explosiva que en estos momentos se muestra subterránea. Si durante el 2019 el estallido social prendió por el alza de $30 del transporte público encendiendo la pradera, ahora el aumento de la delincuencia y del narcotráfico (o crimen organizado) puede ser la chispa que encienda nuevamente la pradera y que muestre nuevamente al sistema en su conjunto como inservible para los intereses populares. El descontento sigue en aumento y en una olla a presión.
Ante esta situación, el poder responde con lo que sabe: represión.
Aumentan la promulgación de leyes represivas, Ley de Gatillo Fácil y muchas otras. Las fuerzas armadas cobran mayor importancia en la función policial interna en una suerte o expresión de “guerra interna” contra ese “enemigo interno”. Las zonas militarizadas van en aumento tanto en porción geográfica como en porción de población.
El votar se hace obligatoria precisamente para evitar el alza significativa de la abstención electoral y provocar así una evidente deslegitimación del sistema política y de paso de la nueva constitución. La represión también se hace carne en el plano económica.
La promulgación de la ley de reducción de la jornada laboral a 40 horas introduce con fuerza la flexibilidad y la precariedad laborales. Así la clase trabajadora no puede festejar con esta nueva ley represiva. El aumento del salario mínimo se muestra insignificante por cuanto mantiene a un gran porcentaje de trabajadores bajo la línea de la pobreza a pesar de que el progresismo lo presente como un gran avance. El alza constante de los productos básicos con sueldos y pensiones miserables hace que la vida de la clase trabajadora sea insoportable. Así, el empleo informal va en aumento constante y la delincuencia o microtráfico es la única respuesta que sectores del pueblo encuentran ante una situación crítica. A esto se suma la aprobación y entrada en vigencia del TPP-11, de nuevos proyectos mineros que afectarán gravemente el medioambiente ya altamente deteriorado donde casi el 50% del territorio nacional se encuentra en emergencia hídrica.
En el ámbito de la persecución política, la prisión política contra luchadores sociales chilenos y mapuche se mantiene. Al igual que durante el gobierno de Bachelet vuelven los testigos sin rostro contra los presos políticos mapuche violando todo principio del debido proceso tantas veces cacareado por ellos mismos.
La represión policial, o mejor dicho, el terrorismo policial en cada una de las manifestaciones ha dado rienda suelta bajo el discurso oficial de “recuperación de los espacios públicos”, del respeto al orden público y de combatir la delincuencia como la violencia, claro está reservando la “violencia legítima” únicamente para la policía terrorista de carabineros involucradas en cientos de crímenes contra la humanidad (2019) y en graves casos de corrupción del alto mando. En todo ello, el gobierno de Boric ha salido a respaldar con todo a carabineros en medio de la impunidad de sus crímenes y delitos.
En política exterior, el gobierno de Boric dio continuidad con alineamiento con la política exterior de los Estados Unidos, del imperialismo, apoyando al gobierno nazi de Zelenski y agrediendo también a otros procesos latinoamericanos que se han mostrado contrarios al imperialismo califándolos de dictaduras y de violaciones a los derechos humanos.
Con todo esto, y mucho más, las condiciones objetivas están plenamente dadas para el surgimiento de una alternativa popular y revolucionaria como para la generación de una verdadera oposición proletaria anticapitalista. Sin embargo, los colectivos que se levantan desde la construcción del instrumento revolucionario o desde la restitución o recuperación de los antiguos partidos obreros para el campo revolucionario no han sido capaces de converger en un espacio de trabajo unitario para así avanzar desde y para el pueblo y de los trabajadores. La dispersión y división por cuestiones menores que se vuelven centrales ha dejado ese polo revolucionario casi vacío por lo menos ante los ojos y luchas de los explotados.
