El plan político de la burguesía iniciado con el “pacto por la paz y la nueva constitución” logra dar, a través de sus procesos electorales, avances importantes, pero no definitivos. Aunque avanza y logra triunfos tácticos de la mano del reformismo, la crisis no está cerrada y el camino de octubre sigue siendo la senda por la cual la clase trabajadora, el pueblo y todos los y las oprimidas debemos transitar con decisión, entrega y audacia.
Luego de los resultados electorales, los dueños del poder y la riqueza han lucido con fuegos de artificio sus dos alternativas para proteger el corazón de su sistema. Ambas alternativas son las armas con las cuales la clase dominante, los poderosos buscan instaurar el orden y mantenimiento de su sistema de explotación y, a su vez, enfrentan la lucha que han dado las masas contra sus privilegios, sus abusos, su violencia represiva y el saqueo de la naturaleza.
El triunfo relativo de Kast en la primera vuelta electoral ha generado una serie de discusiones y miedo en el pueblo que es importante abordar y debatir desde nuestra trinchera de clase y con la mirada puesta en el horizonte de la revolución y no de la conciliación.
El triunfo arrollador de la abstención demuestra que las y los trabajadores en su sabiduría popular, bien saben que ambas opciones sólo benefician al capital y no a la clase trabajadora y al pueblo, por el contrario, son serviles al proyecto de la burguesía y al imperialismo. Asimismo, asumimos y dejamos claro que no es el triunfo de las y los revolucionarios, pero sí contiene a parte de las y los que estuvieron luchando durante el alzamiento popular y seguramente parte importante de quienes hoy se mantienen en las calles.
El éxito momentáneo de Kast ha generado un discurso masivo “antifascista” que va de la mano de la opción del voto y del “mal menor” para impedir el terror y el arribo del fascismo al poder. Es esta la situación que mejor abona el terreno para la alternativa reformista que impulsa una facción de la clase en el poder, la alternativa de cambios superficiales y ceder algunos milímetros de sus privilegios para consolidar la dominación a través de la necesaria estabilización para sus negocios y los de sus patrones.
Convenimos que atravesamos una crisis integral del capitalismo que ha sido profundizada con la pandemia mundial pero que tiene una extensión mucho mayor. Afecta a todos los ámbitos de la vida social, productiva, ecológica y cultural. Es una crisis de sobreproducción lo que ha derivado en la tendencia a la baja de la tasa de ganancia de los capitalistas, el aumento descontrolado de los monopolios, y la depredación bestial de la naturaleza, características del imperialismo como fase última de la sociedad capitalista. La manifestación concreta de la crisis en la clase trabajadora radica en el aumento del desempleo, la precariedad laboral, la informalidad laboral, las alzas sostenidas (principalmente en productos alimenticios), el fomento del autoempleo como salida aún paupérrima y carente de seguridad social, entre otras. A esta situación se suma la negación de derechos sociales y el aumento sostenido de una crisis ecológica cuyas consecuencias afectarán primeramente a las y los pobres del mundo.
En este contexto, de crisis, inestabilidad y aumento de la pobreza, se ha venido desarrollando y fortaleciendo, a nivel mundial, una extrema derecha que ante este escenario y el ascenso de las luchas populares ha emprendido nuevamente una lucha anticomunista frontal.
Para el caso chileno, es importante partir de la base de que aún vivimos un ciclo de lucha de clases iniciado alrededor del 2006 cuyo punto clímax ha sido el alzamiento popular de octubre del 2019. El alzamiento, que logró articular las luchas que antes se manifestaron de forma parcializada y que se extendió a nivel nacional con inusitada violencia ya se cerró, en parte por la pandemia, también por el pacto por la paz y la nueva constitución (pacto firmado por el conjunto de partidos políticos, incluidos los de Boric que buscaban encauzar la lucha por los caminos institucionales y a la vez salvar al gobierno de Piñera) y por las propias debilidades político – organizativas de la franja de las y los revolucionarios, así como del movimiento popular en general.
Actualmente persisten expresiones latentes de revuelta, principalmente con protestas aisladas, pero valiosas que probablemente, dada la profunda crisis económica no cesarán, se mantengan en el tiempo y en perspectiva puedan ir en aumento.
Afirmamos que el cierre del alzamiento de octubre no es sinónimo de cierre del periodo de la lucha de clases abierto en 2006. Este ciclo es de más larga data y profundidad y no se agota con el actual proceso electoral y constituyente. Estamos viviendo la pugna por el devenir de este ciclo.
El pacto por la paz y la nueva constitución, como hemos venido diciendo en varias ocasiones, es la estrategia de la burguesía como clase para desmovilizar al pueblo en lucha e instalar un proceso de relegitimación del orden por medio de la constituyente y con ello la institucionalización en el marco burgués de las demandas populares. Y así ha sido, hemos visto cómo los diferentes sectores (progresistas, reformistas, oportunistas y vacilantes) han sido arrastrados por el voladero de luces del proceso constituyente, la elección multicolor de convencionales y el circo electoral, dando un sabor de inclusividad y democracia al proceso.
Pese a lo anterior, si bien es posible mencionar que ha habido cierto triunfo en el plan de la burguesía de relegitimación, la misma crisis económica y los avances cualitativos del pueblo han mantenido la inestabilidad política y la crisis de legitimidad de la institución político-burguesa, expresado en los altos niveles de abstención electoral que bordeó el 52% del padrón, la persistencia del apoyo a las demandas populares, las protestas latentes, entre otras. Este escenario lo tiene claro el enemigo, por lo que no sólo ha optado exclusivamente a la democracia como salida al conflicto, sino también a la represión a quienes luchan y al aislamiento político de los sectores revolucionarios y anti-electorales.
El próximo gobierno deberá seguir enfrentando una crisis y por tanto administrar el aumento de la pobreza y la agudización de la lucha de clases, por lo que, para ambos casos, el desarrollo de represión y de política contrainsurgente será la tónica para el pueblo en lucha y los sectores comunistas y revolucionarios, escenarios para lo cual debemos estar preparados. Sin embargo, es importante clarificar que sí serán escenarios distintos. El ultraderechismo de Kast arrasará con sectores aún más amplios, no sólo a las y los que luchan, a las y los anticapitalistas y comunistas, sino también con todo aquello que sale de la norma del conservadurismo, es decir, mujeres, disidencias, migrantes, entre otros, y profundizará la militarización y la represión directa en el wallmapu, en contra de las organizaciones de resistencia mapuche, principalmente aquellas de horizonte anticapitalista. En cambio, con un gobierno de Boric, la tendencia será a la marginalización, aislamiento y criminalización de los sectores que luchan, anticapitalistas y comunistas. En ese sentido, es posible indicar que existe una probabilidad de que la lucha en el marco del gobierno de Kast adquiera características de mayor explosividad a diferencia de Boric, que apostará a la institucionalización de la organización y lucha popular y por tanto sea menos explosiva y más “ciudadana”.
Respecto del campo popular, es posible mencionar que ha quedado en evidencia quienes son las y los que realmente apuestan por el camino de la revolución y el poder para la clase trabajadora y el pueblo y quienes representan la línea oportunista en la franja. Asimismo, ha habido sectores que derechamente pasaron a la vereda del reformismo, abandonando declaradamente la lucha. La carencia de proyecto y conducción política del alzamiento popular, la incapacidad de presentar una alternativa a la clase trabajadora y el pueblo no sólo responde a una izquierda revolucionaria pequeña, sino también a la debilidad ideológica de esta franja y la urgente necesidad de la construcción del partido para la revolución, así como la necesidad de un despliegue entre las masas mayor y más profundo.
Sobre el llamado a votar para parar el fascismo, debemos expresar y clarificar ante las masas la necesaria conexión entre la crisis global del capitalismo, el ciclo de la lucha de clases, las consecuencias del alzamiento popular y el fenómeno electoral, entendiendo este último como una expresión más y parcial de la situación política nacional e internacional. Clarificar que el fascismo no se expresa únicamente en la participación de la institucionalidad burguesa, sino también y principalmente se comienza a radicar en movimientos en las masas que anteceden a la posible elección de Kast y que trascienden su posible gobierno, en la propagación de ideas y prejuicios nacionalistas, chovinistas, reaccionarios e individualistas. Tenemos la convicción que al fascismo se le combate en las calles y no a través de los votos.
Por otro lado, sabemos que la socialdemocracia no es una alternativa ni un aliado para combatir al fascismo, ha quedado históricamente demostrado que, de hecho, la socialdemocracia cimienta las condiciones para la proliferación y aumento del fascismo.
No olvidar que la política del mal menor es la que se ha reiterado desde la vuelta pactada a la democracia y sólo ha servido como proceso de legitimación de la reproducción del capitalismo bestial.
Expresamos con claridad que el único camino es el poder popular, la revolución y el socialismo y que al fascismo se le combate bajo la fórmula histórica de la clase trabajadora: organización, lucha de masas y combate.
Reiteramos que los escenarios de propuesta de resolución de la crisis por parte de la burguesía, tanto el reformista como el de extrema derecha son alternativas dentro del sistema de explotación y opresión capitalista. Su objetivo es, por diferentes medios y propuestas no antagónicas, buscar salida a la crisis y prolongar la explotación y la opresión, haciendo pagar la crisis a la clase trabajadora y al pueblo.
Asistimos a un momento histórico, lo que está en juego es el plan de dominación para las siguientes décadas, la burguesía post alzamiento a través de sus planes ha retomado la iniciativa política, sin embargo, la situación de crisis del capitalismo mantiene en permanente inestabilidad al sistema.
En base a todo lo anterior, las y los comunistas nos encontramos en un período de preparación y siembra, es decir, están dadas las condiciones para la construcción del partido comunista revolucionario y tenemos el deber de avanzar en ello para enfrentar las luchas venideras con mayor organización y conducción. La evidente polarización nos obliga a desarrollar tareas que siempre han estado presentes, pero que hoy deben ser la orden del día.
Seguimos en la calle con disposición combativa, formándonos y promoviendo la ideología proletaria, organizándonos con nuestro pueblo y aportando en la construcción de poder popular. Con humildad seguimos en el camino de la revolución, y como comunistas nos disponemos a cumplir con energía y optimismo las tareas que la coyuntura nos demanda, estar en lo hondo y profundo de las masas y con ellas avanzar hasta conseguir la victoria para el proletariado. Sin atajos en el camino, con decisión y amor a nuestra clase.
Ni Farsa Constituyente Ni Circo Electoral
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