Lo anterior le otorga una oportunidad propicia para que los sectores vacilantes y oportunistas desde dentro de los trabajadores se fortalezcan y ocupen un espacio que no les pertenece. Esto queda claro en el amplio arco iris de la burocracia sindical expresada no tan sólo en la burocracia sindical histórica como es la CUT, CAT y UNT sino que ahora se le ha agregado a esa burocracia y oportunismo la mal llamada Central Clasista de Trabajadores donde esta desarrolla alianzas y espacios con algunas de estas antiguas reaccionarias centrales. En este ámbito los sectores sindicales con intención revolucionario han realizado esfuerzos importantes por ampliar su arco de influencia, pero ante la actual crisis y ante el poder que aún mantiene la burocracia sindical se muestra como insuficiente y quizás marginal. Esto también se debe por la campaña del terror sembrado en cuanto a que “se debe cuidar el empleo”, el terror a perderlo, el alza del costo de la vida donde todo ello sirve para un mayor sometimiento y domesticación de la clase trabajadora.
En el ámbito estudiantil, y como ha sido siempre, los estudiantes secundarios han logrado marcar la línea que se debería seguir ante un gobierno imbécil y ante un ministerio de educación que sólo se ha preocupado por consolidar y perpetuar la educación capitalista desde un contexto de un gobierno supuestamente de izquierda aunque sabemos que no lo es.
Gran protagonismo ha adquirido la Coordinadora Secundaria Revolucionaria relegando y enterrando los referentes al interior de los estudiantes secundarios de los partidos reformistas desde dentro y fuera del gobierno. La Confech, la confederación que reúne a las federaciones universitarias de las universidades públicas, ha permanecido en completo silencio ante la ola represiva y ante el discurso belicista como contra insurgente de Boric. Esto se debe a la cooptación de las federaciones por parte de los partidos del Frente Amplio y del Partido Comunista y la consolidación de la burocracia estudiantil.
Esto también demuestra que el único rol político que le asiste al progresismo es la contener el desarrollo de un nuevo movimiento, frenarlo, que ponga en peligro al conjunto del Estado como sucedió en el 2019 pero con perspectivas estratégicas y quizás insurreccionales. Esa es la labor traidora del progresismo y por ello es la importancia de la lucha ideológica y de desbancar como combatir al conjunto del oportunismo y vacilantes al interior de los movimientos sociales. Se les debe cerrar el paso por cuanto claramente son parte del bloque de poder dominante, y por lo tanto, son enemigos del pueblo.
Como sucediera con el inicio del año escolar donde la CSR salió a la calle y como volvió a suceder en el Día del Joven Combatiente, el 1º de Mayo por parte de los sectores más conscientes será combativo y de enfrentamiento callejero lo malo de ello es que se dará en el contexto de la convocatoria que hará la Central Clasista de Trabajadores y no como una expresión autónoma de esa expresión orgánica del oportunismo y reformismo sindical. Lo seguro es que el combate callejero será la norma.
Esta conmemoración se dará seis días ante de la elección del 7 de mayo para elegir a los payasos de los consejeros constitucionales. Sin duda que esa combatividad tendrá un efecto, de alguna forma, en la participación electoral como en la abstención. Con la elección del 7 de mayo, se comienza a cerrar la salida burguesa a la crisis evidenciada desde 2019, estallido social. Pero también con la elección del 7 de mayo se consolida el mayoritario rechazo a la clase política que ya alcanza el 96%, aproximadamente lo cual también un dato que refleja ese volcán social pronto a estallar.
Es por eso, que la tarea principal de la izquierda revolucionaria, de sus intentos organizativos, es insertarse concretamente en el seno del pueblo y de la clase, desarrollar una lucha ideológica profunda, elevar la conciencia de clase, abrir espacios amplios de participación y de lucha de las organizaciones y fuerzas vivas de los territorios, conformar una real oposición y unificar al campo revolucionario. Sin ello, y una vez producido el nuevo estallido social, bien la izquierda con intencionalidad revolucionaria puede quedar nuevamente al costado del camino mientras el pueblo se muestre dispuesto y en disposición de lucha también con la posibilidad de ejercer nuevamente la violencia popular.